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Etiquetas | Opiniones de un paisano

Fantasía y fantasmagoría

Mario López
Mario López
jueves, 9 de julio de 2009, 01:18 h (CET)
Una persona sin imaginación hace todo lo que se le dice. La imaginación nos permite representar mentalmente una realidad diferente a la que se nos pretende imponer y sopesar los pros y los contras. En definitiva, gracias a la imaginación decidimos. No es, por tanto, un don de artistas sino una facultad inherente a cualquier ser humano que no sufra una discapacidad mental.

La fantasía ya es otra cosa. El diccionario de la RAE, en su cuarta acepción, la define como el grado superior de la imaginación; la imaginación cuando inventa o produce. Un cuento, una canción o un buen aforismo son fantasías. Estamos acostumbrados a oír decir de algunos personajes públicos que tienen mucha fantasía, en sentido peyorativo. Pues es un error muy grave. La fantasía es le grado superior de la imaginación, es la capacidad de crear. Lo que ocurre es que se ha hecho muy común entre nosotros confundir fantasía con fantasmagoría que es, según el diccionario de la RAE en su segunda acepción, la ilusión de los sentidos o figuración vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento. Fantasmagóricos célebres son nuestro alcalde el Faraón y su amiga-adversaria la lideresa. Y el colmo del fantasmagórico, Aznar, que se cree un Napoleón tejano con la pluma de Rainer María Rilke; y todos sabemos lo que le cuesta ganar una partida de dominó en Quintanilla de Onésimo o enterarse de la inexistencia de armas de destrucción masiva o conducir con prudencia.

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Sin corruptores oligárquicos y estadounidenses, no habría corruptos en las altas instancias del Estado. Obviamente hay un claro objetivo de los corruptores: que solamente se persiga a los corruptos. Porque, enriqueciendo la frase de Groucho Marx sobre los principios, “estos son mis corruptos, si no le gustan, tengo otros”.

La unidad de España permanecerá, aunque para ello sea necesario que el “cupo” y la “aportación” sigan siendo negativas para las Comunidades Forales. Lo mismo ocurrirá con la financiación singular catalana, todo lo cual equivale a decir que el resto del país, sometido al régimen común, “pagará por mantener la unidad nacional”.

 
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