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No importa la veracidad del mito concreto sino la capacidad para que sea creído, y aceptado, de forma mayoritaria

​Ficciones

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Sostiene Yusuf Harari (1) que nuestro éxito, el de los Homo Sapiens, se apoyó en una revolución cognitiva que nos facultó para colaborar en grupos masivos a partir, sobre todo, de cierta capacidad lingüística, desconocida, verbigracia, para los neandertales, y favorecedora del chismorreo y la cooperación más allá de los congéneres cercanos y conocidos. Afirma el israelí que “podemos urdir mitos comunes tales como la historia bíblica de la creación, los mitos del tiempo del sueño de los aborígenes australianos y los mitos nacionalistas de los estados modernos. Dichos mitos confirieron a los sapiens la capacidad de cooperar flexiblemente en gran número”. Así pues, es el relato lo que nos ha traído hasta aquí. No importa, por otra parte, la veracidad del mito concreto sino la capacidad para que sea creído, y aceptado, de forma mayoritaria.


En relación con ello, la historia de la humanidad se habría forjado mediante ficciones sucesivas, incluidas las actuales. Entiende Harari la ficción como un mito o relato, que cataliza la colaboración entre cientos, miles o incluso millones de individuos, y los reúne en torno a grandes tendencias o programas, como una religión, una nación o un estado. Asimismo, y por ende, las ficciones incluyen las leyes, la política y hasta los derechos humanos.


Nos movemos, por tanto, en torno a esos mitos o ficciones desde el principio de los tiempos, considerados, por supuesto, a escala de nuestra especie. No solo la mitología griega, las historias artúricas, la ciencia ficción o las religiones todas, sino cualquier acción o idea de la que participemos, se contienen en ello. También las leyendas urbanas, esos chismes propios de nuestro tiempo, influyen en nosotros. Y antes aún, lo que los investigadores del pasado denominan animismo, creencia muy genérica que parece revivir, últimamente, en torno al animalismo o al ambientalismo ultra. Enlazando con lo hasta aquí escrito, se puede argumentar, por ejemplo, utilizando el caso de Ossian, el poeta apócrifo que tuvo un gran impacto en la literatura europea y en el movimiento romántico, por no decir en el celtismo, cuyas implicaciones políticas llegan a nuestros días. El fraude data del siglo XVIII y se refiere a una supuesta recopilación de poesía épica gaélica por parte del poeta escocés Macpherson, quien afirmó haber traducido los poemas del supuesto bardo Ossian, escocés asimismo. Se considera, hoy en día, que el primero falsificó gran parte de esa poesía, atribuyéndola a un poeta inexistente, si bien algunos de sus elementos se basan en tradiciones folclóricas gaélicas. Lo traigo a colación como paradigma, a media escala, de las ficciones de Harari.


El caso es que la teoría sobre los relatos y el chismorreo, que Harari expone con brillantez, se presenta como atrayente y capaz de explicar, por ejemplo, lo que ahora mismo acontece en el mundo. Pero, por otra parte, exhala cierto tufillo de relativismo, que podría servir como legitimación de cualquier relato, sin importar su vertiente ética, como ha venido ocurriendo en los siglos que nos preceden. Todo son ficciones, no se puede negar, pero unas resultan más creíbles que otras, y más digeribles. La del presente, es decir, la que se pretende imponer, y se va imponiendo, no parece muy verosímil ni asimilable para quien valore su libertad personal ni para quien ame la condición humana, pero, aun así, haciendo un paralelismo con el ámbito de lo literario o cinematográfico, va arrasando en ventas y crítica.


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(1) Harari, Y. Sapiens. De animales a Dioses. Debate, 2015

​Ficciones

No importa la veracidad del mito concreto sino la capacidad para que sea creído, y aceptado, de forma mayoritaria
Juan Antonio Freije Gayo
viernes, 29 de septiembre de 2023, 11:08 h (CET)

Sostiene Yusuf Harari (1) que nuestro éxito, el de los Homo Sapiens, se apoyó en una revolución cognitiva que nos facultó para colaborar en grupos masivos a partir, sobre todo, de cierta capacidad lingüística, desconocida, verbigracia, para los neandertales, y favorecedora del chismorreo y la cooperación más allá de los congéneres cercanos y conocidos. Afirma el israelí que “podemos urdir mitos comunes tales como la historia bíblica de la creación, los mitos del tiempo del sueño de los aborígenes australianos y los mitos nacionalistas de los estados modernos. Dichos mitos confirieron a los sapiens la capacidad de cooperar flexiblemente en gran número”. Así pues, es el relato lo que nos ha traído hasta aquí. No importa, por otra parte, la veracidad del mito concreto sino la capacidad para que sea creído, y aceptado, de forma mayoritaria.


En relación con ello, la historia de la humanidad se habría forjado mediante ficciones sucesivas, incluidas las actuales. Entiende Harari la ficción como un mito o relato, que cataliza la colaboración entre cientos, miles o incluso millones de individuos, y los reúne en torno a grandes tendencias o programas, como una religión, una nación o un estado. Asimismo, y por ende, las ficciones incluyen las leyes, la política y hasta los derechos humanos.


Nos movemos, por tanto, en torno a esos mitos o ficciones desde el principio de los tiempos, considerados, por supuesto, a escala de nuestra especie. No solo la mitología griega, las historias artúricas, la ciencia ficción o las religiones todas, sino cualquier acción o idea de la que participemos, se contienen en ello. También las leyendas urbanas, esos chismes propios de nuestro tiempo, influyen en nosotros. Y antes aún, lo que los investigadores del pasado denominan animismo, creencia muy genérica que parece revivir, últimamente, en torno al animalismo o al ambientalismo ultra. Enlazando con lo hasta aquí escrito, se puede argumentar, por ejemplo, utilizando el caso de Ossian, el poeta apócrifo que tuvo un gran impacto en la literatura europea y en el movimiento romántico, por no decir en el celtismo, cuyas implicaciones políticas llegan a nuestros días. El fraude data del siglo XVIII y se refiere a una supuesta recopilación de poesía épica gaélica por parte del poeta escocés Macpherson, quien afirmó haber traducido los poemas del supuesto bardo Ossian, escocés asimismo. Se considera, hoy en día, que el primero falsificó gran parte de esa poesía, atribuyéndola a un poeta inexistente, si bien algunos de sus elementos se basan en tradiciones folclóricas gaélicas. Lo traigo a colación como paradigma, a media escala, de las ficciones de Harari.


El caso es que la teoría sobre los relatos y el chismorreo, que Harari expone con brillantez, se presenta como atrayente y capaz de explicar, por ejemplo, lo que ahora mismo acontece en el mundo. Pero, por otra parte, exhala cierto tufillo de relativismo, que podría servir como legitimación de cualquier relato, sin importar su vertiente ética, como ha venido ocurriendo en los siglos que nos preceden. Todo son ficciones, no se puede negar, pero unas resultan más creíbles que otras, y más digeribles. La del presente, es decir, la que se pretende imponer, y se va imponiendo, no parece muy verosímil ni asimilable para quien valore su libertad personal ni para quien ame la condición humana, pero, aun así, haciendo un paralelismo con el ámbito de lo literario o cinematográfico, va arrasando en ventas y crítica.


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(1) Harari, Y. Sapiens. De animales a Dioses. Debate, 2015

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