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Hay demasiados voluntarios para darnos los eventos interpretados

Disparidad interpretativa manipulada

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Los modos de actuar adoptan rasgos de diferentes procedencias, aunque su configuración final presente un aspecto determinado; a la hora de su valoración es evidente la complejidad. El mérito del protagonista, los resultados obtenidos y los entresijos de los procedimientos empleados, en gran parte de las ocasiones no aparecen a la vista de los observadores. Este DESAJUSTE es lógico a la vista de los diferentes factores involucrados; llega a plantear numerosas fricciones en las relaciones sociales. Tanto en las actuaciones habituales, como a la vista de los sucesos deplorables, grandes elaboraciones o destrucciones, suele lamentarse la escasa atención dedicada a estos asuntos.


Si las relaciones sociales ya resultan enrevesadas por la ingente cantidad de puntos de vista aplicados en relación con intereses muy variados, su desorientación se verá incrementada cuando no prestamos demasiada atención a los métodos empleados para llegar a conocer como son las cosas. En especial, ante la proliferación de instrumentos de difusión de saberes y acontecimientos. Las redes, técnicas artificiales de inteligencia o la misma proliferación de focos informativos, nos abocan a un DESCONTROL progresivo, que imposibilita el asiento coherente de los conceptos, aunque fuera pasajero; como consecuencia, la disgregación se convierte en la regla dominante casi imposible de revertir.


De lo dicho se infiere la enorme complejidad de ese contacto de una persona con sus circunstancias. Los innumerables factores confluyen desde sus ámbitos peculiares, cargados cada uno de ellos con el dinamismo propio y energías cambiantes. Por eso, las fijaciones quedan fuera de lugar para la contemplación de alguno de los efectos concretos; parece más apropiado el término COYUNTURA para la apreciación de una combinación momentánea. Distinguiendo aquellas de carácter individual de las grupales, si pretendemos centrarnos con alguna propiedad en las valoraciones sociales. Aun así, nunca sobrepasamos las modestas aproximaciones, que pese a su limitación son percepciones relevantes.


Son muchas y complejas las características personales a tener en cuenta en esto de ponernos a valorar cualquier evento. Además, aunque no lo parezca, gran parte de esas características propias no llegamos a conocerlas a fondo. Pero, eso sí, confluyen en ese momento crucial de tomar las decisiones. Sea cual sea la intensidad de los factores externos, las propiedades personales siempre encuentran el suficiente acomodo para mostrar el SELLO particular de cada uno. Es difícil esconderlo a la vista de los demás, incluso los disimulos o tergiversaciones se tiñen de sus tendencias. Modifica las percepciones de los eventos y de las relaciones con las demás personas, con las repercusiones pertinentes.


Eso, cuando hablamos de las circunstancias habituales de los hechos cotidianos. Al hablar de fenómenos extraordinarios, pueden resultar insuficientes las dotes usadas de manera rutinaria. Recurrimos a los recursos de mayor enjundia, sea la simple imaginación, las cualidades creativas, una mayor atención o bien el esfuerzo por adquirir nuevos conocimientos y adaptaciones. Sin quererlo o con plena conciencia de ello, podemos alcanzar la GENIALIDAD interpretativa, también de diversos calibres y matices. En el caso de no alcanzar ese requerimiento, el estancamiento impedirá el progreso en la comprensión del evento. Está claro que no van a producirse dos respuestas idénticas.


A la hora de plantearse los conceptos generales, nadie tiene la facultad de percibir todos los matices de cada cuestión; en consecuencia, resulta lógica la configuración entre todos de ciertos esquemas mentales que nos puedan servir de base para facilitar el camino de los pensamientos propios. El desliz inconveniente surge si nos centramos en exclusiva en ese concepto general y dejamos un tanto de lado las ideas propias, desaparece así el sujeto pensante. Si ese núcleo IDEOLÓGICO aplasta nuestros pensamientos, dejamos de ser elementos válidos para interpretar cualquier situación; somos arrastrados por la estructura general. Esa renuncia genera notables perjuicios en las convivencias cotidianas.


Esa dejación a la hora del posicionamiento propio ocasiona importantes despropósitos con repercusión sobre uno mismo y sobre el resto de la sociedad. En cuanto a lo personal, se produce una marginación progresiva en los diferentes sectores de actuación; la supuesta participación se convierte en una nulidad de hecho, porque no actúa el sujeto, sino la estructura motivadora. Son especialmente manifiestos estos comportamientos en las actividades POLÍTICAS, las intervenciones de los ciudadanos están viciadas por la renuncia mencionada. En cualquier otro sector también ocasiona omisiones perjudiciales, muy notables en las actividades laborales, comerciales, e incluso en los intercambios sociales.


