“¡Esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio”. El Papa León XIV pronunciaba estas palabras en la homilía del inicio de su Pontificado el pasado 18 de mayo.
El 267º sucesor de Pedro se hacía así eco del hilo conductor que atraviesa el Magisterio de los Papas a lo largo de este milenio. Recordemos como Benedicto XVI en la homilía del funeral de Juan Pablo II resumía el pontificado de este Papa santo: “Él ha interpretado para nosotros el misterio pascual como un misterio de la divina misericordia”. Por su parte, Benedicto XVI comenzó su Pontificado con la encíclica “Deus caritas est” (“Dios es amor”) y el Papa Francisco, quien convocó un “Año de la Misericordia” nos ha dejado como testamento su última encíclica “Dilexit nos” (“Nos amó”), sobre el Corazón de Jesús, que por cierto, celebramos estos días.
El Papa León XIV pronunció sus primeras palabras desde la logia de San Pedro invitando a la humanidad a acoger la Buena Nueva: “Dios nos ama a todos incondicionalmente”. En la celebración en la Basílica de San Pablo Extramuros citando a Benedicto XVI recordaba el mensaje “siempre antiguo y siempre nuevo” que la Iglesia hoy quiere hacer resonar de una manera particular en el corazón del hombre: “Queridos amigos —decía el Papa Benedicto XVI a los jóvenes en Madrid—, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. […] En el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios”, y la fe nos lleva a “abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios” (Homilía en la Vigilia de oración con los jóvenes, Madrid, 20 agosto 2011). Aquí está la raíz, simple y única, de toda misión, incluso de la mía, como sucesor de Pedro y heredero del celo apostólico de Pablo”.
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