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Ángel Manuel Ballesteros
Ángel Manuel Ballesteros ha cumplido todas las categorías de la carrera diplomática, desde secretario de embajada a embajador, pasando por consejero, cónsul general y ministro plenipotenciario. También ha sido vicepresidente del Consejo Superior de Asuntos Exteriores, primer director de Cooperación con África, Asia y Oceanía. Vocal asesor para Asia Continental y consejero cultural en Egipto. Conferenciante y escritor, ha publicado numerosos libros, entre los que destacan: Estudio diplomático sobre Ceuta y Melilla o Los contenciosos de la política exterior de España, este último traducido también al inglés y ambos editados por el Instituto de Estudios Ceutíes. |
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La rememoración del 23F, el enésimo episodio de patología política que manu militari pudo alterar la pax hispánica, incide en la recusable amplitud convencional de un concepto que está perfecta y técnicamente delimitado, provocando que la vertiente académica se desnaturalice en aras de un pretendido y a veces conseguido, interés pseudopolítico.
Escribo este artículo desde Caracas, cuna de buena parte de los próceres americanos, donde quizá haya más ilustres hijos por metro cuadrado que en ninguna otra, como Bolívar, cuya estatua ecuestre veo a diario, paseando con mis perros, en el próximo a Ferraz, mi calle.
En la madrugada del 7 de abril de 1956, se firmaba en Madrid la Declaración de Independencia de Marruecos y el 11 de febrero de 1957 tenía lugar la firma del convenio diplomático entre España y Marruecos, cuyo artículo 5 dice que "las misiones diplomáticas respectivas en Madrid y Rabat tendrán categoría de Embajada".
Desde que publiqué mis primeros libros de ciencia política y diplomacia hace varias décadas, siempre tuve la impresión de que intentar desbloquear nuestros contenciosos diplomáticos, el tema recurrente e irresuelto que no irresoluble de política exterior, se presentaba como tarea harto complicada, donde a la búsqueda de la deseable, necesaria armonía (hasta con h) se requiere compatibilizar la ortodoxia con la ‘realpotikik’. Y naturalmente, con el derecho.
Una de las manifestaciones tradicionales de la insuficiente técnica en política exterior de Madrid, consiste en dejar deteriorarse determinadas cuestiones hasta extremos de muy difícil o al menos, complicada reconducción, cuya virtualidad constituye un dato antes que un subdato y no requiere exégesis profundas para su constatación.
Sin perjuicio de elaborar algo más adelante, con la política postelectoral ya asentada, mi balance 2023, en la serie sobre nuestros contenciosos y diferendos diplomáticos, sobre los seis, los contenciosos de Gibraltar, el Sáhara Occidental, y Ceuta y Melilla, y los diferendos de Las Salvajes, Olivenza y Perejil, procedería ahora una síntesis sobre el Sáhara.
Ante las próximas elecciones y sus eventuales efectos, y sin perjuicio de elaborar después mi habitual balance sobre nuestros contenciosos y diferendos, los seis, los contenciosos de Gibraltar, el Sáhara, y Ceuta y Melilla, más los diferendos, Las Salvajes, Olivenza y Perejil, según mi clasificación no discutida, y no habiendo necesidad de reiterar porque lo he hecho 'ad nauseam' administrativa, mi condición de primer espada en tan trascendente materia.
De la mano incansable en la promoción de Ceuta de José María Campos, con mi esposa María Eugenia Vexenat, las parejas diplomáticas que siempre están ahí, y con Javier Jiménez-Ugarte, uno de nuestros más sobresalientes diplomáticos, hemos asistido a la exposición La obra de Mariano Bertuchi en la historia del Protectorado, en el Instituto de historia y cultura militar, en Madrid.
Hace medio siglo, España, que figura a justo título como cofundadora del derecho internacional por varios conceptos, comenzando por el más relevante, la introducción del humanismo en el derecho de gentes; que fue primera potencia mundial, categoría sólo compartida con la posterior Inglaterra, así como el mayor imperio a escala planetaria, transitaba en el furgón de cola europeo, sin más comparsas que el vecino Portugal y Grecia, y si se quiere con la rota Irlanda.
Dejamos ahora para más adelante -hacia el otoño de este año electoral, y aunque la política exterior va a tener como es tradicional por estos pagos escasa entidad, en el pleno fragor de la contienda quizá la coyuntura permita margen para alguna que otra referencia a las controversias diplomáticas- el habitual balance sobre nuestros contenciosos y diferendos, que esta vez arroja un déficit asaz agravado.
La catalogación del Estatuto de Territorios no Autónomos como potencial amenaza para Ceuta y Melilla, arrancaría del diplomático Francisco Villar, que después fue representante permanente ante Naciones Unidas, en su bien trabajado libro El proceso de autodeterminación del Sáhara, de 1982, tan utilizado por mí, y yo la he venido recogiendo como demandan la profesionalidad y a título cautelar, la oportunidad.
Tal vez lo primero que se requiera para aproximarse a nuestro contencioso más complicado, sea la consideración certera de la contraparte, sobre la que, cuando se plantea el tema, se viene repitiendo de manera reiterativa, inercial su carácter moderno, sólo existe desde 1956, lo que siendo exacto desde la técnica política como entidad estatal, no pasa de descriptivo a efectos contenciosos.
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