En el ámbito social se habla mucho de las interpretaciones, pero no siempre con ideas claras, ni tan siquiera dispuestos a la admisión de las variadas maneras de ver las cosas para iniciar los debates. Y si desaparecen las valoraciones personales auténticas, vayan ustedes a saber que representa eso de la interpretación social, adobada por quién y con qué tipo de argumentaciones. Nos conviene estar alerta ante estas ideas proclamadas como del conjunto social, es habitual la presencia camuflada de sus promotores, que no dan la cara y son los MANIPULADORES subrepticios de la opinión. Si caemos en sus redes, ya no hablamos en torno a la pluralidad de sensibilidades; pasamos al servicio de dichos mequetrefes con intereses ocultos.


Es muy difícil escapar de las oleadas ambientales. Además de las estrategias de los manipuladores, las modas y el mismo transcurso del tiempo nos inducen a ver las cosas de diferente manera. Hasta grandes obras de arte sufrieron los avatares de estas modificaciones, en una época fueron enaltecidas y en otras pasaron prácticamente desapercibidas. Deducimos la enorme influencia de estas oscilaciones de los entornos a la hora de entender las cosas. Por lo tanto, el deslinde de lo que representa la interpretación particular exige la suficiente perspicacia para poner los influjos exteriores en su sitio si pretendemos descubrir la auténtica NAVEGACIÓN de una persona concreta, con sus atributos y perspectivas.


Solemos estar atareados sin atender demasiado las circunstancias implicadas en cada actitud. En esa serie de comportamientos acelerados se impone con excesiva fruición una RUTINA cómoda, pero incompatible con los análisis pertinentes de cada caso. Inmersos en ella, disminuye el valor de las interpretaciones, no pasan de meras opiniones tomadas a la ligera.


La supuesta precisión objetiva de las observaciones propias brilla por su ausencia. Caemos en unas presencias evasivas, que dejan muy deteriorado el protagonismo personal y no digamos las responsabilidades. El carácter DESCUBRIDOR de las interpretaciones y las naturales tensiones valorativas quedan relegadas a unos segundos planos incomprensibles.

Disparidad interpretativa manipulada

Hay demasiados voluntarios para darnos los eventos interpretados
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 3 de noviembre de 2023, 10:07 h (CET)

Los modos de actuar adoptan rasgos de diferentes procedencias, aunque su configuración final presente un aspecto determinado; a la hora de su valoración es evidente la complejidad. El mérito del protagonista, los resultados obtenidos y los entresijos de los procedimientos empleados, en gran parte de las ocasiones no aparecen a la vista de los observadores. Este DESAJUSTE es lógico a la vista de los diferentes factores involucrados; llega a plantear numerosas fricciones en las relaciones sociales. Tanto en las actuaciones habituales, como a la vista de los sucesos deplorables, grandes elaboraciones o destrucciones, suele lamentarse la escasa atención dedicada a estos asuntos.


Si las relaciones sociales ya resultan enrevesadas por la ingente cantidad de puntos de vista aplicados en relación con intereses muy variados, su desorientación se verá incrementada cuando no prestamos demasiada atención a los métodos empleados para llegar a conocer como son las cosas. En especial, ante la proliferación de instrumentos de difusión de saberes y acontecimientos. Las redes, técnicas artificiales de inteligencia o la misma proliferación de focos informativos, nos abocan a un DESCONTROL progresivo, que imposibilita el asiento coherente de los conceptos, aunque fuera pasajero; como consecuencia, la disgregación se convierte en la regla dominante casi imposible de revertir.


De lo dicho se infiere la enorme complejidad de ese contacto de una persona con sus circunstancias. Los innumerables factores confluyen desde sus ámbitos peculiares, cargados cada uno de ellos con el dinamismo propio y energías cambiantes. Por eso, las fijaciones quedan fuera de lugar para la contemplación de alguno de los efectos concretos; parece más apropiado el término COYUNTURA para la apreciación de una combinación momentánea. Distinguiendo aquellas de carácter individual de las grupales, si pretendemos centrarnos con alguna propiedad en las valoraciones sociales. Aun así, nunca sobrepasamos las modestas aproximaciones, que pese a su limitación son percepciones relevantes.


