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Etiquetas | Isabel la Católica | Papa Francisco | Santa Sede | Histórico
Escribo este artículo desde Caracas, cuna de buena parte de los próceres americanos, donde quizá haya más ilustres hijos por metro cuadrado que en ninguna otra

Isabel la Católica, Santa Teresa y el Papa Francisco

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Escribo este artículo desde Caracas, cuna de buena parte de los próceres americanos, donde quizá haya más ilustres hijos por metro cuadrado que en ninguna otra, desde Bolívar, cuya estatua ecuestre veo a diario, paseando con mis perros, en el próximo a Ferraz, mi calle, Parque del Oeste, algo lejana y desde luego más desviada del circuito de paseantes que la de San Martín, las dos mayores glorias emancipadoras, quizá por ese orden, el nacido en el virreinato del Río de la Plata, hoy Corrientes, con el bicornio puesto, apuntando al paso de los Andes, mientras que el caraqueño, que en más de una ocasión no se recataba en criticar a España, más informal, de uniforme pero sin bicornio, no ya puesto ni quiera visible, como he citado en un artículo sobre nuestro barrio de Moncloa sur, Princesa marcaría el norte. Y junto a Bolívar, y entre otros, Miranda, el más culto de los emancipadores, o Andrés Bello, fundador de la universidad de Chile y creador de su código civil y lo que más nos interesa a los españoles, autor de Gramática de la legua castellana, cual moderno Nebrija.


Desde el norte del subcontinente donde me han invitado a hablar de controversias territoriales americanas, Venezuela tiene la de Esequibo frente a Guyana, hasta el sur, Argentina, siempre rememoro la pendiente gran baza internacional iberoamericana de un efectivo y coordinado, poderoso lobby, y ahí, Córdoba, donde he conferenciado sobre Malvinas-Gibraltar, distintos pero próximos, sobre las que mi amigo y colega Jorge Lidio Viñuela ha advertido agudamente que cuidado, que el 2033 está próximo y Albión podría celebrar el segundo centenario dando un golpe de mano transformando las Malvinas a la manera de los pequeños estados caribeños, uno más en la Commonwealth. E incidentalmente, añadimos nosotros, que sufrimos desde hace tres siglos un Gibraltar no español, y parece que desde Madrid las cosas no van encarriladas en el iter para recobrar la llave que cuelga del castillo del pendón de Gibraltar, para recuperar la soberanía, una colonia ante la ONU y la UE.


Córdoba y entramos en la materia de hoy, servirá como eje para la trilogía Santa Teresa, Isabel la Católica y el Papa Francisco. La mística excelsa, que pudo ser patrona de España, sólo cediendo ante la Virgen, naturalmente, y en cuya iglesia de clausura fundada por uno de sus sobrinos que fueron a América se ha celebrado el primer y creo que único enlace matrimonial, el mío con María Eugenia Vexenat, descendiente de los franceses, que por el desastre de Sedán en 1870, tuvieron que emigrar, pero con sus libros, no como tantos españoles tras el 98. Cuando el cardenal Primatesta, que sonó entre los papables al comenzarse a buscar un papa del hemisferio sur, que la ofició, nos ofreció la catedral, nosotros declinamos la deferencia y pedimos la cercana iglesia de Santa Teresa. Imposible, respondió el cardenal, es de clausura, pero Santa Teresa me inspiró y argumenté: pero Monseñor es que yo soy abulense. Y las carmelitas cantaron en la ceremonia, en su iglesia, en la aledaña calle recoleta ya con los cerezos en flor.


