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Son excesivos los intentos para uniformarnos

Trazos sueltos inseparables

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En la vida, los aires soplan revueltos, se notan desde todos los ángulos, y cuando no se notan, ni se sabe de sus derroteros ocultos. Por eso, las explicaciones solicitadas en cada evento suenan a componendas de poca consistencia. Y en esto viene el primer trazo del comentario de hoy. Si algo destaca de manera habitual es la notoria INCAPACIDAD de decir lo que no se sabe. Podemos enredarlo con una distribución irregular de las palabras, con alardes y griteríos, aunque siga sin fluir lo que no hay. Se trata de un fenómeno expositivo apabullante. En un ámbito con los mayores enigmas, proliferan los simuladores, embaucadores sería su calificativo más preciso; ya no sorprende la adaptación a esos juegos florales, entre la resignación y la desidia.


Hemos escuchado en repetidas ocasiones que navegamos en mares de oleajes inciertos; nos vemos obligados a funcionar con la interpretación de señales al estilo de los antiguos augurios.

Necesitamos traducir cuanto se manifiesta por ahí, para hacerlo entendible con las nociones propias. Sin embargo, estamos un tanto indefensos, bien por pereza, al no querer ni traducir ni interpretar con la debida atención; o por la incapacidad mental para apercibirnos de las realidades circundantes. Puede ser esa la razón de que, al citar el atractivo DEMOCRÁTICO, apenas nos refiramos a imágenes trucadas, a unas palabras vacías o abracemos maniobras artificiosas; con las trágicas consecuencias de implantarnos en una comunidad de entes fantasmales.


Nos machacan con cantilenas que tienden a confundirnos, por ser incompletas o por su completa falsedad; los matices siempre suelen aportar variaciones. Se reitera como una rutina eso de, IGNORANCIA es generadora de ignorancias. Con un ramalazo evidente de aciertos, si no pensamos en más consideraciones. Si viene a significar carencias constitutivas del protagonista en cuestión, la verdad es que ofrece pocas opciones. Expresa una maliciosa perversidad, cuando es propiciada por agentes externos, a base de ocultamientos y engaños, se trataría de burdas imposiciones. En todo caso, no tratamos de un estado rígido de la personalidad, es susceptible de modificaciones, la principal surge de los adentros, con el formato de una inquietud despertadora.


De tanto repetirnos ciertas afirmaciones, acabamos asumiendo creencias claramente erróneas, ocurre con los individuos y también con amplios grupos sociales. Quién no ha escuchado eso de que nada es real hasta la experiencia, aunque la realidad evidencia ese desvío conceptual; son dos cosas distintas, la realidad subyace y aflora según la evolución de los fenómenos. La experiencia capta alguno de ellos, no puede negar aquellos que no captó. Adherirse en exclusiva a la experiencia, es una PETULANCIA sin fundamento; al margen de la percepción propia, rigen las energías del Universo, el pulso de la Naturaleza, las vivencias de otras personas, la biología al completo e incluso el propio subconsciente. La simplificación existencial como irrealidad auténtica.


Se han generado muchos relatos sobre las personas a la hora del retorno, después de haber pisado pedestales elogiados, de haberse ido a lugares distantes o haber emprendido diversos empeños personales. De los que se fueron, algunos no volvieron, por cerrarse su ciclo vital o por ceñirse a otros derroteros, y se perdió su pista. El verdadero retorno implica una cierta modificación de sus matices particulares, una METAMORFOSIS del agente viajero, pendiente de una nueva adaptación a su ámbito. El aprendizaje pudo conferirles mayor entidad; las penurias sufridas también derrengaron a muchos. El viaje a cargos o empresas de postín, tampoco produjo efectos uniformes; unos volvieron con buena prestancia, otros retornaron impresentables.


Es muy amplio el conjunto de las imperfecciones humanas con su diversidad e intensidades ilimitadas. A pesar de esa realidad, no faltan quienes proclaman las grandes causas, conceptos e ideas; y, no contentos con ese ejercicio, tratan de arrastrar a los demás, incluso imponerles sus proclamas. Al mezclarse semejantes ínfulas con las deficiencias humanas, abocan a una paradoja trágica para el devenir comunitario, que podemos percibir con sólo abrir los ojos. Cuanto mayores sean las dimensiones de las GRANDEZAS proclamadas, proliferan a su alrededor los comportamientos impropios, hipocresías, abusos, hasta terribles fechorías. La grandeza, quizá. Los humanos empoderados manejando esas grandezas, auguran desbordamientos sucesivos y peligrosos.


Necesitamos arroparnos con el reconocimiento de los demás, las agrupaciones de diverso tipo encuentran su justificación en esas tendencias. Las trazas de la paradoja anterior ocurren también en agrupaciones de menor calado. El buen sentido de la idea central aglutinadora apuntará a necesidades, proyectos o dedicaciones intrascendentes; las ideas perniciosas son susceptibles de infiltrarse del mismo modo. Tanto en sus comienzos como en el desarrollo posterior, la intensidad y las dimensiones del evento, dificultan los análisis pertinentes de las aplicaciones. Digamos que la tolerancia de los DEVOTOS se torna unilateral, anulando su sentido crítico para las actuaciones propias y acrecentándolo contra los discrepantes.


