La esencia de la calle debería ser el reflejo de eso que dicen “guardar las formas con los ojos”. Luego están las calles de lo que defino como “verano peligroso”, donde muchos insolentes suelen dejar volar su sucia alma y dejan que aceras, plazas y calzadas huelan a rancio. Así queda resumida la vida, el modo de vida, de nuestras calles en período estival.
Mis abuelos y mis padres “no acomplejaron a las calles de su época”, es más, nos enseñaron cómo se deben respetar y vivir las calles, y lo cierto es que saber vivir y compartir la calle es inspirar aire bueno, aire de sentimiento, aire de cuando eras pequeño y jugabas en las calles, “calles que hacían honor al nombre calle”, y hoy muchos y muchas que destrozan el concepto calle, sentirán algún día lo que se denomina arrepentimiento. Sí, son personas y gentes salvajes, son bestias que actúan de forma incomprensible, son ogros que con sus “metafóricas danzas” ensucian el corazón del vocablo calle.
El ciudadano normal de a pie que sabe el verdadero significado de “calle” debe actuar para ganar la batalla, una batalla que se avecina eterna.
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