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Opinión
Etiquetas | Javier Milei | Argentina | Inflación | Situación Económica | Pobreza
Los edificios de las ciudades siguen en pie, pero la inflación amenaza con superar el 300%, la moneda está depreciada, sin valor, y la pobreza alcanza a 40 de cada 100 argentinos

​Erhard y Adenauer sobrevuelan la Argentina de Milei

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Aquel fue uno de esos momentos que cambiaron la historia, al menos la de Alemania y quizá la de toda Europa. Era el último día de la primavera de 1948 y Ludwig Erhard se la jugaba en ese instante a cara o cruz. Mientras le caía una bronca monumental a grito pelado por parte de Lucius Clay, Comandante General de los EE.UU y máximo responsable de la ocupación aliada en Alemania, él no paraba de moverse de un lado a otro de aquella vetusta sala polvorienta y plagada de libros. Semi encorvado, manos en la espalda y buscando con la mirada sin parar ese puro que había dejado a la mitad, justo antes de ser convocado de urgencia ese domingo, no paraba de decirse a sí mismo mientras aguantaba el chaparrón: - "Tierra, trágame" - 


-- "Erhard, no tiene autoridad para tomar esta desquiciada decisión. Esto es un error monumental que tendrá gravísimas consecuencias sobre la población. Este mando que tiene usted delante y que representa a los aliados y a los mismísimos Estados Unidos de América, no puede tolerarlo bajo ningún concepto. Queda usted destituido desde mañana lunes, en cuanto sea posible notificarlo" --, aseveró Mr Clay con ceño fruncido y voz grave, tras lo cual se giró, salió de la sala y cerró la puerta abruptamente y sin despedirse.


Ludwig era el responsable de Economía y Finanzas de las zonas de Alemania que aún estaban bajo jurisdicción británica y americana tras la Segunda Guerra Mundial. Tres años después del fin de la guerra, el país seguía devastado, con muchísima escasez de alimentos, hambre y cartillas de racionamiento. El pecado que cometió fue promulgar sin previo aviso, a escondidas y en domingo, un decreto con tan solo cuatro decisivos puntos: la abolición absoluta del control de precios, máximos y mínimos, que los aliados imponían para casi todos los productos de primera necesidad; la prohibición del déficit público; el fin de la cartilla de racionamiento y la acuñación de una nueva moneda.


Erhard estaba convencido de que las decenas de ordenanzas sobre los precios que los aliados habían impuesto desde el fin de la guerra eran la principal causa, el cuello de botella que impedía el comercio y la distribución alimentaria. Con aquella desregulación se jugaba todo a una carta. Aquella noche no pegó ojo, suplicando para que las teorías liberales y desregulatorias en las que creía firmemente funcionaran esta vez. Y tendrían que hacerlo de manera súbita, de un día a otro.


La noticia del fin de la fijación de precios, junto con la sustitución de los viejos Reichmark por el nuevo 'marco', corrieron como la pólvora aquel domingo. La respuesta de la gente fue maravillosa: aquel mismo lunes, las calles y plazas de las ciudades alemanas empezaron a llenarse de mercadillos espontáneos, repletos de comida. Los aliados tuvieron que comerse su decisión de destituir a Erhard. Durante las siguientes semanas, llegaron nuevas y ambiciosas desregulaciones. El libre comercio se adueñó de la economía, empujando a su vez la producción y empezando un círculo virtuoso de riqueza y prosperidad. Fueron los comienzos del denominado 'milagro económico alemán'. 


Erhard fue durante catorce años ministro de Economía de Adenauer, al que sustituyó como Canciller de Alemania. En su libro "Bienestar para todos" acuñó el término de 'economía social de mercado', su ideario económico y la base -capitalismo de libre mercado y gran generación de riqueza con soporte social - sobre la que se cimentará la Comunidad Económica Europea.


Aquella historia de reconstrucción de una economía y de un país mantiene paralelismos con la situación actual de Argentina, que, aunque no sufrió una guerra recientemente, tiene a su economía devastada. Los edificios de las ciudades siguen en pie, pero la inflación, desbocada, amenaza con superar pronto el 300%, la moneda está depreciada, sin valor, y la pobreza alcanza a 40 de cada 100 argentinos. Al igual que en la Alemania de posguerra, abundan sectores y precios regulados, que conviven con cientos de leyes, ordenanzas y privilegios que ahogan la economía e imposibilitan la competencia. Tal es la acumulación de regulaciones - ocupa junto a Haití el puesto 144 en el Indice Heritage de países con mayor libertad económica del mundo- que el presidente Milei decidió la semana pasada, a modo de shock, decretar la mayor desregulación y liberalización económica de los últimos 100 años en toda Latinoamérica. El DNU - Decreto de necesidad y urgencia - deroga total o parcialmente nada menos que 300 leyes que obstruyen las venas del sistema económico argentino. El promotor del decreto, Federico Sturzenegger, lleva años trabajando en esta reforma. Es otro de los hombres fuertes de Macri que rodean ahora a Milei y fue presidente del Banco Central. 


