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Bioética y dignidad de la persona humana

El conocimiento científico representa un avance, pero surge la pregunta: ¿todo desarrollo tecnológico constituye necesariamente un progreso humano?
Llucià Pou Sabaté
lunes, 3 de marzo de 2025, 09:03 h (CET)

Detrás del manejo del origen y fin de la vida, es decir desde la fecundación in vitro pasando por la eutanasia, late una pregunta: Si el alma no es material, y por tanto es espiritual, ¿quién la origina? La respuesta debe estar en Alguien que sea también espiritual y capaz de poder hacerlo. La Revelación cristiana afirma que Dios, que es espíritu puro, creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1, 27).

Además, está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad como persona (cf. Catecismo de la Iglesia Católica 356, 357). Por tanto, es en su origen y su destino donde se asienta radicalmente el valor y la dignidad de todo hombre y de toda mujer.


La persona humana no es una cosa ni un mero objeto, sino alguien. El alma espiritual es lo que confiere al ser humano su carácter personal, es decir, lo que lo constituye ontológicamente como persona.


¿Cuándo el ser humano comienza a ser persona?


Desde el inicio de su existencia como ser vivo de la especie humana. Esto ocurre con la formación del cigoto, tras la fusión de los gametos masculino (espermatozoide) y femenino (ovocito). En este cuerpo humano unicelular se infunde un alma creada, que desde ese instante coordina el desarrollo, diferenciación y funcionamiento del cuerpo humano.


Es importante no confundir a la persona (sujeto) con sus cualidades, ya sean morfológicas, intelectuales o culturales. La persona humana sigue siendo la misma en todas las fases de su existencia: embrión, feto, niño, adolescente o adulto. Un sordomudo y una persona sin discapacidad, un deportista de élite y alguien con parálisis cerebral, todos comparten el mismo valor y dignidad intrínseca. La persona responde "al ser" y no "al tener". El carácter personal es inmutable: una persona no es "más persona" a los 10 años que al nacer ni "menos persona" al desarrollar una enfermedad como el Alzhéimer.


Todo ser humano, por el mero hecho de ser persona, posee un valor intrínseco. Podrá tener distintos niveles de cultura, pero ontológicamente, todos los seres humanos poseen la misma dignidad. Por ello, atentar contra la vida de una persona inocente es siempre ilícito, ya sea a través de la tortura, el asesinato, el aborto o la eutanasia.


La bioética y la persona humana


Desde esta perspectiva integral de la persona humana, se puede indicar, con Elena Postigo, que: “La Bioética es el estudio sistemático e interdisciplinar de las acciones del hombre sobre la vida humana, vegetal y animal, considerando sus implicaciones antropológicas y éticas, con la finalidad de ver racionalmente aquello que es bueno para el hombre, las futuras generaciones y el ecosistema, para encontrar una posible solución clínica o elaborar una normativa jurídica adecuada”.


Por tanto:

- La Bioética es una ética aplicada a la ciencia y a la vida en general.

- Se nutre de diversas disciplinas: Medicina, Ecología, Tecnología, Derecho, Filosofía, Economía, Arquitectura, entre otras.

- Su objeto material son las acciones del hombre sobre la vida en general, mientras que su objeto formal es determinar si estas acciones son buenas y contribuyen al bienestar humano o, por el contrario, causan daño a la humanidad y a las generaciones futuras.

- Su finalidad es establecer criterios, normas y principios que orienten el obrar humano respecto a la vida, así como elaborar leyes adecuadas para el desarrollo y el progreso de la humanidad.


El conocimiento científico representa un avance, pero surge la pregunta: ¿todo desarrollo tecnológico constituye necesariamente un progreso humano? Esto nos lleva a cuestionarnos: ¿qué es verdaderamente el progreso humano? Entendemos por progreso humano no solo un aumento cuantitativo del conocimiento, sino un avance en aquello que permite a la humanidad desarrollar sus potencialidades y mejorar verdaderamente la vida humana. Progresar significa crecer en humanidad, es decir, en valores y virtudes humanas.

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