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La salud mental cobra cada vez mayor protagonismo en la vida moderna, especialmente en el abordaje integral de los trastornos de ansiedad y depresión. Uno de los retos más relevantes tras el tratamiento clínico es evitar las recaídas y sostener el bienestar emocional a largo plazo. Aquí, el autocuidado y la prevención juegan un papel esencial.
Hay heridas que no dejan cicatriz visible, pero calan hasta el hueso. Heridas que no vienen del mundo exterior, sino del núcleo más íntimo, la familia. En demasiados hogares, lo que se defiende no es la verdad ni el amor, sino la fachada. El miedo a “lo que dirán” pesa más que la empatía, más que la justicia, más que el lazo humano. Y ese daño, a menudo callado, negado o disimulado, destruye lentamente lo que no siempre se puede reconstruir, la confianza.
"Nada de lo que he hecho tiene valor", "Mi vida no tiene sentido", "Todo lo que toco se arruina". Frases como estas no son solo síntomas de malestar emocional: son generadoras activas de sufrimiento. Cuando no las identificamos a tiempo, pueden formar un bucle de pensamiento negativo que coloniza toda nuestra experiencia interior, como un virus informático que colapsa el sistema operativo de nuestra mente.
En una época donde el estrés cotidiano parece inevitable, un movimiento creciente aboga por una filosofía radical: dejar de pelear completamente. No se trata de rendirse ante las injusticias, sino de reconocer el precio que pagamos cada vez que entramos en conflicto con otros.
Según un análisis de más de 52 estudios científicos internacionales realizados en los últimos 5 años, se confirma algo que muchas familias ya experimentan en su día a día: vivir con un perro tiene un impacto positivo real en nuestra salud. En el caso de los más pequeños, ese impacto se traduce en actividad física de más calidad—gracias al juego y los paseos—, más contacto con el entorno natural y más oportunidades para sentirse acompañados y emocionalmente seguros.
Realmente, el proceso de individuación, "convertirse en persona", es complejo, es un viaje intrapsíquico, sociocultural de aprendizaje continuo en interdependencia global. Es casi imposible dar respuestas únicas, las variables multicausales abundan y las teorías diversas tratan de abordar la complejidad humana o simplicidad humana.
Cada mañana en África, una gacela se despierta sabiendo que tiene que correr más rápido que el león más veloz si quiere seguir viva. Y cada mañana, un león se despierta sabiendo que tiene que correr más rápido que la gacela más lenta si quiere comer. Da igual si eres león o gacela: cuando amanece, más te vale empezar a correr.
Han transcurrido ocho meses desde que la Dana cambió la historia en Valencia. Poco tiempo para la reconstrucción emocional, según datos de psicólogos y expertos en catástrofes ambientales, y más escaso aún para lo que ha sido el restablecimiento del orden público, viabilidad, arreglo de fachadas, desagües, etc. Esto a pesar de los esfuerzos de empresas y particulares voluntarios; quienes siempre tendrán un lugar inolvidable en las poblaciones afectadas.
Aunque parezca increíble hay familiares tóxicos, lo mismo que hay personas tóxicas extrarradios de la familia que hacen la vida imposible a aquel o aquella en quienes ellos, los tóxicos, se fijen. Tanto mayor la cercanía y parentesco o afinidad de las personas, cuanto más dolor experimenta la víctima tras sus actuaciones. Es una forma de acoso como otras. Lidiar con una madre tóxica es una experiencia profundamente dolorosa y complicada.
SharkNinja ha descubierto que el secreto de la felicidad está más cerca de casa de lo que pensamos. De hecho, su nueva investigación, sugiere que el secreto de la felicidad es, precisamente, nuestro hogar. Según el último Informe de Salud de Stada, los españoles se encuentran entre los europeos que más cuidan de su salud, y los datos de SharkNinja sugieren incluir la limpieza como apoyo a nuestra rutina de autocuidado.
Hay personas que se levantan cada día buscando desafíos, adrenalina, retos que activarían cualquier sistema de recompensa. Otras, sin embargo, viven atrapadas en una forma más insidiosa de activación: una búsqueda inconsciente de cortisol, de angustia conocida, de problemas por anticipar. Como si necesitaran una dosis diaria de preocupación, de fracaso o de dolor emocional para sentirse “en casa”.
¿Has sentido alguna vez que tu trabajo te consume por completo? Si eres autónomo o tienes un trabajo con muchas responsabilidades, es posible que lo hayas experimentado. Aunque parezcan lo mismo, estrés laboral, sobrecarga laboral y síndrome de burnout no son iguales.
Nuestra mente es como una radio: si el dial está mal sintonizado, no oímos la música, solo interferencias. Pensamientos que se repiten, que se amplifican, que nos hacen sentir inútiles, tristes o indignos, aunque no haya razones objetivas. Son lo que la psicología cognitiva llama distorsiones cognitivas: formas erróneas de interpretar la realidad que acaban drenando nuestra energía emocional.
Las discusiones en una relación no siempre surgen por desacuerdos superficiales. Con frecuencia, están arraigadas en emociones más profundas como el miedo, la ansiedad o experiencias pasadas no resueltas. Comprender el origen de estos conflictos es el primer paso para abordarlos de forma constructiva y fortalecer el vínculo emocional.
No hace falta creer en fantasmas, ni esperar a que la noche caiga con luna llena y ajos colgando de la puerta y las ventanas. Los vampiros existen. No tienen capa ni colmillos, pero andan sueltos por las oficinas, por los pasillos de casa, por las cenas familiares o entre amigos, están entre nosotros.
Lidiar con una persona pasivo-agresiva puede ser como caminar por un campo minado cubierto de flores. No gritan, no insultan abiertamente, pero cada palabra que dicen lleva veneno disfrazado de cortesía. A primera vista parecen inofensivos, incluso agradables, pero su forma de actuar deja una sensación de incomodidad que va calando poco a poco, como aquella gota de la que hablaba el sabio Salomón. “Decía el Sabio Salomón que una gota constante, ablanda un duro peñón”.
Pensamos que las enfermedades deben aparecer cuando somos mayores, creemos que nuestro sistema empezará a fallar o a tener ciertas inestabilidades cuando vamos sumando años en la últimas etapas. No concebimos tener mala salud o empezar a perderla cuando somos jóvenes, porque nos han inculcado que cada fase tiene su cometido y sus vivencias.
A veces parece que somos nuestros peores enemigos. Queremos avanzar, mejorar, lograr nuestras metas… pero justo cuando las cosas empiezan a encaminarse, algo dentro de nosotros hace que nos detengamos. Posponemos, nos autosaboteamos, nos convencemos de que “todavía no es el momento” o de que “seguro va a salir mal”.
En muchas tradiciones espirituales y filosóficas, el ego no es algo negativo en sí mismo, pero puede convertirse en una trampa cuando se apodera de nuestra forma de interpretar el mundo. El ego, entendido como una construcción mental que se identifica con lo que poseemos, lo que hacemos y cómo queremos ser vistos, nos lleva a imponer un orden artificial a lo que nos rodea.
Las emociones forman parte de nuestra vida cotidiana, nos guían en la toma de decisiones y dan sentido a nuestras experiencias. Sin embargo, cuando una emoción intensa nos desborda, puede nublar nuestro juicio y llevarnos a actuar de manera impulsiva, con consecuencias potencialmente graves.
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