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En una época marcada por la confusión moral y el relativismo cultural, reaparece con fuerza la necesidad de saber quiénes somos y hacia dónde vamos. Esta necesidad no es un lujo intelectual ni un capricho romántico, sino una exigencia humana profunda de sentido y trascendencia, que la ideología globalista y desarraigada ha tratado de negar.
Tengo un amigo mexicano que está dando clases en la Facultad de Veterinaria de Zaragoza que un día me dijo que él siempre había sido de izquierdas. A lo que yo le contesté que ya era hora de que empezara a pensar por sí mismo.
Siguiendo algunas de las informaciones de estos días he podido conocer que treinta mil jóvenes españoles han participado en el Jubileo romano de los jóvenes. Treinta mil jóvenes que con un peculiar sabor a ese camino de encuentro con la juventud que puso en marcha el recordado san Juan Pablo II con las Jornadas Mundiales, han participado en este jubileo que es también expresión de una mutación silenciosa que se está produciendo en la Iglesia y en el mundo.
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