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Tejer relaciones con alma en un mundo virtual

Cuidado con las engaños y timos, que se ofrecen a través de Internet. Estamos asistiendo al desarrollo de máquinas que trabajan y toman decisiones por nosotros
Víctor Corcoba
lunes, 26 de mayo de 2025, 09:48 h (CET)

En un momento en el que estamos cada vez más inmersos en territorios de dominación, empedrados por el imperio de la frialdad de las autopistas tecnológicas, nos conviene despertar, porque cuando las personas no se tratan entre sí como seres con corazón, sino como meras expresiones interesadas, en lugar de propiciar el encuentro, para que se promueva el hermanamiento y la paz entre pulsos distintos, lo que suele activarse es la polarización y el extremismo, con lenguajes de indiferencia y abecedarios absurdos. Así pues, es cada vez más urgente y preciso hacer de la complacencia digital una prioridad nacional de salud pública, regulando el diseño de las plataformas para limitar las funciones adictivas y nocivas, capacitando al personal sanitario para orientar a la ciudadanía sobre un uso seguro.


Justamente, un informe reciente publicado por la OMS, subraya como un riego para la salud mental, sobre todo en niños y adolescentes, tanto las redes sociales como las plataformas impulsadas por la inteligencia artificial. La exposición al ciberacoso, los estándares corporales poco realistas, los contenidos dañinos y el marketing maléfico están ahí, cada día más extendidos y poco regulados. Los diversos análisis indican que, aunque se están tomando medidas, hay poco acuerdo sobre quién debe asumir el compromiso. Quizás deba ser conjunto, iniciándose en el propio hogar, pero incluso oyendo a los jóvenes y al sector industrial, exigiendo responsabilidades a los intereses comerciales. Asimismo, la violencia es algo que nos afecta en línea, pero a la par en el día a día.


Cuidado con las engaños y timos, que se ofrecen a través de Internet. Estamos asistiendo al desarrollo de máquinas que trabajan y toman decisiones por nosotros, que llegan a predecir nuestros comportamientos, que además responden a nuestras preguntas con encantamiento seductor. Será saludable, por consiguiente, para toda la humanidad, hacer un llamamiento a los gobiernos, así como a todos los sectores implicados, que den un paso hacia adelante, en la creación de entornos digitales que cuiden, en lugar de abandonar o descuidar, el bienestar de nuestras generaciones más jóvenes. Activemos los espacios físicos, no únicamente los digitales. Jamás borremos de la memoria, la necesidad de mirarnos frente a frente, para redescubrirnos y evitar trampas.


No hay otra forma de aprender, que tomar como referente aquel que tuvo compasión con nosotros. Sin duda, las personas más pobres son las más desatendidas; de ahí, la importancia de reorganizar los entornos con la clemencia necesaria, como las moradas, las comunidades, las escuelas, los lugares de trabajo, los servicios de atención a la salud o el medio natural. Por otra parte, la brecha de las redes sociales se ensancha cada día más. Las plataformas que prometieron hacer familia y conectar más a la gente, han acentuado diversas formas de división. Para humanizar los ambientes digitales, no debemos arrinconar tampoco a los que se quedan atrás. Ojalá aprendamos a ser comunicadores de encuentros, nunca de encontronazos, pues todo comienza con la capacidad de atender y entender.


Desde luego, si tenemos presente que nos estamos conectando con otras personas detrás de la pantalla, o con programas automáticos que operan llevando a cabo programas asignados, la práctica de la escucha puede extender la acogida a las crónicas de los demás y comenzar a fraguar pertenencias, desde el discernimiento. Reconocer a nuestro prójimo digital es descubrir que la vida de todo ser humano nos concierne, lo que nos demanda no sólo a compartir ideas, a concretar acciones igualmente, que son las que en realidad nos fecundan. Es lógico, en consecuencia, activar el signo de la evidencia como tejedores de aproximación física o anímica; poniendo en común nuestros talentos, de buen fondo y de igual forma, pero también haciéndolo cuerpo a cuerpo y mirándonos a los ojos.

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Entre las múltiples experiencias que he vivido a lo largo de mi vida destacan las tres semanas que permanecí embarcado, allá por los ochenta, en el Ramiro Pérez, un barco mercante en el que realicé el viaje Sevilla-Barcelona-Tenerife-Sevilla enrolado como un tripulante más.

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