El cambio más importante del DNU, al menos el que más carga ideológica y cultural tiene de todos es la modificación del artículo 958 del Código Civil y Comercial, que, desde ahora, pone a los acuerdos privados entre partes por encima de las leyes estatales. Salvo puntuales excepciones en las que la norma pueda ser imperativa, las leyes serán dispositivas; es decir, cabe pacto contra ellas. Esto, por sí solo, ya supone la derogación en la práctica de todas las regulaciones no imperativas -en la economía y fuera de ella- de Argentina, lo que es algo histórico en un país que acumula desde hace décadas un corpus infinito de leyes que marcan de arriba a abajo como han de ser los contratos, punto por punto y para cada cosa. Por ello, el Decreto se va cargando con precisión de cirujano, y diría con cierto ánimo revanchista, una a una todas las 'boludeces' y excesos regulatorios que se inventaron los políticos de las últimas décadas - dictadura incluida - para privilegiar a grupos locales y afines, lobbies y amigos, mientras se hacía creer a la población que dichas medidas se tomaban para dar seguridad y garantías a la gente ante el malvado libre comercio o los pérfidos inversores extranjeros.


Se deroga la peligrosa Ley de Abastecimiento, sacrosanta norma del peronismo, que habilitaba desde 1974 al Estado - que la usó a diestro y siniestro- a regular precios y márgenes comerciales cuando le viniera en gana y en cualquier sector de actividad, bajo el ambiguo y generalista objetivo de "garantizar el abastecimiento de la población". Un cheque en blanco para que los políticos hicieran con la economía y las empresas lo que les diera la gana en cada momento.


Ley de gondolas funcionarios revisando lineales


Desde ahora, con la derogación de la 'Ley de Góndolas', los supermercados ya no tendrán que configurar los lineales y escaparates tal y como marcaba el Estado, que les obligaba a ordenar los productos de menor a mayor precio; dedicar por obligación un mínimo del 30% del espacio de la tienda a productos de pymes, de cooperativas y de procedencia indígena; tener un mínimo de cinco proveedores distintos por gama de producto; exponer al menos la mitad del espacio dedicado junto a las cajas de cobro a productos de micro empresas nacionales, o no tener más del 30 por ciento de espacio para el mismo proveedor en cada lineal, entre otras tantas tonterías. Y todo ello, bajo un duro régimen sancionador que cuenta incluso con una web del Estado dedicada únicamente a que los consumidores puedan denunciar los incumplimientos de los supermercados. Las surrealistas imágenes de funcionarios del área de 'Fiscalizaciones' de la Secretaría de Comercio Interior, metro en mano, midiendo y comprobando los lineales de supermercados, no son un meme o una inocentada, más bien una reflejo y un símbolo de la podredumbre que ha recorrido la política y la economía argentina durante todos estos años.


Los propietarios argentinos podrán alquilar vivienda en dólares, no forzosamente en pesos, y así dejar de perder poder adquisitivo, ya que solo se podía actualizar la renta a la inflación cada seis meses, el tiempo en que el peso podía desplomarse a la mitad de su valor, como sucedió precisamente en los últimos seis meses.


Los inversores extranjeros pueden plantearse ahora invertir con garantías en la agricultura, -se les permitirá comprar terrenos de más de 1000 hectáreas- y en el transporte aéreo, que se liberaliza y permitirá la libre entrada y competencia con Aerolíneas Argentinas. Los hasta ahora hiper regulados y potentes sectores vitivinícola, azucarero y minero se liberalizan también por fin.


El DNU desmonta el proteccionismo y nacionalismo económico del peronismo. Los que comparan a Trump con Milei deberían tomar nota: se deroga la ley de compras del Estado, que daba prioridad a las empresas argentinas en todos los concursos públicos y compras centralizadas. Osea, se acaban los privilegios de los empresarios cercanos al poder y la funesta y habitual práctica de la Administración de comprar productos y servicios más caros que los de oferentes extranjeros, factura que la acaba pagándolo siempre el consumidor con precios más altos y el contribuyente en forma de mayores impuestos.


