Cuenta una antigua leyenda, que en el Cerro de San Esteban hace días, pico situado en los alrededores del Poyo del Cid, término municipal de Calamocha, había un roble cargado de años en el cual un druida vivía. En aquellos tiempos distantes, para tomar decisiones importantes, por los reyes celtas los druidas eran consultados. De ahí que fueran un objetivo principal para los romanos. Pero, con éste no podían acabar porque siempre les adivinaba su voluntad. Un día cogieron a un anciano de Leonica, antigua aldea celta situada en la ladera entre la ermita de San Esteban y el Poyo del Cid, y lo torturaron hasta que cantó el paradero de su consejero. Dada su pujanza fantasmal, los romanos tenían pavor a penetrar en el bosque y como era costumbre, lo incineraron igual. Pero, al verse cercado por el fuego, éste pronunció un poderoso conjuro y se convirtió en un tejo acorazado. Los romanos pensaron que habían acabado con él, y así lo dejaron. Sin saber lo que hacía, un carpintero cortó el árbol y fabricó una mesilla. Y en aquel momento insano, se fraguó la caída del Imperio Romano. Y con él a su fin toca, su dominio en la Comarca del Jiloca. La mesita fue de mano en mano hasta que el Cid fundó una fortaleza en donde antes hubo un castillo medieval y allí la encastilló. Mas, el mago a sus amigos seguía amparando y a sus enemigos, cribando. Más adelante y para resarcirles del mal causado, el hechicero hizo que los habitantes de Leonicas se trasladaran a otro lado. En una zona más llana y accesible y fundasen el núcleo urbano en La Loma del Prado, a Fuentes Claras cercano. El rastro de la mesa se perdió en la noche de los tiempos. Pero, si en los días de viento se le ocurre subir a la ermita de San Esteban y cerrar los ojos, seguramente, notará que éste trae en sus costales cargando, la voz de aquel Santón celta que por su pueblo sigue clamando...
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