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Lecturas aleccionadoras

Son un semillero fructífero
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 9 de mayo de 2025, 10:58 h (CET)

Qué difícil es la diferenciación de las buenas o deficientes lecciones. Desde su mensaje a la asimilación de sus contenidos, suceden la mar de cosas. No se trata de perfiles escuetos y bien delimitados. Hemos de contar con su procedencia y los receptores de la misma, con sus inevitables reverberaciones. Se añade la importante aleación de las ideas y el tiempo, sus figuraciones modifican los comienzos. Aún así, solicitadas o no, las lecciones diseñan TRAYECTORIAS de posible utilidad, que siempre podrán ser aceptadas o rechazadas a través de innumerables actitudes y criterios. Hoy partimos de algunas expresiones artísticas de entrañables contenidos, cuyas sugerencias son estimulantes.


Del poema “Lección de dibujo” de Nízar Qabbani, de indudable talante intimista y educativo, extraigo algunos comentarios relacionados con su mensaje. En la escena, el hijo le solicita al padre que le dibuja un PÁJARO. En los primeros trazos se van perfilando unos barrotes, techo y cerradura, provocando la sorpresa filial que protesta ante la imagen de una prisión. Reconoce el padre haber olvidado la forma de los pájaros; una verdadera alegoría del alejamiento respecto a la Naturaleza. Sale a relucir esa idea carcelaria centrada en el control abusivo de los seres vivos inferiores. La experiencia de unos matices evolutivos retrógrados, por atrofia de la sensibilidad, pérdida de cualidades y el ensimismamiento cegato como augurio de una insensatez galopante.


La notable impericia paterna estimuló al chaval para hacerle una nueva proposición, papá dibújame una ESPIGA de TRIGO. Responde solicito con la pluma dispuesta y los trazos configuran una pistola, con el regocijo filial, ya no distingues entre ambos objetos; sí, conocía muchas cosas, la hogaza y las rosas, pero son tiempos duros y la violencia se convirtió en exigencia para subvertir las necesidades y deseos. La malversaciones y la frivolidad organizativa también contribuyeron. Las culturas aportaron innumerables y sustanciosos logros, los medios de comunicación alargaron sus tentáculos, pero la crispación y las actuaciones violentas son impetuosas. La brega constante por la subsistencia continua siendo poco halagüeña para un gentío de desfavorecidos.


Un tanto movido por la sorpresa o por la comprensión afectiva ante el deterioro del dibujante, como un cambio de tercio resolutivo, el hijo le solicita el recitado de un POEMA. A pesar del cambio de orientación, obtiene una respuesta triste e inesperada, a su padre se le escapa una lágrima y unas palabras; cuando crezcas comprobarás la notable proximidad entre las palabras y las lágrimas. Quedan absortos por la inquietud experimentada en los adentros y la perplejidad de la juvenil expectativa. Pensamos en el mal uso de las palabras. Al descuido negligente sin pensar en las consecuencias, le sigue el empleo acomodaticio al servicio de las peores estrategias. Las desdichas provocadas por estos deslices son incesantes y de calibres insospechados.


La secuencia de las peticiones no cesa, le vuelve a poner la pluma y los colores con una nueva petición, que le dibuje una PATRIA. El progenitor se acongoja, aturdido, tembloroso y presa de un llanto melancólico. Sin duda, esta reacción nos sorprenderá menos ilustrados de sobra por la suma de acontecimientos relacionados con es palabra y sus múltiples reflejos y repercusiones.

Dificultades, usos y abusos, se entrelazan. Quién es capaz de definir la patria con sus requisitos, los comportamientos y no digamos el reparto de secuelas, incluso masacres derivadas de ese nombre. Las explicaciones pueden enturbiar más los conceptos con futuros enredos y la decepción de no poder remediar las barbaridades previas.


Al hilo del mencionado pájaro, recuerdo al genial Mikel Laboa por su composición reivindicativa “Txoria, txori”, dedicada a los pájaros y convertida en alegoría de la libertad. Dejaría de ser pájaro sin la soltura de sus alas al viento y el le amaba como un pájaro auténtico y vital. La melodía acompañante es entrañable. Como vemos, todo un canto a la autenticidad del ser vivo en libertad, sin cortarle las alas. Esa libertad que tantos devaneos, registros y malversaciones nos procura. No sólo en cuanto al trato de los animales, que sea forzado o de atenciones respetuosas, sean mascotas controladas, ganado o animales salvajes. El control de los seres vivos, plantas, animales o personas, entraña forzamientos de difícil justificación y equilibrio.


En ocasiones, una frase se transforma en un estandarte indestructible a través de los tiempos; aunque se desvirtúen las palabras, mantienen el brillo de su mensaje. Una de ellas fue escrita por Saint-Exupéry, “Lo esencial es invisible para los ojos” y mantiene toda su carga expresiva. Lleva implícita una información surgida de los adentros de cada persona y es un tanto ajena a las manipulaciones foráneas. Mantiene su vigencia a pesar de la serie de olvidos y distorsiones pululantes por los ámbitos sociales, donde priman los intereses contradictorios y discutibles. La AUTENTICIDAD no suele ir pareja con las declaraciones estridentes ni con los comportamientos condicionados por los empoderamientos viciados; sus vibraciones son radicalmente autónomas.


Dos versos me quedaron grabados al leer “Te necesitas” de Magdalena S. Blesa, “No te das la importancia que mereces” y “Porque no hay como tú nadie en el mundo”. Solicitan una mayor atención a las características personales, aportaciones y responsabilidades. Las frecuentes pasividades, renuncias acomodaticias y serviles, nos abocan a un desierto innominado de trayectos inestables, sometidos a ventoleras descentradas. En semejante desierto ruidoso, pero deshumanizado, no desaparecen, por el contrario, reverdecen los oasis de la DIGNIDAD personal, participativa y responsable. Es uno de los pilares para darle sentido a la vida, muy debilitado por la marabunta existencial, aunque su carácter de indispensable no caduca.


Si aún se practican las conversaciones, pueden distraernos; los múltiples avatares de la convivencia suelen abrumarnos, aturdirnos, bajo las extendidas garras de la confusión. Tampoco eludimos emociones ni pensamientos, aunque el diseño de sus circuitos recorre espacios intangibles. Con tantas venturas y desventura, por exceso o por defecto, abundamos en claudicaciones o desvaríos. No puede ser tan complicado. Me abre los ojos la poesía de Carlos Marzal, “Allí donde tengo la mirada veo la perfección”. Sus palabras sacan a relucir las mejores reverberaciones vitales frente a las complicaciones e incluso adversidades. Nos desplazan hacia una AFIRMACIÓN comprensiva de las realidades, ensamblando intimidades y conexiones.


Hasta cierto punto nos enfrentamos a una disyuntiva cruel por su radicalidad. Caemos en el DESENCANTO frustrante, porque cedemos el terreno a la desolación de los desiertos al renunciar reiteradamente a las mejores aportaciones cualitativas, sin reparar en la vacuidad de las supuestas alternativas. Más aún, alardeamos de esas caprichosas actuaciones alejadas del respeto mutuo y la dignidad propia.


Quizá por lo exigente de la adhesión a las opciones gratificantes, patentes en todas la profesiones y actitudes existenciales. Eso de transformar los impulsos y las rutinas en CULTIVOS esmerados de los comportamientos `por su relación con las demás personas. Como resaltaba Gloria fuertes, ¡A las almas!. Ojo, no a las armas. Para insistir en el hálito comunitario, no masificado, integrado por las dignidades individuales.

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