Se deroga la Ley de Promoción Industrial, que solo se ocupaba de dar subvenciones a empresas locales, bien conectadas con el poder. Se fulminan los privilegios del gremio que controlaba de cabo a rabo el turismo, una especie de patronal sectorial que mantenía el monopolio sobre la actividad de intermediación turística, por la cual ningún agente podía ofrecer servicios turísticos sin su autorización previa.


Se derogan los registros de importación y exportación. Si, no es broma; por duro que pueda parecer, el Estado podía prohibir la importación y exportación de cualquier producto. Los importadores y exportadores tenían que solicitar licencia para ejercer su actividad, registrarse en caso de ser aceptados y pedir autorización previa y moneda para cada uno de sus intercambios comerciales. Desaparece por tanto toda una imperiosa estructura volcada en la corrupción del Estado.


Y así hasta 300 modificaciones y derogaciones regulatorias de un mega decreto que trata de ser uno de los pilares de la reconstrucción de la Argentina, junto a la reforma fiscal, monetaria, de la deuda y del déficit. Está por ver cuál es la capacidad que demuestra cada argentino para asimilar y aprovechar tanta cirugía sobre un cuerpo social forjado en estatismo y peronismo.


Quizá ni Milei sea todavía Adenauer, ni Caputo ni Sturzenegger sean Erhard. En todo caso, por el momento, quedémonos con la somera respuesta que le dió Erhard, puro en mano, a una periodista que le preguntó qué había que hacer con la economía de un país cuando este se encontrase en decadencia económica: "Libérese".

​Erhard y Adenauer sobrevuelan la Argentina de Milei

Los edificios de las ciudades siguen en pie, pero la inflación amenaza con superar el 300%, la moneda está depreciada, sin valor, y la pobreza alcanza a 40 de cada 100 argentinos
Ángel José González Herrero
jueves, 28 de diciembre de 2023, 09:51 h (CET)

Aquel fue uno de esos momentos que cambiaron la historia, al menos la de Alemania y quizá la de toda Europa. Era el último día de la primavera de 1948 y Ludwig Erhard se la jugaba en ese instante a cara o cruz. Mientras le caía una bronca monumental a grito pelado por parte de Lucius Clay, Comandante General de los EE.UU y máximo responsable de la ocupación aliada en Alemania, él no paraba de moverse de un lado a otro de aquella vetusta sala polvorienta y plagada de libros. Semi encorvado, manos en la espalda y buscando con la mirada sin parar ese puro que había dejado a la mitad, justo antes de ser convocado de urgencia ese domingo, no paraba de decirse a sí mismo mientras aguantaba el chaparrón: - "Tierra, trágame" - 


-- "Erhard, no tiene autoridad para tomar esta desquiciada decisión. Esto es un error monumental que tendrá gravísimas consecuencias sobre la población. Este mando que tiene usted delante y que representa a los aliados y a los mismísimos Estados Unidos de América, no puede tolerarlo bajo ningún concepto. Queda usted destituido desde mañana lunes, en cuanto sea posible notificarlo" --, aseveró Mr Clay con ceño fruncido y voz grave, tras lo cual se giró, salió de la sala y cerró la puerta abruptamente y sin despedirse.


Ludwig era el responsable de Economía y Finanzas de las zonas de Alemania que aún estaban bajo jurisdicción británica y americana tras la Segunda Guerra Mundial. Tres años después del fin de la guerra, el país seguía devastado, con muchísima escasez de alimentos, hambre y cartillas de racionamiento. El pecado que cometió fue promulgar sin previo aviso, a escondidas y en domingo, un decreto con tan solo cuatro decisivos puntos: la abolición absoluta del control de precios, máximos y mínimos, que los aliados imponían para casi todos los productos de primera necesidad; la prohibición del déficit público; el fin de la cartilla de racionamiento y la acuñación de una nueva moneda.


Erhard estaba convencido de que las decenas de ordenanzas sobre los precios que los aliados habían impuesto desde el fin de la guerra eran la principal causa, el cuello de botella que impedía el comercio y la distribución alimentaria. Con aquella desregulación se jugaba todo a una carta. Aquella noche no pegó ojo, suplicando para que las teorías liberales y desregulatorias en las que creía firmemente funcionaran esta vez. Y tendrían que hacerlo de manera súbita, de un día a otro.