Bregamos a diario entre la sospecha y la confianza; la necesidad de tomar decisiones nos pone a prueba. Discurrimos entre las ignorancias, con algunas figuraciones de supuestos conocimientos. Tampoco en esto podemos librarnos del estigma de la inmensidad inabarcable; porque son incontables los movimientos del espíritu, aún dentro del propio cerebro, los pensamientos se deslizan a través de ondas desconocidas, sin poder hablar propiamente de controlarlos. Emerge de nuevo el sentido paradójico cuando mencionamos la PLURALIDAD de los puntos de vista; a la postre, vienen a ser ficciones esporádicas, difíciles de compaginar entre sí. No acabamos de sentirnos plurales, los formatos no son eficaces.


Parece un contrasentido decir que aumentar los conocimientos nos conduzca al peor conocimiento de las cosas, pero tras los estudios de Dunning Kruger, dicha afirmación se las trae. Cuando uno sabe cosas, tiende a pensar que sabe más allá de esos conocimientos, percibe peor sus limitaciones. Más todavía, quienes se consideran expertos en un sector, propenden a creerse competentes en otros campos diferentes e incluso afirman conocer términos ficticios, colocados como trampa, cuando se les pregunta por cuestiones inexistentes. Queda patente la superabundancia de EXPLICACIONES, latentes, demostradas o figuradas; con una gran propensión a mostrarse simultáneamente, dificultando su deslinde.


Echamos de menos los afectos cuando deambulamos por la frialdad ambiental; el lamento predomina cuando no los recibimos. A la hora de ofrecer ese afecto a los demás, no nos fijamos tanto. Nos abruma esa MELANCOLÍA afectiva, mientras nos adentramos en ambientes vertiginosos y tecnificados, desconsiderados con los demás. Las rectificaciones siempre llegan tarde.

Cito el verso de Walt Whitman, ”soy amplio, contengo multitudes”; en referencia a las múltiples dimensiones del ser humano. Quizá como reivindicación preventiva ante una multitud que contenga muchos individuos insignificantes. La inteligencia global diluye la inteligencia particular, desaparecen las responsabilidades. Emergemos en sociedades despóticas de criterios caprichosos; y las personas, como tales, en vías de desaparición.

Trazos sueltos inseparables

Son excesivos los intentos para uniformarnos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 24 de mayo de 2024, 10:38 h (CET)

En la vida, los aires soplan revueltos, se notan desde todos los ángulos, y cuando no se notan, ni se sabe de sus derroteros ocultos. Por eso, las explicaciones solicitadas en cada evento suenan a componendas de poca consistencia. Y en esto viene el primer trazo del comentario de hoy. Si algo destaca de manera habitual es la notoria INCAPACIDAD de decir lo que no se sabe. Podemos enredarlo con una distribución irregular de las palabras, con alardes y griteríos, aunque siga sin fluir lo que no hay. Se trata de un fenómeno expositivo apabullante. En un ámbito con los mayores enigmas, proliferan los simuladores, embaucadores sería su calificativo más preciso; ya no sorprende la adaptación a esos juegos florales, entre la resignación y la desidia.


Hemos escuchado en repetidas ocasiones que navegamos en mares de oleajes inciertos; nos vemos obligados a funcionar con la interpretación de señales al estilo de los antiguos augurios.

Necesitamos traducir cuanto se manifiesta por ahí, para hacerlo entendible con las nociones propias. Sin embargo, estamos un tanto indefensos, bien por pereza, al no querer ni traducir ni interpretar con la debida atención; o por la incapacidad mental para apercibirnos de las realidades circundantes. Puede ser esa la razón de que, al citar el atractivo DEMOCRÁTICO, apenas nos refiramos a imágenes trucadas, a unas palabras vacías o abracemos maniobras artificiosas; con las trágicas consecuencias de implantarnos en una comunidad de entes fantasmales.


Nos machacan con cantilenas que tienden a confundirnos, por ser incompletas o por su completa falsedad; los matices siempre suelen aportar variaciones. Se reitera como una rutina eso de, IGNORANCIA es generadora de ignorancias. Con un ramalazo evidente de aciertos, si no pensamos en más consideraciones. Si viene a significar carencias constitutivas del protagonista en cuestión, la verdad es que ofrece pocas opciones. Expresa una maliciosa perversidad, cuando es propiciada por agentes externos, a base de ocultamientos y engaños, se trataría de burdas imposiciones. En todo caso, no tratamos de un estado rígido de la personalidad, es susceptible de modificaciones, la principal surge de los adentros, con el formato de una inquietud despertadora.


