Ella tiene un disfraz y se lo pone todos los días. No me refiero sólo a sus originales vestidos pastel, el abundante carmín, al exagerado rubio o a esa voz tan nasal que usa para pegarle patadas al diccionario cada día y cuyo sonido me recuerda tanto al de Tamara, aquella friki de la tele de los primeros años 2000. No es solo esa pose forzada de rubia tonta que usa ya de manera tan integrada, a modo de útil coraza, cuando todos sabemos que de eso no tiene un pelo. En realidad el disfraz no es solo estético, es mucho mas, y viste y da vida a uno de los personajes mas interesantes e inteligentes que se recuerdan en la escena política española. Ante todos ustedes, Yolanda Diaz, vicepresidenta del Gobierno y líder de la actual extrema izquierda. Ahora está algo ocupada en salvar los muebles con Sumar en las elecciones y a la vez acabar de enterrar a los que eran hasta hace pocos días sus compañeros y compañeras de proyecto y de Gobierno, pero pronto la veremos seguro moviendo los hilos en asuntos mayores.
Tiene todas las cualidades de un animal político de primera categoría: no sale dañada cuando traiciona o fracasa; saca mucho rédito político de sus éxitos y mucha ayuda de aquellos en los que se apoya; sabe de diez a quien encaramarse para trepar; la purga para ella es algo necesario, positivo y recurre a ella sin compasión; seduce como nadie y a quien haga falta en el momento preciso, y su ideología es tan voluble como los tiempos políticos líquidos que nos toca vivir, entre lo emocional y lo pragmático, pero eso sí, con mucho barniz y retórica de izquierdas. Hay que vender cosas que se compren, emocionar y sacar siempre la mejor sonrisa; nunca asustar a la gente ni movilizar mucho al adversario, y aliarse o al menos no llevarse mal con la prensa. Lo que importa es el poder. Ella cree que aun no ha tenido suficiente y la cosa ha llegado ya muy alto como para bajarse ahora. Antes muerta que sencilla.
La extrema izquierda lleva muchos años reinventándose. Podemos no fue en el fondo otra cosa que maquillar de morado la misma bandera roja de los abuelos. Pablo Iglesias modernizó la estrategia y la táctica; habló de transversalidad y esas cosas; se rodeó de profesores en lugar de obreros, y retorció algunas palabras como patria, pero se dejó puesto el disfraz de lobo, de desheredado cascarrabias; se le salieron las costuras y los tomates dejando pronto ver lo que había debajo en cuanto se fue olvidando la crisis, desapareció la corrupción publicada y bajó la fiebre en una parte de la sociedad. Yolanda es una versión mejorada de todo eso, una vuelta de La Tuerka.
Su padre es Suso Diaz, comunista de toda la vida y un reconocido e histórico sindicalista, líder de Comisiones Obreras de Galicia durante once años y héroe de las revueltas del naval en 1972. Yolanda militó hasta finales de 2019 en el Partido Comunista, en la época en la que se seleccionaban los miembros el Gobierno de coalición de PSOE y Podemos. No sumaba puntos tener carné del PCE, eso solo se le permitió a Garzón. Pocas semanas después, es elegida por Iglesias como ministra de Trabajo. La cabra tira al monte siempre, y un año después no duda en prorrogar la reedición del «Manifiesto Comunista» en los fastos del 100 aniversario del PCE.
Yolanda y Pablo se conocieron en 2012, en la campaña electoral gallega, cuando ella se presenta coaligada con Beiras y contrata como asesor a un prometedor experto en marketing electoral y Big Data de larga coleta que hace videos y asesora a partidos de izquierda. Hacen buenas migas y consiguen muy buenos resultados. Un aún desconocido Iglesias la convence para utilizar a su bebé durante toda la campaña, llevándole a todas partes y actos. «Incluso me insistía en que la diera de mamar en público», confesó Diaz tiempo después. Cuatro años después, se desató una enorme polémica ya con Podemos triunfante en el Congreso, cuando Carolina Bescansa amamantó a su bebe durante una sesión plenaria.
Tras trabajar en varios despachos de abogados durante un año, la carrera política de Yolanda comienza pronto en Galicia de la mano de Esquerda Unida. Tras varios fracasos electorales, consigue en 2007 ser la candidata en Ferrol, donde abre despacho propio, la única plaza en todo Galicia donde EU tiene de siempre concejales y base social. Pacta con el PSG y se convierte en vicealcaldesa, yéndose todo al garete un año y medio después, saliendo del Ayuntamiento echando pestes del alcalde y este de ella. «Es sólo una mentirosa», sentenció.
