Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Cesta de Dulcinea | Apagón | Luz | Electricidad | Sentimientos

Y a ti, ¿cómo te pilló?

Comprendí que el ser humano es frágil, con esas calles miedosas de luces bailando con las estrellas
Nieves Fernández
miércoles, 7 de mayo de 2025, 11:41 h (CET)

No escribiría este texto si el apagón me hubiera pillado en una autovía atascada, o encerrada en un ascensor, o en medio de una prueba médica con claustrofobia, o con una lavadora sin haber aclarado, o con un pollo asado a medias, o en apagón prolongado que estropea alimentos, o en catástrofe de numerosos muertos y heridos, o estar con dificultades con personas con discapacidad física o sensorial, o…


Supongo que me pilló como a muchos de nosotros, la alarma la dio muy pronto un aparato que solemos tener cerca: el móvil.


A las doce treinta y tres minutos, estaba a gusto: acompañada de un grupo agradable de profesores, reunidos dilucidando qué jóvenes autores adolescentes se harían con los premios de un concurso de relatos y microrrelatos en certamen nacional, con los consabidos eurillos que tan bien le vienen a cualquier estudiante. Al ser casi la tarde, entraba luz a raudales por los ventanales y no hicimos demasiado aprecio al apagón, ni nos importunó, solo cuando se utilizó el teléfono para avisar a los ganadores de su hazaña, nos dimos cuenta que no teníamos cobertura en ellos, ni para llamar a los autores, ni para un billete de AVE, ni para llamar a un familiar, ni para nada.


Se deshizo la reunión sin saber en qué quedaría aquello, y nos fuimos a tomar una caña fresca, comentando, el más pesimista, que podría ser la última caña disfrutada en mucho tiempo. Algo de miedo hubo tras esas palabras. Luego el civismo de los semáforos nos abrió paso junto a unos alumnos que lo cruzaban.


A partir de ahí, invitados a comer en casa, imposible de llegar a la suya, comida fría pero apetecible, y entender que el apagoncillo que nos pilló era mucho más gracioso que cruel pues había agua, aunque luego supimos que no todos disfrutaron de agua y luz, como el mejor tándem para sobrevivir.


Imaginé los que tenían más de cinco pisos por subir, o menos, subiendo a niños y a personas mayores, los que no tenían dinero en efectivo, u otra forma de llegar a casa que en tren. Me alegré por el buen tiempo que permitió a los caminantes de primavera poder reunirse con su familia. Odié el caos de ciudades gigantes que no permiten una vida fácil a sus conciudadanos, o a los túneles, o a los centros que no han previsto nada y que las personas se quedaran a dos velas, y que esas velas no sirvieran para seguir trabajando, ni siquiera para cenar románticamente y su luz se cambiara por la fría linterna de un móvil sin apenas carga.


Antes de acostarme, miré al cielo y comprendí que el ser humano es frágil, con esas calles miedosas de luces bailando con las estrellas. Vi la luz silenciosa y azul de la Policía, y busqué silencio en la lectura, acordándome de antiguos pintores, músicos y literatos con velas y sin kits tecnológicos de supervivencia. 

Noticias relacionadas

Atravesamos tiempos extraños. El progreso tecnológico avanza a un ritmo vertiginoso, pero el alma del mundo parece agotada. Se habla de inteligencia artificial, de exploración espacial, de nuevas formas de energía, pero cada día mueren miles de personas por causas evitables, y la Tierra, nuestro único hogar, está al borde del colapso. En medio de esta contradicción brutal, muchos nos hacemos la misma pregunta, ¿qué futuro les dejamos a nuestros hijos?

A lo largo de mi infancia viví en una calle malagueña con ciertas pretensiones de vía principal. Por la parte de atrás, lindaba con la zona más típica del Perchel repleta de corralones. El lenguaje que provenía de sus dimes y diretes habituales era de lo más “florido y versallesco”.

Tenemos que hablar. Cuando uno crece en familia, la charla sobre sexo es uno de esos rituales de paso por el que se ha de transitar, primero como hijos y, después, cuando se madura y se avanza hacia el otro lado del espejo, como padres, actualizando la fórmula y haciéndola más llevadera. Siempre es un momento incómodo, pero esencial para mostrar la realidad a la que se enfrentan durante la adolescencia y, en consecuencia, el resto de su vida.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto