Cuando escribes algo que pretende dar un mensaje concreto, a veces es muy correcto que al final se inserte una moraleja, pero eso sí, con atención y cuidado, ya que nadie es nadie para decirle a alguien qué debe hacer. Como entusiasta de refranes y moralejas creo que debemos tener mucho cuidado en cómo usamos esos refranes y moralejas, ya que muchos/as no le dan el crédito que deberían darle.
Las moralejas pueden ser un arma, pero como dice la gente mayor: “tened mucho cuidado, porque las armas las carga el diablo”, y cuando alguien las emplea “no siempre son la verdad de las verdades”, las escriba Dan Brown o las escriba Ken Follett.
En los tiempos que corren, yo personalmente, haría más caso a las moralejas de cada cuento de “El Conde Lucanor” del infante castellano del Medievo don Juan Manuel, que a consejos y moralejas de gentes de hoy.
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