España, con todos mis respetos hacia ese país, no es el Congo. Claro que no. No saben los congoleños la suerte que tienen de no estar en nuestro pellejo. En el Congo no tienen, según mis informaciones, bancos que les roben y que pertenezcan a los elitistas, y eso ya es bastante para que una nación considerada del Tercer Mundo nos gane la partida por goleada. Dichosos ellos los congoleños, España no es el Congo, es España, como su propio nombre indica: el país en el que desde tiempos inmemoriales no se llama a nada por su nombre, es decir, para nosotros, los saqueos indiscriminados de gobiernos y bancos nos parecen normales, los vertidos tóxicos son hilos finos sin importancia, las crisis se consideran recesiones, y a que Europa te tire de la correa hasta la asfixia lo denominamos línea de crédito.
España no es el Congo: es el país en el que nunca nadie tiene culpa de nada. Sánchez culpa de la situación a Rajoy, Rajoy a Zapatero, Zapatero a Aznar, Aznar a González..., y así podríamos llegar a Fernando VII o incluso a los fenicios. ¡Por pasarnos la pelota que no quede! ¡Hasta llegar al Big Bang... imaginaos!
España no es el Congo, porque aquí hay menos vergüenza y prima la filosofía de “chupar del frasco” y apoltronarse donde se pueda, con un superávit de políticos ineptos que cada vez da más asco.
España no es el Congo: es la cuna de los “sabelotodo”, el país donde todo se arregla desde la barra de un bar o mientras se abre una cerveza de lata recostado en el sofá. España no es el Congo, caballeros. ¡No! Claro que no, eso quisieran muchos.
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