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El Tiranosaurio de la calle Yegros suma denuncias en el Senado, mientras la ciudadanía asiste estupefacta a revelaciones cada vez más escandalosas

El ministro de la Corte Número Diez

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Que un tirano mediático pueda hacer una constitución y leyes a la medida, ser representado por gerentes del propio poder económico y mediático en el Poder Legislativo, o integrar una Corte Suprema de Justicia a la medida propia parecerían delirios salidos de una novela pesimista acerca del futuro redactada por George Orwell.

Sin embargo, son una realidad presente en una frágil democracia sudamericana, la que se ve amenazada por el nuevo Tiranosaurio del Paraguay.

Al menos, es lo que se desprende de la serie de denuncias realizadas por el Senador Víctor Bogado, quien al cabo de años de persecución por parte del “cuarto poder”, se vio obligado a responder con publicaciones digitales revelando que todas las publicaciones buscando fabricarle ilícitos se deben a que frustró varios negociados pretendidos por Zucolillo.

Al principio de su serie de denuncias, Bogado había explicado la forma en que Aldo Zucolillo, propietario del diario ABC color, había manipulado a jueces y fiscales para arrebatar enormes sumas al estado, que le había cobrado tasas legítimas que el Tiranosaurio de la calle Yegros se hizo devolver por orden judicial.

Tras una serie de graves acusaciones en el Senado, debido a la falta de lucidez propia de una avanzada edad, Zucolillo se incriminó a sí mismo en el pago de un descomunal soborno, para lograr concesiones para su empresa de telefonía móvil. Ante un pedido de informe por parte del Parlamento paraguayo, distintas oficinas del estado remitieron informes que confirmaban los hechos de corrupción confesados por el Tiranosaurio de la calle Yegros.

En otra sesión del Senado, Zucolillo fue acusado de conspirar contra los poderes del estado, montando un aparato parafiscal y parapolicial en su propio provecho. Poco antes se había rechazado su pretensión de convertir la vía pública en estacionamiento de uno de sus Centros comerciales, instalado para colmo en un barrio de ricos de Asunción.

Más adelante, el mismo Senador Bogado reveló que una larga y tediosa serie de notas que buscan convencer a los lectores de manejos corruptos en el fútbol paraguayo y sudamericano, tienen como trasfondo la pretensión de Zucolillo de arrebatar los contratos de la televisación de los espectáculos futbolísticos y transferirlos a su propia empresa en el rubro.

Finalmente, la guinda de la torta fue la revelación en la presente semana de que un periodista al servicio de Zucolillo, es una especie de ministro número diez en la Corte Suprema de Justicia de Paraguay. “¿Dónde está el verdadero poder en Paraguay?” fue la pregunta que resonó en el Senado de la Nación.

En sus denuncias digitales, Bogado reveló que ha logrado identificar al lobista del Tiranosaurio ante los ministros de la Corte Suprema de Justicia. Según las revelaciones, este periodista ofrece protección e impunidad a ciertos magistrados, y amenaza o extorsiona a otros con revivir casos comprometedores siempre de acuerdo a las conveniencias de los intereses empresariales y financieros de Zucolillo.

Bogado prometió seguir revelando detalles del esquema operativo de la estructura que Zucolillo ha logrado montar valiéndose de la corrupta justicia paraguaya, a lo largo de varias décadas de omnímodo poder mediático.

De esta manera, Zucolillo aparece hoy ante la ciudadanía paraguaya como el más grande corruptor de la justicia a la que tanto fustiga desde sus poderosos medios, con una hipocresía infinita.

Los nulos resultados de sus campañas direccionadas contra aquellos que le frustraron jugosos negociados, demuestran que al fin se ha corrido la ignominiosa cortina que por un lapso incontable de la eternidad mantuvo oculta esta serie de maniobras orquestadas en la oscuridad.

