Hay personas que no solo iluminan una habitación al entrar, sino que dejan una huella imborrable en el corazón de quienes las conocen. Xana de Jesús es una de ellas. Con una sonrisa cálida y una mirada que refleja mil historias, esta mujer ha convertido sus batallas en versos, sus cicatrices en imágenes y su dolor en un faro de esperanza para otros. Detrás de su talento multidisciplinar late una sensibilidad extraordinaria, esa que solo poseen quienes han aprendido a bailar bajo la lluvia. Hoy, nos abre las puertas de su mundo, donde el arte y la humanidad se entrelazan con una fuerza conmovedora.

1-Tu obra trasciende lo artístico; es un grito de resiliencia. ¿Cuál fue el momento en que descubriste que el arte podía ser tu salvación? Desde que era una niña, con solo nueve años, mi corazón hablaba a través de los trazos. Cada línea, cada color, era un pedazo de mi alma plasmado en el papel. No solo dibujaba lo que veía, sino lo que soñaba, lo que latía dentro de mí. Era un don, un lenguaje silencioso que me permitía mostrar al mundo todo lo que llevaba dentro.
Con los años, mis manos se convirtieron en cómplices de mi imaginación. Las manualidades, los óleos… cada creación era un susurro de mi esencia. Una profesora vio esa luz en mí y me animó a seguir, y a los dieciocho años ya había cuadros míos en manos de otros. Era mágico, pero la vida, a veces, nos pone a prueba. A los veintitrés años, el ruido del mundo opacó esa voz interior. Intenté una y otra vez, pero el dolor y las tormentas emocionales apagaron los colores. El don que una vez me definió se esfumó, como un pincel que ya no encontraba su lienzo.
Sin embargo, la vida es sabia. Años después, me regaló otra forma de expresión, un nuevo don que no depende de la calma, sino de la urgencia por mostrar la belleza que aún veo en las personas y en el mundo. Ya no son pinceles, pero sigue siendo arte. Sigue siendo yo.
2-En tu web mencionas 'sanar a través de la creatividad'. ¿Cómo logras convertir el dolor en algo tan bello que inspira a otros?" Ese dolor… no es solo físico. Es un grito silencioso que atraviesa el pecho, se clava en el alma y ahoga hasta el último suspiro. ¿Cómo logré sanar? ¿Cómo sigo levantándome cada día?
Convirtiendo mi herida en refugio para otros. Ayudando, sobre todo, a quienes sienten demasiado, como yo. Porque sé lo que es caminar con la piel del revés, cargando el peso de creerse invisible. Pero decidí seguir. Por dos razones que son ahora mi oxígeno:
La primera: no podía ser egoísta. No podía apagar la luz para quienes me aman, aunque a veces quisiera rendirme. La segunda: encontré mi propósito. Mi cámara se convirtió en un espejo mágico donde devuelvo a las personas lo que la vida les ha hecho olvidar: su belleza. Cuando alguien dice “No soy fotogénic@”, yo le susurro al oído: “Espérate a ver lo que yo veo”. Y entonces, ocurre la magia. El “No valgo” se transforma en “¡Esta soy yo!”. La inseguridad se desvanece, y por un instante, vuelven a creer.
Lo llamo Fototerapia, porque no solo capturo rostros… sino almas que resurgen. Y en ese proceso, yo también me curo.
3-Hablas de la vulnerabilidad como fuerza. ¿Qué consejo darías a quienes temen mostrar sus heridas? La vulnerabilidad es un acto de valentía que puede iluminar tu camino... o dejarte expuesto a las tormentas. Cuando abres tu corazón y muestras tus cicatrices, algo mágico ocurre: los que de verdad te aman se acercan con las manos llenas de luz, dispuestos a cuidar cada grieta de tu alma. Pero también están los otros, aquellos que, en lugar de ver tu dolor, solo ven una oportunidad.
Por eso, ser auténtic@ no significa entregar tu corazón sin protección. Puedes ser tú mism@ y, al mismo tiempo, elegir con sabiduría en qué manos depositas tus heridas. Porque no todas están preparadas para sostenerlas con respeto. La verdadera fuerza no está en esconder lo que duele, sino en saber quién merece acompañarte en el proceso de sanar.
Si tu arte tuviera un aroma, un color o una melodía, ¿cuál sería y por qué? Si pudiera encerrar mi arte en una esencia, sería el perfume delicado del azahar - puro, esperanzado, con esa blancura que acarrea promesas de nuevos comienzos. Y de fondo, como una banda sonora eterna, los susurros de la naturaleza: el arrullo del viento entre las hojas, el canto lejano de los pájaros al amanecer, el murmullo sereno de un arroyo... Ese sería el universo sensorial de mi creación, donde lo visual se funde con lo emocional en una sinfonía íntima.
