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Pequeños que corren de aquí para allá junto a los guerrilleros, junto a los heridos, junto a los llantos y las bombas

Niños de Israel y Gaza

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Con los niños no, por favor, por locos que estemos o seamos los adultos, los locos adultos que matan, los que mueren, los que mueren sentenciando y matando, los que se acobardan, los que sufren, los que cuentan historias a través de los medios de comunicación y no les importa que haya otros niños menos indefensos y personas sensibles alrededor de una mesa comiendo o simplemente reunidos en familia.


Mucho se ha dicho sobre la libertad de expresión, sobre los horarios protegidos de sangre, violencia y escenas macabras para así proteger a la infancia de imágenes duras que atentan contra los más importantes derechos del ser humano.


Ser niño debiera bastar para que automáticamente todos los infantes fueran respetados por las guerras, pero el poder de la sinrazón y de las mal llamadas democracias parecen olvidar a los pequeños. Enciendes la televisión y ves a niños de Israel o de Gaza corriendo de aquí para allá en medio de amenazas, lamentos y barbarie, mientras que nuestros hijos están en la escuela. Las escuelas de Gaza son atacadas por ser blancos perfectos para esconder a mayores que otros mayores buscan y sentencian a muerte, luego qué significa para esos niños una escuela, desde luego no lo mismo que para los nuestros.


Nos preguntamos qué hacen esos niños, ahí, valduendos, con carestía de todo, sin que nadie los proteja, debe ser por culpa de las guerras que no entienden nada que tenga que ver con lo razonable. Niños que corren de aquí para allá junto a los guerrilleros, junto a los heridos, junto a los llantos y las bombas, niños que apenas levantan dos palmos del suelo y ya están sufriendo los rigores de un futuro incierto, de un futuro que sus mayores no pueden garantizar apenas.


Si debe exhibirse un niño herido en combate o no, un niño huérfano o solitario por una mala acción de los mayores lo deberían decidir quienes administran los filtros de “las sábanas tendidas”, esas “sábanas tendidas” a las que apelaban y nos decían en nuestra infancia nuestros comedidos mayores cuando no podían o no querían hablar sobre un determinado tema: “Hay sábanas tendidas”.


La televisión, por ser una ventana abierta, por supuesto más que la prensa escrita, que siempre llega menos a los menores, ha de tener cuidado. Los derechos de los niños, de éstos, de los nuestros y de aquellos palestinos e israelíes, es decir, de los pequeños espectadores y de los protagonistas-sufridores de la noticia siempre deben estar al margen de lo que algunos llaman libertad de expresión…


(Así decía esta columna, publicada en este mismo medio hace catorce años, hoy desgraciadamente, sigue vigente. Y así terminaba:)


…Por favor con los niños no, ya sean de aquí o de allí, se están formando, respetemos su desarrollo, no creemos, por nuestra culpa, monstruos y luego les pidamos en fechas cercanas a Reyes Magos, un poco de inocencia porque la habrán perdido para siempre entre las sábanas tendidas que ya nadie tiende para ellos.

Niños de Israel y Gaza

Pequeños que corren de aquí para allá junto a los guerrilleros, junto a los heridos, junto a los llantos y las bombas
Nieves Fernández
miércoles, 20 de diciembre de 2023, 09:28 h (CET)

Con los niños no, por favor, por locos que estemos o seamos los adultos, los locos adultos que matan, los que mueren, los que mueren sentenciando y matando, los que se acobardan, los que sufren, los que cuentan historias a través de los medios de comunicación y no les importa que haya otros niños menos indefensos y personas sensibles alrededor de una mesa comiendo o simplemente reunidos en familia.


Mucho se ha dicho sobre la libertad de expresión, sobre los horarios protegidos de sangre, violencia y escenas macabras para así proteger a la infancia de imágenes duras que atentan contra los más importantes derechos del ser humano.


Ser niño debiera bastar para que automáticamente todos los infantes fueran respetados por las guerras, pero el poder de la sinrazón y de las mal llamadas democracias parecen olvidar a los pequeños. Enciendes la televisión y ves a niños de Israel o de Gaza corriendo de aquí para allá en medio de amenazas, lamentos y barbarie, mientras que nuestros hijos están en la escuela. Las escuelas de Gaza son atacadas por ser blancos perfectos para esconder a mayores que otros mayores buscan y sentencian a muerte, luego qué significa para esos niños una escuela, desde luego no lo mismo que para los nuestros.


Nos preguntamos qué hacen esos niños, ahí, valduendos, con carestía de todo, sin que nadie los proteja, debe ser por culpa de las guerras que no entienden nada que tenga que ver con lo razonable. Niños que corren de aquí para allá junto a los guerrilleros, junto a los heridos, junto a los llantos y las bombas, niños que apenas levantan dos palmos del suelo y ya están sufriendo los rigores de un futuro incierto, de un futuro que sus mayores no pueden garantizar apenas.


Si debe exhibirse un niño herido en combate o no, un niño huérfano o solitario por una mala acción de los mayores lo deberían decidir quienes administran los filtros de “las sábanas tendidas”, esas “sábanas tendidas” a las que apelaban y nos decían en nuestra infancia nuestros comedidos mayores cuando no podían o no querían hablar sobre un determinado tema: “Hay sábanas tendidas”.


La televisión, por ser una ventana abierta, por supuesto más que la prensa escrita, que siempre llega menos a los menores, ha de tener cuidado. Los derechos de los niños, de éstos, de los nuestros y de aquellos palestinos e israelíes, es decir, de los pequeños espectadores y de los protagonistas-sufridores de la noticia siempre deben estar al margen de lo que algunos llaman libertad de expresión…


(Así decía esta columna, publicada en este mismo medio hace catorce años, hoy desgraciadamente, sigue vigente. Y así terminaba:)


…Por favor con los niños no, ya sean de aquí o de allí, se están formando, respetemos su desarrollo, no creemos, por nuestra culpa, monstruos y luego les pidamos en fechas cercanas a Reyes Magos, un poco de inocencia porque la habrán perdido para siempre entre las sábanas tendidas que ya nadie tiende para ellos.

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