El ministro de la Corte Número Diez

El Tiranosaurio de la calle Yegros suma denuncias en el Senado, mientras la ciudadanía asiste estupefacta a revelaciones cada vez más escandalosas
Luis Agüero Wagner
viernes, 29 de julio de 2016, 08:02 h (CET)
Que un tirano mediático pueda hacer una constitución y leyes a la medida, ser representado por gerentes del propio poder económico y mediático en el Poder Legislativo, o integrar una Corte Suprema de Justicia a la medida propia parecerían delirios salidos de una novela pesimista acerca del futuro redactada por George Orwell.

Sin embargo, son una realidad presente en una frágil democracia sudamericana, la que se ve amenazada por el nuevo Tiranosaurio del Paraguay.

Al menos, es lo que se desprende de la serie de denuncias realizadas por el Senador Víctor Bogado, quien al cabo de años de persecución por parte del “cuarto poder”, se vio obligado a responder con publicaciones digitales revelando que todas las publicaciones buscando fabricarle ilícitos se deben a que frustró varios negociados pretendidos por Zucolillo.

Al principio de su serie de denuncias, Bogado había explicado la forma en que Aldo Zucolillo, propietario del diario ABC color, había manipulado a jueces y fiscales para arrebatar enormes sumas al estado, que le había cobrado tasas legítimas que el Tiranosaurio de la calle Yegros se hizo devolver por orden judicial.

Tras una serie de graves acusaciones en el Senado, debido a la falta de lucidez propia de una avanzada edad, Zucolillo se incriminó a sí mismo en el pago de un descomunal soborno, para lograr concesiones para su empresa de telefonía móvil. Ante un pedido de informe por parte del Parlamento paraguayo, distintas oficinas del estado remitieron informes que confirmaban los hechos de corrupción confesados por el Tiranosaurio de la calle Yegros.

En otra sesión del Senado, Zucolillo fue acusado de conspirar contra los poderes del estado, montando un aparato parafiscal y parapolicial en su propio provecho. Poco antes se había rechazado su pretensión de convertir la vía pública en estacionamiento de uno de sus Centros comerciales, instalado para colmo en un barrio de ricos de Asunción.

Más adelante, el mismo Senador Bogado reveló que una larga y tediosa serie de notas que buscan convencer a los lectores de manejos corruptos en el fútbol paraguayo y sudamericano, tienen como trasfondo la pretensión de Zucolillo de arrebatar los contratos de la televisación de los espectáculos futbolísticos y transferirlos a su propia empresa en el rubro.

Finalmente, la guinda de la torta fue la revelación en la presente semana de que un periodista al servicio de Zucolillo, es una especie de ministro número diez en la Corte Suprema de Justicia de Paraguay. “¿Dónde está el verdadero poder en Paraguay?” fue la pregunta que resonó en el Senado de la Nación.

En sus denuncias digitales, Bogado reveló que ha logrado identificar al lobista del Tiranosaurio ante los ministros de la Corte Suprema de Justicia. Según las revelaciones, este periodista ofrece protección e impunidad a ciertos magistrados, y amenaza o extorsiona a otros con revivir casos comprometedores siempre de acuerdo a las conveniencias de los intereses empresariales y financieros de Zucolillo.

Bogado prometió seguir revelando detalles del esquema operativo de la estructura que Zucolillo ha logrado montar valiéndose de la corrupta justicia paraguaya, a lo largo de varias décadas de omnímodo poder mediático.

De esta manera, Zucolillo aparece hoy ante la ciudadanía paraguaya como el más grande corruptor de la justicia a la que tanto fustiga desde sus poderosos medios, con una hipocresía infinita.

Los nulos resultados de sus campañas direccionadas contra aquellos que le frustraron jugosos negociados, demuestran que al fin se ha corrido la ignominiosa cortina que por un lapso incontable de la eternidad mantuvo oculta esta serie de maniobras orquestadas en la oscuridad.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

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