¿Qué mensaje te gustaría que quedara grabado en quien te lee o contempla tu obra? Mi mayor deseo es que, al contemplar mis fotografías, el corazón de quien las mira lata al mismo ritmo que el mío cuando disparé el obturador. Que no solo vean una imagen, sino que respiren el instante tal como yo lo viví: con esa emoción pura que nace de lo más profundo del alma. Por eso, cuando alguien me pregunta qué clase de fotos hago, siempre respondo con tres palabras que son mi declaración de intenciones: 'Fotografías con esencia'. Porque no se trata de capturar lo evidente, sino de eternizar lo invisible: ese temblor del corazón que convierte un simple momento en un recuerdo imborrable.
En tu camino, seguramente hubo voces que te dijeron que no era posible sanar a través del arte ¿Qué le dirías hoy a quienes dudan del poder transformador de la creatividad? Las palabras que más duelen no vienen de extraños, sino de aquellos en quienes confiaste tu corazón. Las he escuchado, las he sentido clavarse como cuchillos, y aún así... aquí estoy. Llegué a lugares que dijeron que nunca pisaría, superé mis propias expectativas y sigo trazando metas en el horizonte, porque el límite no está en lo que otros ven, sino en lo que yo decido creer.
A quienes dudan de su propio poder, les diría esto: Ponle alma a tus sueños, dales tiempo, lucha en silencio aunque nadie te vea. Lo imposible solo tarda un poco más, pero llega para quien lo desea con autenticidad. La mejor revancha no es el rencor, sino el trabajo callado; el contraataque más poderoso es levantarse una y otra vez, y el golpe final... ese llega solo, en forma de resultados que hablan por sí mismos. Y cuando llegue ese momento, lo sabrás. Lo sentirás en el pecho: has ganado la batalla más importante, la que librabas contra ti mismo.
Las derrotas, los rechazos, los obstáculos... son parte del camino. Tenemos derecho a caer, a sentir el peso del mundo sobre los hombros, a llorar y preguntarnos si vale la pena. Pero solo por dos días. Al tercer día, nos levantamos. Porque nadie regala nada en esta vida, y la verdadera fuerza no está en evitar el dolor, sino en transformarlo en sabiduría. En aprender a reconocer la oportunidad cuando llama a tu puerta, sin perder nunca, jamás, la humildad que te recuerda de dónde vienes.
El poder no está en no caer... sino en elegir siempre, siempre, volver a levantarse.
Si pudieras enviar una carta a tu 'yo del pasado', ¿qué palabras elegirías para abrazar a esa persona que aún no conocía su propia fuerza? A veces pienso: 'Mejor no enviarle esta carta al destino, porque si supiera todo lo que me espera, quizás no tendría el valor de empezar'. Pero ahí reside precisamente la magia: en avanzar sin mapa, en abrazar la incertidumbre como compañera de viaje. Cada golpe, cada lágrima, cada momento de oscuridad ha sido el cincel que ha esculpido mi carácter, la fragua donde se forjó mi valentía y el espejo que me mostró cómo ser mejor humana.
Hoy miro atrás y no cambiaría ni un segundo del camino recorrido, porque cada paso me trajo aquí. Pero tampoco volvería. Mis cicatrices son testigos, no anclas. Mi pasado queda donde debe estar - en el ayer - mientras yo sigo caminando hacia delante, con los ojos puestos en este presente que tanto costó conquistar.
Xana de Jesús no solo crea; alumbra. En cada palabra, en cada trazo, hay un pedazo de su alma que nos recuerda que incluso en la oscuridad, es posible encontrar belleza. Su historia no es solo la de una artista, sino la de una guerrera que eligió convertir sus grietas en caminos de luz. Al despedirnos, queda resonando su verdad más poderosa: el dolor no nos define, pero lo que hacemos con él sí. Y ella, sin duda, ha elegido ser torrente de esperanza.
Decía Rilke que "la belleza no es sino el comienzo de lo terrible", y en Xana de Jesús esa paradoja se vuelve verdad. Porque ella no rehúye el dolor; lo acoge, lo moldea y lo convierte en algo tan luminoso que nos obliga a creer en la redención. Su vida es un testimonio vivo de que las heridas, cuando se dejan hablar, pueden cantar. Al terminar esta conversación, uno no puede evitar mirar sus propias cicatrices con otros ojos: ya no como marcas de derrota, sino como posibles semillas de arte, de cambio, de legado. Xana no solo nos inspira a crear; nos enseña que la verdadera obra maestra es vivir con los brazos abiertos, aun cuando el mundo nos pide que nos cerremos. Y en ese aprendizaje, nos regala lo más valioso: la certeza de que nadie está solo.
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