Siempre se nos plantea, en medio de esta sociedad compleja en la que vivimos, que la tecnología, el discurso de la racionalidad cartesiana, su método y el empirismo van a ser —o han sido ya— sobrepasados por la inteligencia artificial, ahora que se quiere crear un grado universitario sobre esta materia.
¿Caminamos, pues, hacia una sociedad del ocio, muy controlada y automatizada, de la robotización y la prisa? ¿Vamos a quedar sometidos al feudalismo perpetuo de la técnica, que controlará más y más al hombre?
Creo que, frente a la inteligencia artificial —no ya como estructura compleja de la informática y ciencias afines—, hay, o son necesarios, una serie de ideales que escasamente pululan en nuestro entorno. Me refiero a valores como la moralidad (moralidad viene de mos, mores, costumbres), la buena voluntad, el diálogo y tantos otros que, en un mundo multilateral y multicultural, en parte en perpetua contienda del culto al Ego, se echan bastante de menos.
En definitiva, la inteligencia artificial no va a solucionar graves problemas como la soledad del ser humano, la muerte, el calentamiento climático del planeta, el respeto al medio ambiente, a sus bosques, animales y plantas, y tantos otros.
La inteligencia artificial, siguiendo al Glosario de filosofía de la técnica publicado por la editorial Cebra, va más allá de automatizar procesos, y busca rutinas de aprovechamiento y explotación de recursos por parte del ser humano, lo que pone en entredicho estos valores. No es —ni debiera ser— la inteligencia artificial un gran hermano que coarte la libertad, que nos vigila y sospecha, y que puede también ampliar las cifras del desempleo en las próximas décadas.
Frente a esta inteligencia artificial, tenemos que apelar a humanizar más a la sociedad y a la inteligencia humana de la costumbre. Hay fronteras que dañan nuestra libertad y que el ser humano nunca debiera traspasar.
Por último: ¿nos hará más felices dicha inteligencia artificial en medio de un mundo diverso y complejo? No. Nos hará más felices, pienso, tener más valores, simplificar la vida, e incluso consumir, cada uno de nosotros, un poco menos cada día, en favor del equilibrio y bienestar de la vida, del planeta y de la solidaridad con el resto de seres humanos que viven en el aislamiento, el hambre y la pobreza.
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