Allí, en la ciudad más hispánica de Argentina, sus estancias jesuíticas han sido declaradas patrimonio de la humanidad en el 2000, donde recibimos por primera vez al entonces príncipe de Asturias, era la única visita de un miembro de familia real, lo que constituyó todo un acontecimiento, hubo un Saboya pero tres cuartos de siglo antes, seguro que tuvimos ocasión en nuestras frecuentes visitas a la céntrica Manzana Jesuítica, en misa, en el colegio de Montserrat, en la universidad Nacional se me nombró profesor visitante y en la Católica, la de los jesuitas, se utilizó un libro mío sobre relaciones internacionales, tantas veces de la mano del sobresaliente P. Pol, que nos dedicó un libro, de besar la mano a un jesuita, cuya última etapa para el sacerdocio la hizo en Alcalá de Henares, y que en su regreso disciplinado, no había solicitado volver a Córdoba, “fue un tiempo de purificación interior”, cumplió por supuesto como correspondía, visitando a los presos, en donde alguna vez coincidimos, los barrios pobres, era muy dinámico y visible en su permanente quehacer pastoral, en defensa de la dignidad de las personas, antes de retirarse a la oración en el patio del convento. Elegido Papa, Francisco marcó un jalón ya que fue el primer jesuita y el primero del hemisferio sur, los cardenales ya le habían dejado segundo en el concilio anterior, sólo después de Benedicto XVI, su predecesor, es decir que estaba claramente predestinado al sitial de San Pedro, dato que interesa enfatizar ante algunas críticas desde ciertos sectores a los que ha respondido: “No soy comunista, el Papa sigue el Evangelio y en particular Mateo 5: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, estuve preso y me visitasteis”.


Junto a Santa Teresa, integra las dos figuras con mayor entidad del Florilegio abulense la reina Isabel, esposa de su pariente Fernando por dispensa papal, llamados los Católicos, dignidad concedida por el valenciano papa Borgia, Alejandro VI, que encontró dura oposición por parte de sectores de la curia cardenalicia al considerarla excesiva (Rojas Paz) a quien se la adjetiva con propiedad española, porque entre los grandes estados europeos España, desde los Reyes Católicos, que culminaron con la toma de Granada en 1492, el mismo año que Colón llega a América, la unidad del reino, y ya sin Isabel, Fernando completará el mapa español con la anexión de Navarra en 1512, España decíamos, vertebra la triada pionera, tras Francia, con Enrique II y antes que Inglaterra bajo Enrique VII Tudor, donde incluso habrá que esperar al Acta de Unión de 1535. Los tres son los primeros en configurar la formación del estado, de los estados nacionales y modernos, serán los más importantes e irrumpirán en el esquema vigente de las relaciones internacionales, nucleado por la diarquía Papado-Imperio (Renouvin y Duroselle).


Isabel, más intuitiva aunque menos política que Fernando, de quien se ha dicho que por sus éxitos, prudencia y sagacidad, llegando a ser calificado por Gracián como catedrático de prima, sirvió de modelo para el Príncipe de Maquiavelo, aunque parece más verosímil que en realidad fuera César Borgia, el hijo predilecto de Alejandro VI, sacerdote y militar, muerto en acción a los 32 años, célebre como su hermana Lucrecia (Rojas Paz). Isabel dirigía desde la más poblada Castilla, la política interior, mientras que su esposo protagonizará la exterior con la vertiente mediterránea, prosiguiendo la intervención en Nápoles y en la costa norteafricana. Ambos, sobre todo, simbolizaron la sinergia del gran poder en equilibrio sobre una articulación nacional no enteramente natural, típica de la constitución renacentista de los grandes estados europeos, logrando instaurar una defensa del interés nacional más positiva todavía por lo forzada, como se termina de decir, ante la diversidad de legados políticos y culturales que además de tipificar la policroma génesis del país, incluirá en su devenir una referencia permanente a la ortodoxia de su cohesión, de disímil pero siempre problemática acentuación según las épocas (He tratado la cuestión catalana, y otras digamos próximas, en tres artículos desde 1918, el último La variable reduccionista del mapa de España, en diciembre del 22).


A Isabel, ante cuya estatua en el parque Sarmiento de Córdoba, sigue siendo siempre la Docta el nexo del artículo, los españoles e hispanistas depositamos los 12 de octubre una corona conmemorativa, le corresponde la gloriosa epopeya del descubrimiento de América, uno de los mayores activos del corpus nacional, a cuyo título, España seria la engendradora de la más grande impulsión del mestizaje que recuerda la historia.


