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La feria de las vanidades

En estos días se celebra en Madrid FITUR, una de los certámenes temáticos más importante de España
Manuel Montes Cleries
lunes, 29 de enero de 2024, 09:42 h (CET)

A lo largo de mi vida, debido a mi anterior profesión, he asistido a innumerables ferias de muestras del sector textil. A lo largo del mes de enero y, a veces, principios de febrero, los fabricantes de tejidos, prendas confeccionadas y maquinaria para dicha industria, presentaban sus novedades en unos tremendos recintos situados en la Plaza de España de Barcelona, en el recinto de muestras valenciano y últimamente en Madrid con la semana de la moda.


Allí nos dirigíamos fabricantes, compradores y comerciales de toda España, buena parte de Europa y Oriente medio, dedicados al honroso negocio textil, hoy casi desaparecido tras el advenimiento de las multinacionales, grandes superficies, franquicias y una globalización productiva que se ha cargado la industria y el comercio “de ropa, de alfombras, lencería, mantas, sabanas y toallas, etc.”.  Aquellas ferias se diferenciaban de la que se celebra en estos días en Madrid, por la escasa o casi nula asistencia de políticos. Allí solo se hablaba de negocios y nada de la situación de los diversos partidos en constante lucha.

      

Los certámenes de hoy se han convertido (además que para la realización de los negocios turísticos para lo que nacieron) en un escaparate en el que los prebostes de turno se pavonean de sus resultados, hacen declaraciones estridentes y critican a todo bicho viviente que no sea de su cuerda. Hoy en día se aprovecha la situación para hacer declaraciones políticas –que inmediatamente se rectifican- y para hablar de lo que no se atreven en el Congreso. Los medios de comunicación de toda España destacan allí gran parte de sus redacciones a la “caza y captura” y todos se ponen “a modo” de viandas de todo tipo. Un canto al comercio y al “bebercio”. Hace años la llamé: “Fritur”.

   

En función de estos hechos la he denominado con el mismo título de aquella famosa novela de mediados del siglo XIX, “La feria de las vanidades”, que ha sido llevada al cine y a la televisión en diversas ocasiones. Todo un escaparate de frases veladas y de segundas intenciones aprovechando las circunstancias.

          

La buena noticia de hoy se basa en que los hosteleros de nuestra bendita Andalucía no van a engañar a nadie con aquello de “sol y playa”. Los turistas que decidan venirse por aquí se van a hinchar de sol, dadas las perspectivas climáticas que se nos avecinan. De agua no se que va a pasar, pero el buen tiempo, el pescado frito y el buen vino o la cerveza no les va a faltar.

     

La semana que viene los próceres volverán a sus cuarteles de invierno ufanos de lo bien que lo han hecho y lo bien que han quedado. Yo seguiré añorando aquella Málaga llena de tiendas de ropa, de fábricas de tejidos, pantalones, lencería y punto que movían la economía malacitana. Hogaño nos toca turismo. Bienvenido sea. 

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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