La noticia del fin de la fijación de precios, junto con la sustitución de los viejos Reichmark por el nuevo 'marco', corrieron como la pólvora aquel domingo. La respuesta de la gente fue maravillosa: aquel mismo lunes, las calles y plazas de las ciudades alemanas empezaron a llenarse de mercadillos espontáneos, repletos de comida. Los aliados tuvieron que comerse su decisión de destituir a Erhard. Durante las siguientes semanas, llegaron nuevas y ambiciosas desregulaciones. El libre comercio se adueñó de la economía, empujando a su vez la producción y empezando un círculo virtuoso de riqueza y prosperidad. Fueron los comienzos del denominado 'milagro económico alemán'. 


Erhard fue durante catorce años ministro de Economía de Adenauer, al que sustituyó como Canciller de Alemania. En su libro "Bienestar para todos" acuñó el término de 'economía social de mercado', su ideario económico y la base -capitalismo de libre mercado y gran generación de riqueza con soporte social - sobre la que se cimentará la Comunidad Económica Europea.


Aquella historia de reconstrucción de una economía y de un país mantiene paralelismos con la situación actual de Argentina, que, aunque no sufrió una guerra recientemente, tiene a su economía devastada. Los edificios de las ciudades siguen en pie, pero la inflación, desbocada, amenaza con superar pronto el 300%, la moneda está depreciada, sin valor, y la pobreza alcanza a 40 de cada 100 argentinos. Al igual que en la Alemania de posguerra, abundan sectores y precios regulados, que conviven con cientos de leyes, ordenanzas y privilegios que ahogan la economía e imposibilitan la competencia. Tal es la acumulación de regulaciones - ocupa junto a Haití el puesto 144 en el Indice Heritage de países con mayor libertad económica del mundo- que el presidente Milei decidió la semana pasada, a modo de shock, decretar la mayor desregulación y liberalización económica de los últimos 100 años en toda Latinoamérica. El DNU - Decreto de necesidad y urgencia - deroga total o parcialmente nada menos que 300 leyes que obstruyen las venas del sistema económico argentino. El promotor del decreto, Federico Sturzenegger, lleva años trabajando en esta reforma. Es otro de los hombres fuertes de Macri que rodean ahora a Milei y fue presidente del Banco Central. 


El cambio más importante del DNU, al menos el que más carga ideológica y cultural tiene de todos es la modificación del artículo 958 del Código Civil y Comercial, que, desde ahora, pone a los acuerdos privados entre partes por encima de las leyes estatales. Salvo puntuales excepciones en las que la norma pueda ser imperativa, las leyes serán dispositivas; es decir, cabe pacto contra ellas. Esto, por sí solo, ya supone la derogación en la práctica de todas las regulaciones no imperativas -en la economía y fuera de ella- de Argentina, lo que es algo histórico en un país que acumula desde hace décadas un corpus infinito de leyes que marcan de arriba a abajo como han de ser los contratos, punto por punto y para cada cosa. Por ello, el Decreto se va cargando con precisión de cirujano, y diría con cierto ánimo revanchista, una a una todas las 'boludeces' y excesos regulatorios que se inventaron los políticos de las últimas décadas - dictadura incluida - para privilegiar a grupos locales y afines, lobbies y amigos, mientras se hacía creer a la población que dichas medidas se tomaban para dar seguridad y garantías a la gente ante el malvado libre comercio o los pérfidos inversores extranjeros.


Se deroga la peligrosa Ley de Abastecimiento, sacrosanta norma del peronismo, que habilitaba desde 1974 al Estado - que la usó a diestro y siniestro- a regular precios y márgenes comerciales cuando le viniera en gana y en cualquier sector de actividad, bajo el ambiguo y generalista objetivo de "garantizar el abastecimiento de la población". Un cheque en blanco para que los políticos hicieran con la economía y las empresas lo que les diera la gana en cada momento.


Ley de gondolas funcionarios revisando lineales


Desde ahora, con la derogación de la 'Ley de Góndolas', los supermercados ya no tendrán que configurar los lineales y escaparates tal y como marcaba el Estado, que les obligaba a ordenar los productos de menor a mayor precio; dedicar por obligación un mínimo del 30% del espacio de la tienda a productos de pymes, de cooperativas y de procedencia indígena; tener un mínimo de cinco proveedores distintos por gama de producto; exponer al menos la mitad del espacio dedicado junto a las cajas de cobro a productos de micro empresas nacionales, o no tener más del 30 por ciento de espacio para el mismo proveedor en cada lineal, entre otras tantas tonterías. Y todo ello, bajo un duro régimen sancionador que cuenta incluso con una web del Estado dedicada únicamente a que los consumidores puedan denunciar los incumplimientos de los supermercados. Las surrealistas imágenes de funcionarios del área de 'Fiscalizaciones' de la Secretaría de Comercio Interior, metro en mano, midiendo y comprobando los lineales de supermercados, no son un meme o una inocentada, más bien una reflejo y un símbolo de la podredumbre que ha recorrido la política y la economía argentina durante todos estos años.


