Hace unos días, para satisfacción de todos, espero, la Selección Española de Fútbol obtuvo su pase a la final de la Eurocopa después de ganar a la selección francesa, plagada de estrellas que no fueron capaces de superar el juego que los nuestros desplegaron en el campo.
Según buena parte de la prensa especializada, la genialidad del gol de Yamal, que lleva mucho tiempo apuntando maneras, al igual que Williams, es la causa principal de nuestro triunfo en esta fase de la competición, como en las anteriores. Pero, como también destacan numerosos medios de comunicación, la Selección, en su conjunto, nos ha devuelto la ilusión por el juego que realiza.
Yo, que de fútbol, como de otras muchas cosas, ando justito, lo que he observado es que, si algo destaca en este combinado nacional es la solidaridad. Es raro ver a jugadores como los mencionados u otros, como Morata, ya no defendiendo la salida de balón del rival desde su área, sino en tareas defensivas; es decir, a pocos metros del portero propio, ayudando a los defensas. Esta actitud, creo yo, es la que nos ha llevado hasta la final: la de no anclarse en una posición aplicando la máxima de que cada palo aguante su vela.
Esta de la solidaridad es, sin duda, una virtud sin paliativos; quizá, la más valiosa si se quiere vivir en comunidad armónicamente. Bien es verdad que, en estos tiempos oscuros, algunos la equiparan con el buenismo estúpido y estéril, lo que la distorsiona enormemente, hasta el punto de que la transforma en una caricatura socialmente dañina: la puerta a los populismos; porque, mientras que la solidaridad desemboca en la cohesión y la convivencia, el buenismo lo hace en el enconamiento y la injusticia. Y es en este punto, el de no distinguir entre solidaridad y buenismo, en lo que están enredados los partidos políticos de la oposición real en este momento, especialmente por lo que se refiere a la inmigración.
Que cualquier partido político tenga unos principios fundamentales respecto de cualquier asunto de estado, como el de la inmigración u otros, no es solo conveniente, sino imprescindible. Tal cosa, aun cuando no sea coincidente con la ideología propia, es algo irreprochable, al contrario que no tenerla, que denota una irresponsabilidad propia de quien no gobierna o no aspira a hacerlo, sino, en el mejor de los casos, a figurar como mandatario.
Que el actual Gobierno no tiene política migratoria alguna es algo indiscutible y, desde luego, censurable, sobre todo, porque no tenerla aboca inevitablemente a la improvisación y a la excusa, y, en último término, dada nuestra situación geográfica, a situaciones insostenibles. Ante semejante insensatez, nuestro Ejecutivo vuelve a algo que ya utilizó durante la pandemia, cuando se vio desbordado, la “cogobernanza”, que se traduce en “como no quiero o no puedo solucionar algo que se ha convertido en un problema, diluyo mis obligaciones repartiéndolas entre todas las administraciones, con lo que, como mucho, soy corresponsable no solo de la búsqueda de una solución, sino de sus resultados e, incluso, de su origen”: una derivada más de la única política omnipresente, la de la propaganda de loa o de protección caudillista a la imagen del presidente. Así, haciendo dejación de sus competencias (exclusivas en materia de inmigración) y apelando a la tan sufrida solidaridad, convoca una reunión de presidentes autonómicos para “repartir” a los “excedentes” de MENA’s acumulados en Canarias por todo el territorio nacional, como si de mercancías se tratara, y, hasta la próxima, que, de seguir así, será a finales de año.
Con ello, nuestro presidente y su corte panfletaria no pretenden matar dos pájaros de un tiro, sino provocar un holocausto aviar: “nos quitamos a los MENA de encima, ponemos al PP (gobernante en la mayor parte de las regiones de España) en un aprieto que nos permita denostarlo y acusarlo de insolidario, xenófobo, racista, ultraderechista, fascista y, sobre todo, invasor alienígena caníbal, alimentamos a VOX, que qué malísimos son (lo peor, Pili, tía), pero qué bien nos vienen para torpedear al PP en los gobiernos autonómicos de coalición y para dar la apariencia de que somos polos opuestos (¡con lo bien que nos complementamos!; pero no se lo digas a nadie), dejamos que parezca que, para el reparto, los ‘fachas’ toquen las narices a los secesionistas y, finalmente, nosotros, pacificadores convivenciales de contrastada experiencia, imponemos un consenso que nos cronifique en el poder”.
Mientras, el PP, que vive, como nos tiene acostumbrados, abrumado —algo así como las motos de tren delantero débil y suspensión blanda, que flanean—, procura hacer oposición al Gobierno, criticando la ausencia de previsión general y de política migratoria, en particular, señalando que hay que regular (aunque no parece que tengan muy claro cómo) los flujos migratorios finamente calificados como irregulares, es decir, incontrolados y descontrolados; pero, a mi parecer, distinguiendo lo importante de lo urgente, se abre al “reparto” —como la verdadera solidaridad, no el buenismo, obliga a una organización que aspire a gobernar—, pero con fondos directos y normas precisas, que se prometerán, pero, mirando los antecedentes, probablemente no se cumplirán; no obstante, esto no es lo importante, sino hacer lo que se debe, por conciencia y por España.
Ante esto, VOX, que parece querer obviar lo urgente, escandalizando, a su manera, con lo importante (que para eso es lo que importa: “como el Gobierno no hace lo que ha de hacer, el problema es solo suyo y los migrantes que ya están en suelo español, también”; porque lo único relevante es señalar que el Gobierno no gobierna), menos ambicioso que el Ejecutivo, pretende disparar indiscriminadamente a todo lo que vuela con una carabina de repetición (¡Romperemos los acuerdos autonómicos con el PP, porque no hace la oposición que nosotros queremos que haga!), con la esperanza de que caigan un par de pájaros, Sánchez y Feijóo, con lo que, si se descuidan, además de cargarse a alguno de los suyos (daños colaterales en los que ya llevan una temporada), acabarán hiriendo gravemente a este último (el único con armas democráticas en los sufragios para que se dé un cambio) y ascendiendo con honores a aquel al trono republicano imperecedero. Pero, eso sí, como, según parece, no puede aspirar a ser cabeza de ratón, pues, a hacer cien puñetas: cola de león.
A lo mejor, solo a lo mejor, el día en que los dirigentes de VOX se den cuenta de que, a menudo, sobre todo en épocas convulsas, lo urgente y lo importante coinciden, descubrirán que se han de reconstituir la serenidad, la templanza, la institucionalidad (aunque los que se tenga enfrente no se la merezcan), y la solidaridad (todos ellos, elementos de la racionalidad), como paso previo imprescindible para abordar una regeneración democrática de ideas, que en ningún caso será posible si la mente de los ciudadanos se llena de demagogias, de simplismos populistas o de impaciencias ideológicas: no hay principios factuales si no hay oportunidad de ejercerlos. Porque, para ganar una eliminatoria, hay que tener, sí, un equipo con las ideas claras, luchador y competitivo, aunque, también, sacrificado, paciente, con deportividad y generosidad; pero, antes, habrá que saber sin género de duda quién es el rival y llegar a tiempo al mismo campo de juego en el que están este, el público y el árbitro esperándonos, ¿no?
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