A mí en buen cristiano y cuando reparé en ello, me preocupó sobremanera que la referencia a su probable golpismo, que yo citaba en un libro, pudiera ser interpretada indebidamente por algún abogado del diablo en el proceso de beatificación. Pues bien, mis escrúpulos se desvanecieron con la visita a Córdoba del P. Andrés, que era segundo, creo de su tío, en la instrucción vaticana de beatificación, iniciada a su vez en 1958 desde el arzobispado de Valladolid. - No por Dios de ninguna manera- me tranquilizó el padre, de simpatía instantánea, de cultura enciclopédica, que fumaba celtas y que había leído mi libro, aseverando: como usted mismo precisa, hasta su dinastía, los Trastámara, era la rama bastarda, y de todo eso en la época no había conciencia ni tenía trascendencia. Isabel no tomó el poder por medios arteros o recusables, sino en buena lid por el procedimiento justo de la guerra, que es como se dirimían las causas en la época, desde las individuales del duelo entre caballeros hasta las de los países contendientes. Y la propia iglesia la apoyó antes, durante y después. Esa, no la temporal, es la conexión, la religión católica, el celo apostólico, que fue su inspiración permanente también ante los judíos y con los moriscos: tanto en el descubrimiento de América como en la acción en Africa, la evangelización supuso la razón primaria. “Para evangelizar a los pueblos idólatras de América; y que no cesen de la conquista de Africa, e de pugnar por la fe contra los infieles”.


“Y además la institución del abogado del diablo la eliminó Juan Pablo II, en el 83, cuatro siglos después de creada” remachó didácticamente el Cardenal, puntualizando que “el camino de la santidad pasa por la religiosidad”. “Y por el humanismo porque Isabel la Católica veló constantemente por la suerte de la raza indígena siendo pionera de los derechos humanos al poner en libertad, al redimir pagando a los compradores, a los 500 indios que Colón trajo, en un elocuente precedente del humanismo integral, que permitía entrever el espíritu y próxima realidad de las leyes de indias,” con la introducción del humanismo en el derecho de gentes, como siempre menciono yo con el correspondiente y lícito orgullo.


La atingencia papal toca y cubre a las dos egregias figuras del Florilegio abulense, de la tierra de los santos y los cantos, del Avila de los caballeros, de los defensores regios a cuyo título campea en su escudo el Rey Niño. Pues bien, el Papa que ha realizado más de cincuenta viajes, cifra que se eleva al cubrir algunos con más de un país, en la acertada tradición viajera de la que San Juan Pablo II marcaría el inicio, a Avila, nada menos que en el V Centenario de la Santa, no vino, con lo que ello es fácil de suponer. Procedería pensar que se produjo una descoordinación de agendas, aquel año Francisco efectuó varios viajes, previamente concertados claro, una simple causa mecanicista, un fallo en el mundo del alto protocolo. Se dice que la invitación venía siendo formulada, cierto que verbalmente, desde el 2013, en visitas de los Reyes y otros dignatarios. Y mientras que poco antes de aquel octubre, el alcalde, con una ciertamente no felicitable presciencia vaticinadora, mantenía “la seguridad de que el Papa vendría en el 2015”, la Junta de Castilla y León, desde la consejería de cultura y turismo llevada por una abulense, saldó realista la situación, con “qué gran desilusión”, sentido igualmente por la sufrida población.


Respecto al proceso de beatificación, desde Valladolid se afirma que ya está terminado y “en bandeja“, esperando la veneración, el paso final hacia la beatificación, previa procedimentalmente a la canonización, al tiempo de asegurar que “en el Dicasterio no consta ningún inconveniente”, quizá como cláusula cautelar ante la por algunos invocada incidencia judía. En obligada sinopsis, la expulsión de una colectividad no apreciada por el pueblo, que al parecer esa fue la causa original, vino motivada desde la evangelización, y un buen número se acogieron a la posibilidad de convertirse -la religión, motor central y permanente de la actuación isabelina- y quedarse en España. Y ahora, más que merecidamente, se les ha concedido la nacionalidad a los sefardíes (no olviden a los saharauis). Yo hace más de un lustro, al constatar que el proceso no avanzaba, escribí a mi amiga y compañera, la anterior embajadora ante la Santa Sede. No se si la contactaron. Siempre queda la posibilidad de que se dirijan también, entre otras instancias claro está, a la actual, que es política, ex ministra socialista, porque el tema no admite dilación: Su Santidad cumplirá este diciembre 88 años, con la salud no tan boyante como desearíamos. Y ambas cuestiones, dos grandes asuntos pendientes, requieren su bendición y presencia.

