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Te he mirado Señor, como otras veces,
pero hoy tu rostro está más afligido.
Sé que ahora te sientes muy herido
por agravios que tu no te mereces.
Permíteme, Señor, que con mis preces,
te ayude a mitigar el sinsentido,
de aquellos que te habían prometido
ser tus amigos, y fueron tus jueces.
Yo sé Señor, que pagas las ofensas,
poniendo sin rencor la otra mejilla
y amas igual a justos que a malvados.
Queriéndote imitar, hoy te suplico,
retires de mis ojos la gran viga,
que sirve de coartada a mis pecados.
El desnudo hijo dentro de la imperial bañadera de hierro llena de agua. Un despintado banquito de tres patas, al lado. Y una canasta con jabón de tocador de coco, esponja, sales de baño importadas, una caja grande de fósforos de madera y barcos de papel. El desnudo hijo es un adulto lento, vacío, triste. Estupefacto. Mira el agua. Un brazo apoyado sobre el borde de la bañadera. Lo mira. Mira el agua.
Este pasado jueves, la sala habilitada en la Casa del Libro de la Gran Vía madrileña estaba con aforo completo. No era para menos, se presentaba el esperado ensayo histórico 'La conquista del océano', ópera prima del historiador David Ramírez Muriana, que se ha colado estos días entre los cinco libros más vendidos en la cadena líder de librerías en España.
Mi corazón envejece, a la par que mis recuerdos; cuando deje de latir, todo quedará en silencio.
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