Sr. Director:
Hablar o escribir sobre la cultura actual en España parece algo baladí o anodino. Argumentar sobre la tradición clásica o cristiana hasta parece absurdo. Se ven y se escuchan tantas aberraciones que le dejan a uno un tanto anonadado, confundido. No hay que hacer un análisis muy profundo para advertir que nos deslizamos hacia abajo por una pendiente sin poder descubrir el final.
En la década de los ochenta del siglo pasado Julián Marías con su habitual maestría y profundidad ya denunció este hecho en numerosos artículos publicados en prensa y revistas relativos a la Decadencia de la Cultura en España. Releyendo ahora esos artículos se descubre la clarividencia y la visión desoladora, pero real, que el Filósofo vislumbraba en un futuro no muy lejano; y no han transcurrido cuarenta años.
Lo escabroso, lo insustancial, lo banal se ha apoderado de los ambientes y se ha establecido de manera casi inapelable: “Hay un evidente descenso del rigor intelectual, de la exigencia de pensar, del uso de la lengua, que conduce al pensamiento y sitúa al hombre en un nivel vital; y de la estimación de la belleza, la seguridad de la vida cotidiana, tantas cosas que se echan de menos y a las que corremos el peligro de resignarnos”. La denuncia fue hecha y el peligro nos atenaza briosamente. Todavía es tiempo de sacudirlo.
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