Isabel la Católica, Santa Teresa y el Papa Francisco

Escribo este artículo desde Caracas, cuna de buena parte de los próceres americanos, donde quizá haya más ilustres hijos por metro cuadrado que en ninguna otra
Ángel Manuel Ballesteros
martes, 6 de febrero de 2024, 10:17 h (CET)

Escribo este artículo desde Caracas, cuna de buena parte de los próceres americanos, donde quizá haya más ilustres hijos por metro cuadrado que en ninguna otra, desde Bolívar, cuya estatua ecuestre veo a diario, paseando con mis perros, en el próximo a Ferraz, mi calle, Parque del Oeste, algo lejana y desde luego más desviada del circuito de paseantes que la de San Martín, las dos mayores glorias emancipadoras, quizá por ese orden, el nacido en el virreinato del Río de la Plata, hoy Corrientes, con el bicornio puesto, apuntando al paso de los Andes, mientras que el caraqueño, que en más de una ocasión no se recataba en criticar a España, más informal, de uniforme pero sin bicornio, no ya puesto ni quiera visible, como he citado en un artículo sobre nuestro barrio de Moncloa sur, Princesa marcaría el norte. Y junto a Bolívar, y entre otros, Miranda, el más culto de los emancipadores, o Andrés Bello, fundador de la universidad de Chile y creador de su código civil y lo que más nos interesa a los españoles, autor de Gramática de la legua castellana, cual moderno Nebrija.


Desde el norte del subcontinente donde me han invitado a hablar de controversias territoriales americanas, Venezuela tiene la de Esequibo frente a Guyana, hasta el sur, Argentina, siempre rememoro la pendiente gran baza internacional iberoamericana de un efectivo y coordinado, poderoso lobby, y ahí, Córdoba, donde he conferenciado sobre Malvinas-Gibraltar, distintos pero próximos, sobre las que mi amigo y colega Jorge Lidio Viñuela ha advertido agudamente que cuidado, que el 2033 está próximo y Albión podría celebrar el segundo centenario dando un golpe de mano transformando las Malvinas a la manera de los pequeños estados caribeños, uno más en la Commonwealth. E incidentalmente, añadimos nosotros, que sufrimos desde hace tres siglos un Gibraltar no español, y parece que desde Madrid las cosas no van encarriladas en el iter para recobrar la llave que cuelga del castillo del pendón de Gibraltar, para recuperar la soberanía, una colonia ante la ONU y la UE.


Córdoba y entramos en la materia de hoy, servirá como eje para la trilogía Santa Teresa, Isabel la Católica y el Papa Francisco. La mística excelsa, que pudo ser patrona de España, sólo cediendo ante la Virgen, naturalmente, y en cuya iglesia de clausura fundada por uno de sus sobrinos que fueron a América se ha celebrado el primer y creo que único enlace matrimonial, el mío con María Eugenia Vexenat, descendiente de los franceses, que por el desastre de Sedán en 1870, tuvieron que emigrar, pero con sus libros, no como tantos españoles tras el 98. Cuando el cardenal Primatesta, que sonó entre los papables al comenzarse a buscar un papa del hemisferio sur, que la ofició, nos ofreció la catedral, nosotros declinamos la deferencia y pedimos la cercana iglesia de Santa Teresa. Imposible, respondió el cardenal, es de clausura, pero Santa Teresa me inspiró y argumenté: pero Monseñor es que yo soy abulense. Y las carmelitas cantaron en la ceremonia, en su iglesia, en la aledaña calle recoleta ya con los cerezos en flor.