Son muchas y complejas las características personales a tener en cuenta en esto de ponernos a valorar cualquier evento. Además, aunque no lo parezca, gran parte de esas características propias no llegamos a conocerlas a fondo. Pero, eso sí, confluyen en ese momento crucial de tomar las decisiones. Sea cual sea la intensidad de los factores externos, las propiedades personales siempre encuentran el suficiente acomodo para mostrar el SELLO particular de cada uno. Es difícil esconderlo a la vista de los demás, incluso los disimulos o tergiversaciones se tiñen de sus tendencias. Modifica las percepciones de los eventos y de las relaciones con las demás personas, con las repercusiones pertinentes.


Eso, cuando hablamos de las circunstancias habituales de los hechos cotidianos. Al hablar de fenómenos extraordinarios, pueden resultar insuficientes las dotes usadas de manera rutinaria. Recurrimos a los recursos de mayor enjundia, sea la simple imaginación, las cualidades creativas, una mayor atención o bien el esfuerzo por adquirir nuevos conocimientos y adaptaciones. Sin quererlo o con plena conciencia de ello, podemos alcanzar la GENIALIDAD interpretativa, también de diversos calibres y matices. En el caso de no alcanzar ese requerimiento, el estancamiento impedirá el progreso en la comprensión del evento. Está claro que no van a producirse dos respuestas idénticas.


A la hora de plantearse los conceptos generales, nadie tiene la facultad de percibir todos los matices de cada cuestión; en consecuencia, resulta lógica la configuración entre todos de ciertos esquemas mentales que nos puedan servir de base para facilitar el camino de los pensamientos propios. El desliz inconveniente surge si nos centramos en exclusiva en ese concepto general y dejamos un tanto de lado las ideas propias, desaparece así el sujeto pensante. Si ese núcleo IDEOLÓGICO aplasta nuestros pensamientos, dejamos de ser elementos válidos para interpretar cualquier situación; somos arrastrados por la estructura general. Esa renuncia genera notables perjuicios en las convivencias cotidianas.


Esa dejación a la hora del posicionamiento propio ocasiona importantes despropósitos con repercusión sobre uno mismo y sobre el resto de la sociedad. En cuanto a lo personal, se produce una marginación progresiva en los diferentes sectores de actuación; la supuesta participación se convierte en una nulidad de hecho, porque no actúa el sujeto, sino la estructura motivadora. Son especialmente manifiestos estos comportamientos en las actividades POLÍTICAS, las intervenciones de los ciudadanos están viciadas por la renuncia mencionada. En cualquier otro sector también ocasiona omisiones perjudiciales, muy notables en las actividades laborales, comerciales, e incluso en los intercambios sociales.


En el ámbito social se habla mucho de las interpretaciones, pero no siempre con ideas claras, ni tan siquiera dispuestos a la admisión de las variadas maneras de ver las cosas para iniciar los debates. Y si desaparecen las valoraciones personales auténticas, vayan ustedes a saber que representa eso de la interpretación social, adobada por quién y con qué tipo de argumentaciones. Nos conviene estar alerta ante estas ideas proclamadas como del conjunto social, es habitual la presencia camuflada de sus promotores, que no dan la cara y son los MANIPULADORES subrepticios de la opinión. Si caemos en sus redes, ya no hablamos en torno a la pluralidad de sensibilidades; pasamos al servicio de dichos mequetrefes con intereses ocultos.


Es muy difícil escapar de las oleadas ambientales. Además de las estrategias de los manipuladores, las modas y el mismo transcurso del tiempo nos inducen a ver las cosas de diferente manera. Hasta grandes obras de arte sufrieron los avatares de estas modificaciones, en una época fueron enaltecidas y en otras pasaron prácticamente desapercibidas. Deducimos la enorme influencia de estas oscilaciones de los entornos a la hora de entender las cosas. Por lo tanto, el deslinde de lo que representa la interpretación particular exige la suficiente perspicacia para poner los influjos exteriores en su sitio si pretendemos descubrir la auténtica NAVEGACIÓN de una persona concreta, con sus atributos y perspectivas.


Solemos estar atareados sin atender demasiado las circunstancias implicadas en cada actitud. En esa serie de comportamientos acelerados se impone con excesiva fruición una RUTINA cómoda, pero incompatible con los análisis pertinentes de cada caso. Inmersos en ella, disminuye el valor de las interpretaciones, no pasan de meras opiniones tomadas a la ligera.


La supuesta precisión objetiva de las observaciones propias brilla por su ausencia. Caemos en unas presencias evasivas, que dejan muy deteriorado el protagonismo personal y no digamos las responsabilidades. El carácter DESCUBRIDOR de las interpretaciones y las naturales tensiones valorativas quedan relegadas a unos segundos planos incomprensibles.

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