El pasado mes de mayo ha estado, como todos los años, lleno de primeras comuniones. Para muchos es una ocasión de reunirse, un evento, una competición por organizar una mini boda sin boda.
Me da pena que muchos de esos niños no pisen la Iglesia más que de vez en cuando. Pero les tengo envidia, por su inocencia, sus almas limpias, su niñez, para recibir a Jesús, el creador, el salvador como alimento. Me acuerdo muy bien de mi primera comunión y de mi primera confesión. Jesús está a gusto con todos, pero especialmente con los niños, con los enfermos, con los desamparados, con los pobres.
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