Allí, en la ciudad más hispánica de Argentina, sus estancias jesuíticas han sido declaradas patrimonio de la humanidad en el 2000, donde recibimos por primera vez al entonces príncipe de Asturias, era la única visita de un miembro de familia real, lo que constituyó todo un acontecimiento, hubo un Saboya pero tres cuartos de siglo antes, seguro que tuvimos ocasión en nuestras frecuentes visitas a la céntrica Manzana Jesuítica, en misa, en el colegio de Montserrat, en la universidad Nacional se me nombró profesor visitante y en la Católica, la de los jesuitas, se utilizó un libro mío sobre relaciones internacionales, tantas veces de la mano del sobresaliente P. Pol, que nos dedicó un libro, de besar la mano a un jesuita, cuya última etapa para el sacerdocio la hizo en Alcalá de Henares, y que en su regreso disciplinado, no había solicitado volver a Córdoba, “fue un tiempo de purificación interior”, cumplió por supuesto como correspondía, visitando a los presos, en donde alguna vez coincidimos, los barrios pobres, era muy dinámico y visible en su permanente quehacer pastoral, en defensa de la dignidad de las personas, antes de retirarse a la oración en el patio del convento. Elegido Papa, Francisco marcó un jalón ya que fue el primer jesuita y el primero del hemisferio sur, los cardenales ya le habían dejado segundo en el concilio anterior, sólo después de Benedicto XVI, su predecesor, es decir que estaba claramente predestinado al sitial de San Pedro, dato que interesa enfatizar ante algunas críticas desde ciertos sectores a los que ha respondido: “No soy comunista, el Papa sigue el Evangelio y en particular Mateo 5: Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, estuve preso y me visitasteis”.


Junto a Santa Teresa, integra las dos figuras con mayor entidad del Florilegio abulense la reina Isabel, esposa de su pariente Fernando por dispensa papal, llamados los Católicos, dignidad concedida por el valenciano papa Borgia, Alejandro VI, que encontró dura oposición por parte de sectores de la curia cardenalicia al considerarla excesiva (Rojas Paz) a quien se la adjetiva con propiedad española, porque entre los grandes estados europeos España, desde los Reyes Católicos, que culminaron con la toma de Granada en 1492, el mismo año que Colón llega a América, la unidad del reino, y ya sin Isabel, Fernando completará el mapa español con la anexión de Navarra en 1512, España decíamos, vertebra la triada pionera, tras Francia, con Enrique II y antes que Inglaterra bajo Enrique VII Tudor, donde incluso habrá que esperar al Acta de Unión de 1535. Los tres son los primeros en configurar la formación del estado, de los estados nacionales y modernos, serán los más importantes e irrumpirán en el esquema vigente de las relaciones internacionales, nucleado por la diarquía Papado-Imperio (Renouvin y Duroselle).


Isabel, más intuitiva aunque menos política que Fernando, de quien se ha dicho que por sus éxitos, prudencia y sagacidad, llegando a ser calificado por Gracián como catedrático de prima, sirvió de modelo para el Príncipe de Maquiavelo, aunque parece más verosímil que en realidad fuera César Borgia, el hijo predilecto de Alejandro VI, sacerdote y militar, muerto en acción a los 32 años, célebre como su hermana Lucrecia (Rojas Paz). Isabel dirigía desde la más poblada Castilla, la política interior, mientras que su esposo protagonizará la exterior con la vertiente mediterránea, prosiguiendo la intervención en Nápoles y en la costa norteafricana. Ambos, sobre todo, simbolizaron la sinergia del gran poder en equilibrio sobre una articulación nacional no enteramente natural, típica de la constitución renacentista de los grandes estados europeos, logrando instaurar una defensa del interés nacional más positiva todavía por lo forzada, como se termina de decir, ante la diversidad de legados políticos y culturales que además de tipificar la policroma génesis del país, incluirá en su devenir una referencia permanente a la ortodoxia de su cohesión, de disímil pero siempre problemática acentuación según las épocas (He tratado la cuestión catalana, y otras digamos próximas, en tres artículos desde 1918, el último La variable reduccionista del mapa de España, en diciembre del 22).


A Isabel, ante cuya estatua en el parque Sarmiento de Córdoba, sigue siendo siempre la Docta el nexo del artículo, los españoles e hispanistas depositamos los 12 de octubre una corona conmemorativa, le corresponde la gloriosa epopeya del descubrimiento de América, uno de los mayores activos del corpus nacional, a cuyo título, España seria la engendradora de la más grande impulsión del mestizaje que recuerda la historia.


