Pedro Sánchez hizo campaña contra Javier Milei, le plantó en su toma de posesión – y, consecuentemente para su particular juego de ajedrez, no le felicitó por la elección democrática -, y ha habido varias descalificaciones de ministros españoles, la más recordada la de Óscar Puente, aludiendo a que Milei parecía haber “ingerido” algún tipo de sustancia.
Las relaciones con Argentina son secundarias para Pedro Sánchez. Le interesa más demonizar a Milei, romper relaciones diplomáticas, poner en grave riesgo inversiones españolas y lo que haga falta, si piensa que le interesa electoralmente en su particular partida de ajedrez.
Milei ha de esmerarse más en su vocabulario, con el estilo propio de un presidente, no de un compañero de partida de ajedrez. Saber responder o no responder es parte de un presidente, por el bien de su país y de España. Sin bravuconadas.
Sánchez quiere meter a Javier Milei en esa conjunción mundial de partidos políticos y líderes ultraconservadores, siempre uniéndolos a Santiago Abascal, para movilizar a electores de izquierdas. Es lo que hizo el 23-J y le salió redondo, “asustando” al electorado ante un previsible gobierno PP-Vox.
Siguiendo con la política de Pedro Sánchez de dar prioridad a sus intereses electorales y desviar la atención, provoca noticias cuando le interesa, marca una agenda política hasta previsible.
Ahora nos intenta distraer ante las encuestas de las elecciones europeas del 9-J, que se presentan favorables a PP y Vox, para que el electorado esté adormecido, y usa Palestina –como dijo Feijóo – para “tapar sus problemas personales”. La política internacional - Palestina y Milei - le sirve para que no se hable de asuntos españoles, como Begoña Gómez, Koldo o Carles Puigdemont. Y después del verano decidirá si le interesa adelantar las elecciones generales.
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