De tanto repetirnos ciertas afirmaciones, acabamos asumiendo creencias claramente erróneas, ocurre con los individuos y también con amplios grupos sociales. Quién no ha escuchado eso de que nada es real hasta la experiencia, aunque la realidad evidencia ese desvío conceptual; son dos cosas distintas, la realidad subyace y aflora según la evolución de los fenómenos. La experiencia capta alguno de ellos, no puede negar aquellos que no captó. Adherirse en exclusiva a la experiencia, es una PETULANCIA sin fundamento; al margen de la percepción propia, rigen las energías del Universo, el pulso de la Naturaleza, las vivencias de otras personas, la biología al completo e incluso el propio subconsciente. La simplificación existencial como irrealidad auténtica.


Se han generado muchos relatos sobre las personas a la hora del retorno, después de haber pisado pedestales elogiados, de haberse ido a lugares distantes o haber emprendido diversos empeños personales. De los que se fueron, algunos no volvieron, por cerrarse su ciclo vital o por ceñirse a otros derroteros, y se perdió su pista. El verdadero retorno implica una cierta modificación de sus matices particulares, una METAMORFOSIS del agente viajero, pendiente de una nueva adaptación a su ámbito. El aprendizaje pudo conferirles mayor entidad; las penurias sufridas también derrengaron a muchos. El viaje a cargos o empresas de postín, tampoco produjo efectos uniformes; unos volvieron con buena prestancia, otros retornaron impresentables.


Es muy amplio el conjunto de las imperfecciones humanas con su diversidad e intensidades ilimitadas. A pesar de esa realidad, no faltan quienes proclaman las grandes causas, conceptos e ideas; y, no contentos con ese ejercicio, tratan de arrastrar a los demás, incluso imponerles sus proclamas. Al mezclarse semejantes ínfulas con las deficiencias humanas, abocan a una paradoja trágica para el devenir comunitario, que podemos percibir con sólo abrir los ojos. Cuanto mayores sean las dimensiones de las GRANDEZAS proclamadas, proliferan a su alrededor los comportamientos impropios, hipocresías, abusos, hasta terribles fechorías. La grandeza, quizá. Los humanos empoderados manejando esas grandezas, auguran desbordamientos sucesivos y peligrosos.


Necesitamos arroparnos con el reconocimiento de los demás, las agrupaciones de diverso tipo encuentran su justificación en esas tendencias. Las trazas de la paradoja anterior ocurren también en agrupaciones de menor calado. El buen sentido de la idea central aglutinadora apuntará a necesidades, proyectos o dedicaciones intrascendentes; las ideas perniciosas son susceptibles de infiltrarse del mismo modo. Tanto en sus comienzos como en el desarrollo posterior, la intensidad y las dimensiones del evento, dificultan los análisis pertinentes de las aplicaciones. Digamos que la tolerancia de los DEVOTOS se torna unilateral, anulando su sentido crítico para las actuaciones propias y acrecentándolo contra los discrepantes.


Bregamos a diario entre la sospecha y la confianza; la necesidad de tomar decisiones nos pone a prueba. Discurrimos entre las ignorancias, con algunas figuraciones de supuestos conocimientos. Tampoco en esto podemos librarnos del estigma de la inmensidad inabarcable; porque son incontables los movimientos del espíritu, aún dentro del propio cerebro, los pensamientos se deslizan a través de ondas desconocidas, sin poder hablar propiamente de controlarlos. Emerge de nuevo el sentido paradójico cuando mencionamos la PLURALIDAD de los puntos de vista; a la postre, vienen a ser ficciones esporádicas, difíciles de compaginar entre sí. No acabamos de sentirnos plurales, los formatos no son eficaces.


Parece un contrasentido decir que aumentar los conocimientos nos conduzca al peor conocimiento de las cosas, pero tras los estudios de Dunning Kruger, dicha afirmación se las trae. Cuando uno sabe cosas, tiende a pensar que sabe más allá de esos conocimientos, percibe peor sus limitaciones. Más todavía, quienes se consideran expertos en un sector, propenden a creerse competentes en otros campos diferentes e incluso afirman conocer términos ficticios, colocados como trampa, cuando se les pregunta por cuestiones inexistentes. Queda patente la superabundancia de EXPLICACIONES, latentes, demostradas o figuradas; con una gran propensión a mostrarse simultáneamente, dificultando su deslinde.


Echamos de menos los afectos cuando deambulamos por la frialdad ambiental; el lamento predomina cuando no los recibimos. A la hora de ofrecer ese afecto a los demás, no nos fijamos tanto. Nos abruma esa MELANCOLÍA afectiva, mientras nos adentramos en ambientes vertiginosos y tecnificados, desconsiderados con los demás. Las rectificaciones siempre llegan tarde.

Cito el verso de Walt Whitman, ”soy amplio, contengo multitudes”; en referencia a las múltiples dimensiones del ser humano. Quizá como reivindicación preventiva ante una multitud que contenga muchos individuos insignificantes. La inteligencia global diluye la inteligencia particular, desaparecen las responsabilidades. Emergemos en sociedades despóticas de criterios caprichosos; y las personas, como tales, en vías de desaparición.

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