En el siglo XIV aparece El conde Lucanor, de don Juan Manuel (1282-1348), el más destacado de los prosistas castellanos de ese siglo y representante de la más alta nobleza, hijo del infante don Manuel y sobrino de Alfonso X el Sabio, siempre mostró su toque aristocrático y su actitud de superioridad, incluso con otros miembros de la misma familia real. Participó en política, mostrando en este campo su ambición, lo que le llevaría a enfrentamientos armados con el mismo rey, al que consideraría su igual. Toda su obra es fundamentalmente de carácter didáctico y la obra que mencionamos supondrá la cristalización perfecta de todas las tradiciones didácticas y narrativas difundidas hasta el momento desde siglos anteriores. No obstante, las huellas del Calila e Dimna y del Sendebar, referidos en la anterior entrega, son escasas. Da cuenta de ello, por ejemplo, que de la segunda de estas colecciones no retoma ningún cuento ni tampoco muestra influencia del marco narrativo.
En cada uno de los cincuenta cuentos o apólogos –esto es, cuentos con intención didáctica– de esta colección aparecen dialogando dos personajes de ficción: el conde Lucanor y su ayo Patronio. Esto posibilita una estructura siempre igual, de acuerdo con la siguiente secuencia: 1) El Conde Lucanor tiene un problema que expone a Patronio en un diálogo inicial; 2) Patronio le narra al Conde Lucanor una historia, fábula o cuento del que se extrae una enseñanza o consejo para solucionar el problema en cuestión; 3) Aplicación del cuento al problema: Patronio aplica directamente la enseñanza extraída de la historia para dar un consejo al Conde. Este lo acepta y lo pone en práctica con resultados positivos; 4) Finalmente, Don Juan Manuel se introduce como personaje en la obra e introduce una moraleja en verso para concluir. El didactismo aparece en cada ejemplo, en tres niveles: el diálogo de Lucanor y Patronio, en la historia o anécdota que este cuenta y en los versos del autor, quien, fuera ya de la narración, resume la ejemplaridad. De esta forma se consiguen dos objetivos: por una parte, se produce un juego dialéctico; y, por otro, se da un tono didáctico a los textos. En realidad, así la obra no hace más que utilizar el procedimiento más corriente de la enseñanza en la escuela medieval: el debate. Y siempre guiado por una preocupación eminentemente didáctica, como decimos. Dicho procedimiento, ya utilizado también en el Calila y en el Sendebar, entre otros, lo explicita don Juan Manuel en el Libro de los estados, otro de sus libros:
Puesto que los hombres no pueden [entender] bien las cosas si no es mediante algunas semejanzas, compuse este libro en forma de preguntas y respuestas que se hacen entre sí un rey y un infante, su hijo y un caballero que crio al infante y un filósofo. Sin embargo, en El conde Lucanor, los personajes que aparecen en el diálogo no participan en la historia principal, como sucedía en las fuentes orientales, diferencia esta menor que la del tipo de problemas que plantea el conde. Frente a las preguntas más o menos vagas, generales e, incluso, abstractas del rey en el Calila o del discípulo en el Disciplina clericalis, de Pedro Alfonso, las preocupaciones de Lucanor son más cotidianas y afectan a su familia, vecinos o, en muchas ocasiones, a él mismo. Otras veces, es Patronio quien, viendo el estado de ánimo que presenta su señor, decide narrar sin que se le pregunte, como sucede en el ejemplo XXXVI (De lo que aconteció a un mercader cuando halló a su mujer y a su hijo durmiendo juntos):
Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, estando muy enfadado por una cosa que le dijeron, que él consideraba deshonroso y le dijo que quería hacer sobre ello tan gran cosa y tan gran escándalo que para siempre quedase por hazaña. Cuando Patronio lo vio tan furioso y arrebatado le dijo […] En definitiva, esta alusión a las preocupaciones diarias es un aspecto más del didactismo de estos cuentos; y la alusión final de cada ejemplo al mismo don Juan Manuel no es otra cosa que el intento de subrayar la validez de su enseñanza. Porque, a pesar de las diferentes facetas de este autor –historiador, apologista, tratadista moral, etcétera–, su intención como escritor es eminentemente didáctica, como lo fue también la de su tío Alfonso X, de quien fue fiel continuador. Así, la obra se convierte en un auténtico “manual de educadores”, en el que lo más atractivo quizá sea la dualidad que observamos en este escritor, quien, a la vez, es tratadista moral y narrador. Por otra parte, y en este sentido, no hemos de olvidar la conciencia estamental de don Juan Manuel, como noble que era. Tal condición lo aleja considerablemente de los predicadores, para quienes sus exempla eran válidos para todo cristiano, sin tener en cuenta su situación en el mundo. En el caso de don Juan Manuel no se concibe el ejemplo como un paradigma de validez universal, sino de aplicación a situaciones concretas. No obstante, el didactismo de El conde Lucanor no alude solo a la realidad del conde, sino que se abre a todos los lectores. Y así lo hace sabe al final de cada cuento Y porque entendió don Juan que este ejemplo era bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que dice así: […] (Ejemplo IX: De lo que aconteció a los dos caballos con el león). Esos versos a los que alude el autor hacen uso del procedimiento retórico de la abbreviatio, logrado a través de una serie de técnicas repetidas: eliminación de formas redundantes, énfasis, alusión, elipsis verbal, etcétera. Por el contrario, en el cuerpo de los ejemplos, don Juan Manuel usa el mecanismo opuesto: la amplificación. Este recurso permite que la acción avance mediante gradaciones y repeticiones, las cuales, si bien recuerdan le ritmo de las narraciones, folclóricas, adquieren ahora nuevos efectos. Dicho esto, cabe apuntar también que el afán didáctico condiciona asimismo el estilo de El conde Lucanor, donde se hará uso del miscere utile dulce, es decir, moralizar, pero utilizando la amenidad, como se apunta en el prólogo: La temática de la obra, al igual que su estilo y estructura, viene condicionada por la finalidad didáctica y el receptor al que se dirige. Son los mismos temas que aparecen en la tradición didáctica europea e intenta abarcar todos los aspectos de la condición humana, que podrían resumirse, de manera aproximada, en dos grandes bloques: uno, perteneciente al ámbito espiritual (la salvación, la predestinación, la confianza en Dios, la salvación por las buenas obras la religión, etcétera); y otro, en el que se plantean aspectos relacionados con las relaciones humanas (la guerra y la paz, la riqueza, vicios y virtudes, la fidelidad, el engaño y la mentira, la amistad, los vicios humanos, las malas compañías, la ingratitud, la hipocresía, la adulación, etcétera). Y todo ello, lógicamente, condicionado por la época en que vive el autor, su propia biografía y por el estamento social al que pertenece. En conclusión, don Juan Manuel se distancia voluntariamente de los modelos de organización que le ofrecían las colecciones orientales y los ejemplarios para reconstruir, con procedimientos inspirados en estos antecedentes, una perfecta estructura didáctica. Pasando, en los conceptual, de la menor a la mayor dificultad, de lo particular a lo general, en lo didáctico, va consiguiendo sus propósitos.
|