A mí en buen cristiano y cuando reparé en ello, me preocupó sobremanera que la referencia a su probable golpismo, que yo citaba en un libro, pudiera ser interpretada indebidamente por algún abogado del diablo en el proceso de beatificación. Pues bien, mis escrúpulos se desvanecieron con la visita a Córdoba del P. Andrés, que era segundo, creo de su tío, en la instrucción vaticana de beatificación, iniciada a su vez en 1958 desde el arzobispado de Valladolid. - No por Dios de ninguna manera- me tranquilizó el padre, de simpatía instantánea, de cultura enciclopédica, que fumaba celtas y que había leído mi libro, aseverando: como usted mismo precisa, hasta su dinastía, los Trastámara, era la rama bastarda, y de todo eso en la época no había conciencia ni tenía trascendencia. Isabel no tomó el poder por medios arteros o recusables, sino en buena lid por el procedimiento justo de la guerra, que es como se dirimían las causas en la época, desde las individuales del duelo entre caballeros hasta las de los países contendientes. Y la propia iglesia la apoyó antes, durante y después. Esa, no la temporal, es la conexión, la religión católica, el celo apostólico, que fue su inspiración permanente también ante los judíos y con los moriscos: tanto en el descubrimiento de América como en la acción en Africa, la evangelización supuso la razón primaria. “Para evangelizar a los pueblos idólatras de América; y que no cesen de la conquista de Africa, e de pugnar por la fe contra los infieles”.


“Y además la institución del abogado del diablo la eliminó Juan Pablo II, en el 83, cuatro siglos después de creada” remachó didácticamente el Cardenal, puntualizando que “el camino de la santidad pasa por la religiosidad”. “Y por el humanismo porque Isabel la Católica veló constantemente por la suerte de la raza indígena siendo pionera de los derechos humanos al poner en libertad, al redimir pagando a los compradores, a los 500 indios que Colón trajo, en un elocuente precedente del humanismo integral, que permitía entrever el espíritu y próxima realidad de las leyes de indias,” con la introducción del humanismo en el derecho de gentes, como siempre menciono yo con el correspondiente y lícito orgullo.


La atingencia papal toca y cubre a las dos egregias figuras del Florilegio abulense, de la tierra de los santos y los cantos, del Avila de los caballeros, de los defensores regios a cuyo título campea en su escudo el Rey Niño. Pues bien, el Papa que ha realizado más de cincuenta viajes, cifra que se eleva al cubrir algunos con más de un país, en la acertada tradición viajera de la que San Juan Pablo II marcaría el inicio, a Avila, nada menos que en el V Centenario de la Santa, no vino, con lo que ello es fácil de suponer. Procedería pensar que se produjo una descoordinación de agendas, aquel año Francisco efectuó varios viajes, previamente concertados claro, una simple causa mecanicista, un fallo en el mundo del alto protocolo. Se dice que la invitación venía siendo formulada, cierto que verbalmente, desde el 2013, en visitas de los Reyes y otros dignatarios. Y mientras que poco antes de aquel octubre, el alcalde, con una ciertamente no felicitable presciencia vaticinadora, mantenía “la seguridad de que el Papa vendría en el 2015”, la Junta de Castilla y León, desde la consejería de cultura y turismo llevada por una abulense, saldó realista la situación, con “qué gran desilusión”, sentido igualmente por la sufrida población.


Respecto al proceso de beatificación, desde Valladolid se afirma que ya está terminado y “en bandeja“, esperando la veneración, el paso final hacia la beatificación, previa procedimentalmente a la canonización, al tiempo de asegurar que “en el Dicasterio no consta ningún inconveniente”, quizá como cláusula cautelar ante la por algunos invocada incidencia judía. En obligada sinopsis, la expulsión de una colectividad no apreciada por el pueblo, que al parecer esa fue la causa original, vino motivada desde la evangelización, y un buen número se acogieron a la posibilidad de convertirse -la religión, motor central y permanente de la actuación isabelina- y quedarse en España. Y ahora, más que merecidamente, se les ha concedido la nacionalidad a los sefardíes (no olviden a los saharauis). Yo hace más de un lustro, al constatar que el proceso no avanzaba, escribí a mi amiga y compañera, la anterior embajadora ante la Santa Sede. No se si la contactaron. Siempre queda la posibilidad de que se dirijan también, entre otras instancias claro está, a la actual, que es política, ex ministra socialista, porque el tema no admite dilación: Su Santidad cumplirá este diciembre 88 años, con la salud no tan boyante como desearíamos. Y ambas cuestiones, dos grandes asuntos pendientes, requieren su bendición y presencia.

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