Los propietarios argentinos podrán alquilar vivienda en dólares, no forzosamente en pesos, y así dejar de perder poder adquisitivo, ya que solo se podía actualizar la renta a la inflación cada seis meses, el tiempo en que el peso podía desplomarse a la mitad de su valor, como sucedió precisamente en los últimos seis meses.


Los inversores extranjeros pueden plantearse ahora invertir con garantías en la agricultura, -se les permitirá comprar terrenos de más de 1000 hectáreas- y en el transporte aéreo, que se liberaliza y permitirá la libre entrada y competencia con Aerolíneas Argentinas. Los hasta ahora hiper regulados y potentes sectores vitivinícola, azucarero y minero se liberalizan también por fin.


El DNU desmonta el proteccionismo y nacionalismo económico del peronismo. Los que comparan a Trump con Milei deberían tomar nota: se deroga la ley de compras del Estado, que daba prioridad a las empresas argentinas en todos los concursos públicos y compras centralizadas. Osea, se acaban los privilegios de los empresarios cercanos al poder y la funesta y habitual práctica de la Administración de comprar productos y servicios más caros que los de oferentes extranjeros, factura que la acaba pagándolo siempre el consumidor con precios más altos y el contribuyente en forma de mayores impuestos.


Se deroga la Ley de Promoción Industrial, que solo se ocupaba de dar subvenciones a empresas locales, bien conectadas con el poder. Se fulminan los privilegios del gremio que controlaba de cabo a rabo el turismo, una especie de patronal sectorial que mantenía el monopolio sobre la actividad de intermediación turística, por la cual ningún agente podía ofrecer servicios turísticos sin su autorización previa.


Se derogan los registros de importación y exportación. Si, no es broma; por duro que pueda parecer, el Estado podía prohibir la importación y exportación de cualquier producto. Los importadores y exportadores tenían que solicitar licencia para ejercer su actividad, registrarse en caso de ser aceptados y pedir autorización previa y moneda para cada uno de sus intercambios comerciales. Desaparece por tanto toda una imperiosa estructura volcada en la corrupción del Estado.


Y así hasta 300 modificaciones y derogaciones regulatorias de un mega decreto que trata de ser uno de los pilares de la reconstrucción de la Argentina, junto a la reforma fiscal, monetaria, de la deuda y del déficit. Está por ver cuál es la capacidad que demuestra cada argentino para asimilar y aprovechar tanta cirugía sobre un cuerpo social forjado en estatismo y peronismo.


Quizá ni Milei sea todavía Adenauer, ni Caputo ni Sturzenegger sean Erhard. En todo caso, por el momento, quedémonos con la somera respuesta que le dió Erhard, puro en mano, a una periodista que le preguntó qué había que hacer con la economía de un país cuando este se encontrase en decadencia económica: "Libérese".

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En titulares -de lo particular a lo universal- por si les da pereza leerlo entero. Un fondo buitre expulsa a los vecinos de toda la vida de un barrio de Madrid, mediante proceso de apropiación. El 45% de los hogares en alquiler están empobrecidos. La juventud no puede tener vivienda, aunque trabaje. Si alquilas, no puedes comprar. Los jóvenes -ahora- no pueden ahorrar. La solución -con voluntad política- es crear un parque público de viviendas en alquiler.

Trece años hace del 15M, cuando espontáneamente grupos de personas acamparon en plazas en la mayoría de las ciudades de España. Fue un movimiento pacífico reclamando mejoras en todos los aspectos sociales para la población. Mejoras que, trece años después, el PSOE se está arrogando como propias.

Nuestro paso por aquí abajo, se sustenta en allanar los caminos vivientes y en facilitar pulsaciones existenciales. Todo hay que hacerlo con amor, reconociendo, respetando y apreciando a los demás. Por desgracia, aún no hemos aprendido a convivir en paz, porque nos falta cultivar los remos interiores, con la capacidad de escucha, mediante un soplo de entendimiento y de cooperación mutua.

 
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