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¿Qué es esperanza?

Se necesita la plomada de la Escritura para detectar dónde se produce la desviación de la confianza cristiana
Octavi Pereña
lunes, 5 de mayo de 2025, 09:20 h (CET)

El arzobispo de Urgell Juan-Enrique Vives, en su escrito “Cerca del Papa”, se refiere al mensaje papal titulado: “Caminemos juntos en la esperanza”. El arzobispo escribe: “Recuerda como el tiempo de Cuaresma no deja de ser un peregrinaje anual en la fe y en la esperanza, para que preparemos los corazones y nos abramos a la gracia de Dios, para poder celebrar la Pascua, centro de la fe cristiana y garantía de nuestra esperanza. No podemos quedarnos en una espera pasiva de Pascua, sino esperar activamente, decididamente, hacia el bien y mejora de nuestras vidas, que es la conversión”.

El clérigo finaliza el escrito con estas palabras. “La esperanza es el áncora del alma, segura y firme”.

El corazón del mensaje gira alrededor de “Caminemos juntos en la esperanza”. Finalizada la lectura del artículo, ¿ha entendido el lector que Pascua sea el centro de la esperanza cristina? Pienso que no. La esperanza cristiana que transmite el arzobispo Juan-Enrique Vives está envuelta de nubes que impiden ver qué significa realmente.


No quiero repetir el error del purpurado. Intentaré compartir con la máxima claridad posible qué es esperanza cristiana. En principio no es un humanismo. Las religiones son inventos humanos que no aportan verdadera esperanza en sus fieles. La esperanza humana está limitada por los imprevistos.

El dicho: “El hombre propone pero Dios dispone”, es una verdad popularmente reconocida que admite los límites de la esperanza humana. Limitémonos al contexto católico. ¿Cuántos fieles de esta confesión religiosa saben con certeza qué hay más allá de la muerte? La mayoría se sale por peteneras. Como la cuestión de la eternidad no es un tema intrascendente, repito, intentaré esclarecerlo de la mejor manera posible.


El dogma católico diviniza al Papa al concederle el don de la infalibilidad, don que es exclusivo de Dios. Encontrándose el apóstol Pablo en Listra, “un hombre imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado, oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, dijo a gran voz: levántate derecho sobre tus pies. Y el saltó, y anduvo” (Hechos 14: 8-10). ¿Cómo reaccionó la muchedumbre que había contemplado el milagro?

“Levantaron la voz, diciendo: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros” (v. 11). Cuando Bernabé y Pablo oyeron semejante disparate “rasgaron sus ropas, y se levantaron entre la multitud dando voces diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay” (vv.14, 15). Quienes creen en la divinidad papal ponen su esperanza cristiana allí donde no la hay.


¿Qué dice Jesús de sí mismo? “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Entonces, Jesús dirigiéndose a Marta con quien conversaba, le pregunta: ¿Crees esto?” La mujer le responde: “Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (Juan 11: 25-27). ¿Lo cree el lector?


El apóstol Pedro a quien el dogma católico considera el primer papa de una larga lista de ellos, pone los puntos sobe las íes. Dice su auditorio: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12). El mismo apóstol, en la predicación que pronunció después que Jesús hubiese ascendido al cielo, entre otras cosas dijo: “Todo el que invoque el Nombre del Señor será salvo” (Hechos 2: 21).


El autor de la carta a los Hebreos que compara el peregrinaje cristiano a una carrera atlética, para que no se desanimen durante la competición, anima a los atletas cristianos con estas palabras: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a Aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12: 1-4).


Los humanistas cristianos ignoran qué significa ser hijo adoptivo del Padre por la fe en el Nombre de Jesús y hermanos de Él, para animarles en su peregrinaje terrenal, el autor de Hebreos lo hace con estas palabras: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él (Jesús) también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte, el que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo” (Hebreos 2: 14).


Cristo es la esperanza cristiana. No hay lugar para ella en otra persona o institución religiosa.

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