Seis mil soldados y casi 200 tanques cruzan el río Potomac. Desfilan entre Virginia y Washington. En el trono les espera el césar Trump. El Kaiser, el Zar de los Estados Unidos. Un regalo por su cumple... Han tenido que poner placas metálicas en el firme porque el peso de los tanques destroza las calles. Se están gastando 45 millones de dólares en esta fiesta de cumpleaños del Kaiser. Trump saluda como si fuese el jefe del Estado Mayor. Un Duce de todo a cien. Al mismo tiempo, Estados Unidos se manifiesta en dos mil concentraciones contra el rey Trump. Desde que Norteamérica se independizó de Inglaterra, no hay reyes en Estados Unidos. Ni pelucas blancas con tirabuzones. Pero Trump quiere ser el Zar. La historia no dice qué pueblo indio vivió aquí antes de que estás calles fuesen calles. Antes de que hubiese placas de metal para el paso de los tanques. No importa. El Zar ha llegado para poner todo patas arriba. O para arreglarlo todo. Qué más da en un país roto. No sabemos qué mal ha hecho el resto del mundo a América para regalarnos a Trump con un lacito naranja. Un Kim jon-un anaranjado. Qué ha hecho Zahara de los Atunes para merecer ésto. Que ha hecho Huelva o Huesca para tener más aranceles. Qué ha hecho Vietnam o el Congo africano para aguantar al Kaiser.
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