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Sí, no, nunca

La vitalidad no debiera oscurecer el discernimiento
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 13 de junio de 2025, 10:44 h (CET)

Partimos de un sí radical, inevitable, grandioso y enigmático; sin él no se conocen presencias. La irrelevancia ampulosa de la nada recalca el significado de semejante afirmación. No sirve eso de ir a pedirle explicaciones a la nada, su silencio no llega a darnos ni una respuesta helada. El brote afirmativo lanzó el diseño de unos comienzos centrados en sus propias condiciones como única normativa; el ENIGMA prevalece asociado a sus fulgurantes manifestaciones. Gran estallido de expresiones innovadoras de inquietos alcances, de insospechadas evoluciones y abismos bulliciosos. No conseguimos precisar los comienzos y evoluciones por la creciente urdimbre de sus conexiones, nuevos manantiales originales y consolidaciones momentáneas.


El sí se prolonga a lo ancho de las esferas del Universo, su actividad es incesante, los brotes genuinos abarcan una diversidad palpitante de rasgos caóticos en la apreciación de nuestras mentes. Aparece contundente la complicidad del tiempo y la sucesión de eventos, surgen entes con iniciativas peculiares de índole vital y hasta seres con nuevas morfologías, de capacidades respondonas inauditas situadas entre el ser o no ser. Se suceden las AFIRMACIONES aparentemente descontroladas, aunque las fuertes sujeciones insoslayables ejercen su papel con sencillez, indetectables e intransigentes, sin renuncias. La existencia se reafirma con una incontinencia efervescente, controlada por sus míticas reservas; alardea de sus fondos inabordables.


En la siguiente ojeada temporal se detectan funciones dispares, ocasionalmente enfrentadas con roces y chispazos enervantes, entretenidas en sus versiones templadas e incluso chistosas en sus devaneos alejados de comprobaciones definitivas; sus manifestaciones brotaron por cambios bruscos o por modificaciones de lenta progresión. Se expresan enérgicas en las denominadas sensibilidades, intenciones o razones, de prestaciones equívocas y esquivas afirmaciones de calificación indeterminada. En definitiva, de manera subrepticia se implantó afirmativa la EXPERIENCIA, todo un dechado de matices interminables con ínfulas desbordantes. Destaca su perfil renqueante alejado de los enlaces justificantes.


En las desmesuradas evoluciones del Universo, bienes y raíces sufrieron duros embates e influencias de toda laya y condición. Las energías más insólitas, sin menospreciar los efectos de materias oscuras indetectables, configuraron el perfil de los elementos presentes en fases posteriores y condicionaron sus características. Abundaron los estímulos contradictorios en la compleja evolución; nunca se ha logrado reunir la totalidad de sus pormenores. Pese al conjunto de obstáculos, la orientación de su curso no se detiene, se centra en la inmensa APERTURA, como un estallido placentero, de los cruces violentos a la expansión, de los ciclos vertiginosos a la versión del futuro enfocada a los grandes horizontes.


Empeñados en la comprensión de los eventos, caemos en reduccionismos impresentables por irreales, no alcanzamos las dimensiones de cuanto sucede, ni las oscuridades acompañantes. Descubierta una conexión, nos revela sus múltiples dependencias; nunca aparece la explicación definitiva. La diversidad amplifica las dificultades; proliferan los focos de donde provienen las fuerzas activas, CAMPOS desconocidos de inmensas proporciones. Apenas conectamos con los núcleos más cercanos. Con la presencia de los humanos, también se ven afectadas las capacidades mentales por las variaciones. Se diluyen las energías fugaces por entresijos insospechados, con ritmos acelerados y la inestabilidad en auge.


Una vez situados en escena nos mostramos de diversas maneras con los movimientos adaptados a las circunstancias, como CAMINANTES, imbuidos también de la complejidad, sin librarnos de los enigmas subyacentes. Las actitudes desplegadas son un buen reflejo de los factores implicados, dejando aparte las resoluciones dogmáticas. Suelen ser delatoras del entramado de los pensamientos. La cansera aporta sus rasgos genuinos en la forma de moverse. La parsimonia del torero, desfiles o pasos cautelosos, son muy específicos. El orgullo fatuo del caminante suele convertirse en patético cuando asoman las desproporciones. Errantes o concienzudos, las modalidades son expresivas, a menudo sin pretenderlo.


Son tantos los protagonistas que el panorama nunca se completa, a las actuaciones en sí hemos de añadir los sentimientos gratificantes o penosos de cada sujeto; siempre con ese acompañamiento inquietante de lo desconocido. Cuando ya hablamos de voluntades decisivas, se entiende menos la proliferación de peripecias SOMBRÍAS por sus efectos nefastos. Unas veces se generan en el mismo individuo por la negritud de su ánimo con malas proyecciones; muchas otras proceden del exterior, anónimas, ligadas a figuras concretas e incluso naturales. Las cuitas y aflicciones se acumulan como un pesado lastre en la experiencia individual, con evidente repercusión en el mosaico social y viceversa.


Es curioso, lamentable también, los conocimientos adquiridos a través de las edades y los descubrimientos, nos abocan a una desvirtuación de las mejores cualidades. Avanzamos a ritmos galopantes en las prácticas triviales por la BANALIZACIÓN de conceptos y criterios. Saturados por la diversidad informativa, asumimos la falta de certezas, mientras aplaudimos y seguimos a los sabiondos de pacotilla, con un servilismo rayano en la estupidez. Dicha pasividad interpretativa multiplica los comportamientos como autómatas, escudados en el sistema. Desaparece la responsabilidad, lo criticamos en los demás, mientras a nivel personal delegamos en cualquier estructura manejada por intereses y gente manipuladora.


Nadie puede renunciar a sus responsabilidades, estas desarrollan sus efectos sea por acción u omisión. La obediencia ciega nos convierte en cómplices. La necedad de mirar hacia otro lado no elimina la colaboración prestada, tampoco el cinismo de los líderes o seguidores escudados en la algarabía ambiental. Partidos, instituciones, emporios, colectivismos, favorecen enloquecidos la devaluación de la entidad personal, acentuada por otros deterioros, como la edad, deficiencias o marginaciones diversas. El núcleo de los EJECUTORES se congratula de semejante hundimiento a su alrededor. Aquel sí originario de la existencia abierta evoluciona a una turbulencia de malos presagios y frustraciones interminables.


Desde las primeras apariciones, la imagen de los humanos ha registrado modificaciones evidentes de variada sensibilidad. Aunque su RASTRO se ha ido desfigurando en una heterogeneidad relevante, cobra prestancia la idea sobre la pérdida de un denominador común respetable. Sin ese núcleo común, la diversidad actúa como disgregadora, apunta al descredito progresivo y al incremento de las inquietudes.


Celebrando el sí de la aparición en este mundo, asimilarlo al menos, son muchas las posibles experiencias venturosas para sentirse implicado en sus evoluciones. Son innegables las actitudes perniciosas merecedoras de un no rotundo. Permaneciendo el designio inexcrutable de lo que NUNCA sabremos, de lo que NUNCA podremos realizar y, sobre todo, recordar lo que NUNCA debiéramos haber contribuido a realizar.

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