Se asocia con Michael Hopf, militar y escritor, aquella sentencia de que “los tiempos difíciles forjan hombres fuertes, los hombres fuertes traen buenos tiempos, los buenos tiempos crean hombres débiles, los hombres débiles traen tiempos difíciles”. Se trata de un encadenamiento en círculo, lapidario y determinista, que nos enfrenta a una sucesión de ciclos inevitables, en la línea del eterno retorno. Acongoja ello a quienes, por su militancia en la racionalidad, entre los que me incluyo, son o somos reacios a las explicaciones simples y monistas, atesorando, por consiguiente, la esperanza de que nunca exista una caída sin freno. No nos gusta, en general, lo inevitable, esto es, lo que sucede al margen de nuestras acciones más o menos vanas.
Los ciclos, como los espejos de Borges, son abominables, porque replican “ad infinitum” lo atroz tanto como lo favorable. Generan, en el sujeto pensante, algo parecido a lo que provoca la idea de universo paralelo, inquietante y devastadora para el amante de la bondad unívoca. La idea del mal y el sufrimiento como entidades no subsanables, que nunca desaparecen del todo, aunque parezcan vencidas, y que, en todo caso, fueron y serán de nuevo predominantes, o lo son en realidades paralelas que, aun no siendo perceptibles, estarían desarrollándose ahora mismo, llena de desazón a quienes creen, o creemos, habitar un espacio moldeable y dado a la elección moral.
Si nos centramos en el párrafo de Hopf, no hay duda de que la opulencia y la molicie forjan una creciente comodidad en los actos y el pensamiento, así como en el lenguaje. La tendencia es atribuible hoy al ámbito que habitamos, el del orbe occidental, menguante en demografía e influencia, pero alberga el planeta otros mundos, tal vez con hombres fuertes forjando tiempos buenos. En el nuestro, la molicie es realidad incontestable; me refiero sobre todo a la molicie intelectual y reflexiva.
Es ejemplo de ello el coeficiente intelectual, pues hay estudios que parecen demostrar que vamos siendo cada día, al menos en esta parte del geoide, menos inteligentes. Durante el siglo XX, se fue constatando el denominado efecto Flynn, un fenómeno analizado por la ciencia que debe su nombre al difunto educador estadounidense, relativo a la propensión al alza de los niveles de inteligencia a lo largo del tiempo, hecho reflejado en la subida de puntuación media de las pruebas de CI, especialmente en Occidente.
Sin embargo, la tendencia parece haberse invertido en algunos de los países considerados más avanzados, tal y como muestra un estudio publicado, en 2021, en The Conversation (1), que refleja un estancamiento del susodicho coeficiente en países como Noruega, Reino Unido, Suecia o Francia. Puede ser que las pruebas se hayan quedado anticuadas, según algunos expertos, o puede ser que la comodidad y la molicie estén pasando factura.
Pero la molicie incluye asimismo algunas maneras de conformismo político y ético. Pensamos en la Democracia, y en nuestros derechos individuales, como algo dado e inamovible, que está ahí independientemente de la actitud que profesemos. Pero no. Los acontecimientos son tozudos y nos enseñan que el único camino para mantener derechos y democracia es el de los hombres fuertes que los defienden cada día. Los últimos años lo señalan y en España no sé si lo tenemos demasiado claro. Tal vez sea la molicie o tal vez haya más cosas. No tardaremos en saberlo. ----------------------
1. “IQ tests: are humans getting smarter?”. The Conversation. Mayo, 2021 https://theconversation.com/iq-tests-are-humans-getting-smarter-158837
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