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Espero que haya unas terceras y unas cuartas elecciones

De la memoria, la edad provecta y las elecciones generales

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Lo más normal, cuando un hombre en edad provecta recupera la memoria, es que se encuentra al borde del sepulcro; vamos que le queda un telediario o, lo que viene a ser lo mismo, que no va a llegar a la tercera repetición de las elecciones generales.

La memoria es como esa jovencita arisca que conociste en tu juventud, que de desearla acabaste por aborrecerla por ese desdén y esa lengua viperina que es todo lo que te devolvió a cambio de tus inocentes y párvulos requiebros. Vamos, que está ahí, pero tan mojigata y huraña que incapaz es de devolverte esos recuerdos que son tuyos, pues existen porque de tus haceres son lo que queda. Pero ella, la memoria, a la que confiaste la guardia y custodia de tus recuerdos, te aplica el derecho romano y decide que lo que de buena fe cediste a buen recaudo ya no es tuyo sino de ella. Es como ese amigo de juventud al que confíaste tus libros, cuando tuviste que buscarte la vida, y al cabo del tiempo vuelves para recuperar tu más preciado tesoro y él, tu amigo, te dice que ya no son tuyos sino suyos, aplicándote el derecho romano, supongo.

Por eso digo que cuando recobras la memoria estás a punto de yacer bajo losa de mármol o extinguirte en los humos sacramentales de la incineradora de oficio o abonar el campo, darle verde a los pino y amarillo a la artemisa, que cantara el gran maestro Serrat. Pues porque ella, la memoria, sabe que contigo no tiene futuro y tus recuerdos sin ti ya no son nada; entonces decide buscar otro árbol más joven que le dé mejor sombra y por más tiempo.

No quiero ser machista, de hecho, esto mismo que acabo de escribir es aplicable a la mujer cuya memoria es de género masculino (el memorio).

El caso es que, en ese instante que nunca esperas pero que te devuelve la memoria, te ves asaltado por los recuerdos y, entonces, entiendes que la vida ya no te pertenece pero, en cambio, entiendes que no te puedes ir sin dejar a alguien esos recuerdos: el relato de tu vida que, a la postre, es el relato de los que contigo vivieron, algo así como el manual de instrucciones para aquellos que empiezan a encarar la vida. Como dijo Rabindranath Tagore: “la vida se nos da y la merecemos dándola”. Esa es la tarea de los que ya hemos alcanzado la edad provecta.

Espero que haya unas terceras y unas cuartas elecciones, y las que haga falta hasta que mis paisanos acaben de entender lo que de verdad más les interesa.

De la memoria, la edad provecta y las elecciones generales

Espero que haya unas terceras y unas cuartas elecciones
Mario López
sábado, 2 de julio de 2016, 10:39 h (CET)
Lo más normal, cuando un hombre en edad provecta recupera la memoria, es que se encuentra al borde del sepulcro; vamos que le queda un telediario o, lo que viene a ser lo mismo, que no va a llegar a la tercera repetición de las elecciones generales.

La memoria es como esa jovencita arisca que conociste en tu juventud, que de desearla acabaste por aborrecerla por ese desdén y esa lengua viperina que es todo lo que te devolvió a cambio de tus inocentes y párvulos requiebros. Vamos, que está ahí, pero tan mojigata y huraña que incapaz es de devolverte esos recuerdos que son tuyos, pues existen porque de tus haceres son lo que queda. Pero ella, la memoria, a la que confiaste la guardia y custodia de tus recuerdos, te aplica el derecho romano y decide que lo que de buena fe cediste a buen recaudo ya no es tuyo sino de ella. Es como ese amigo de juventud al que confíaste tus libros, cuando tuviste que buscarte la vida, y al cabo del tiempo vuelves para recuperar tu más preciado tesoro y él, tu amigo, te dice que ya no son tuyos sino suyos, aplicándote el derecho romano, supongo.

Por eso digo que cuando recobras la memoria estás a punto de yacer bajo losa de mármol o extinguirte en los humos sacramentales de la incineradora de oficio o abonar el campo, darle verde a los pino y amarillo a la artemisa, que cantara el gran maestro Serrat. Pues porque ella, la memoria, sabe que contigo no tiene futuro y tus recuerdos sin ti ya no son nada; entonces decide buscar otro árbol más joven que le dé mejor sombra y por más tiempo.

No quiero ser machista, de hecho, esto mismo que acabo de escribir es aplicable a la mujer cuya memoria es de género masculino (el memorio).

El caso es que, en ese instante que nunca esperas pero que te devuelve la memoria, te ves asaltado por los recuerdos y, entonces, entiendes que la vida ya no te pertenece pero, en cambio, entiendes que no te puedes ir sin dejar a alguien esos recuerdos: el relato de tu vida que, a la postre, es el relato de los que contigo vivieron, algo así como el manual de instrucciones para aquellos que empiezan a encarar la vida. Como dijo Rabindranath Tagore: “la vida se nos da y la merecemos dándola”. Esa es la tarea de los que ya hemos alcanzado la edad provecta.

Espero que haya unas terceras y unas cuartas elecciones, y las que haga falta hasta que mis paisanos acaben de entender lo que de verdad más les interesa.

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