Tras la pésima experiencia ferrolana, consigue nada menos que dar el salto a la dirección nacional de IU en Madrid como responsable de políticas sociales. Todo va de la mano de Miguel Reneses, quien controla de cabo a rabo el partido desde su cargo de Secretario de Organización, y protege y proyecta a Diaz como figura emergente nacional. Fueron meses de mucho movimiento para Yolanda en el foro, incluyendo hasta palcos en el Bernabéu. No tarda en ser elegida por la Ejecutiva de IU como candidata a presidenta de Galicia en aquellas autonómicas en las que conoció a Iglesias. Tenía claro que esas elecciones no las podía jugar solo con EU, y buscó en quien apalancarse. Eligió a Beiras, histórico líder nacionalista gallego, que por aquel entonces andaba a la gresca con el BNG, su formación de toda la vida. Le convenció de que la mejor solución era escindir su partido, crear otro y coaligarse con IU para esas Autonómicas del 2012 en Galicia. Que Beiras diera todos esos pasos, rompiendo su BNG, es como si vieramos a Florentino Perez romper el Real Madrid y crear otro club. Solo la magia de una «bruxa» explica para algunos que el gallego se tirara a la piscina de aquella manera.
Antes de cerrar el acuerdo con Beiras, tuvo que eliminar la oposición interna y acabar con esos sectores de EU contrarios a alianzas con el nacionalismo. No en vano, la Izquierda hasta hace no tanto fue internacionalista, alejada del nacionalismo y lo identitario; cosas de burgueses y del capital. Pero Yolanda, y en esto igual que casi toda la izquierda que ha pisado moqueta en los últimos tiempos, tiene claro que los nacionalistas son el aliado para alcanzar el poder. Dicho y hecho. Cerca del 15% de los votos y nueve diputados, lo nunca visto a la izquierda del PSG.
La traición a Beiras
En 2015, con Podemos en plena efervescencia liderando las encuestas y con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina, a Yolanda se le queda pequeña su región. La que no paró de reprochar a Feijó que éste acabaría yéndose a la capital y abandonaría su tierra por Génova, empieza a moverse a base de bien. El anillo del poder la invoca. Pablo Iglesias está montando el asalto al cielo y organizando las confluencias y listas electorales. Yolanda maniobra en silencio. Sabe bien que Beiras, su socio y coaligado compañero de proyecto gallego, no soporta ni a Iglesias ni a su grupo ni quiere nada con ellos. Acude de puntillas a las reuniones en Madrid donde su querido ex asesor cocina las listas de Podemos en cada región. Diseña con ella la estrategia en Galicia. La denominan En Marea e incluye a EU y a todo bicho viviente de izquierdas o nacionalista de Galicia que se quiera sumar.
Yolanda va de cabeza de lista al Parlamento español por A Coruña y consigue ser diputada con Podemos. A Beiras le hacen la cama y le ponen delante un paquete cerrado que tragar sí o sí con una nota que bien podría haber sido esta: «Querido Xose: me voy a Madrid con Podemos, me llevo tus votos, te dejo en Galicia sin proyecto y tu ni te has enterado ni sirves para nada ya. Suerte. Yoli.» Beiras no salió de su asombro y años después seguía diciendo de ella: «Yolanda me traicionó.
La «desbrozadora»
La traición no fue solo a Beiras. Los camaradas de EU que tampoco querían confluir con Podemos se sintieron traicionados, ya que ni fueron informados de los planes ni tuvieron opción. Yolanda fue la peor enemiga de todos aquellos que dentro del partido no querían confluir. Primero lo hizo en Galicia al crear En Marea y purgar toda oposición interna en EU. Lo repitió con más saña cuando Izquierda Unida debatía a cara de perro a nivel nacional si ir en coalición con Podemos a las Generales. Los partidarios de confluir hicieron la purga causando una buena escabechina, liderados por Yolanda, a la que llamaron en el partido desde entonces la «desbrozadora», tras sus declaraciones a la prensa en las que llamaba a «desbrozar» el partido y acabar con los que frenaban la unión con Podemos. Esa actitud tan guerrera le sumó muchos más puntos aun con Iglesias que canjearía más adelante. Era el tiempo de arrimarse a Podemos y a su líder porque seguir su estela tenía premio.
La moción de censura que lo cambia todo
Cuando se vota la moción de censura que desaloja del poder a Rajoy, Yolanda ocupa uno de esos escaños tapados por columnas en la parte superior del congreso. Comenzaba un nuevo ciclo político dominado por la izquierda en España y ella como siempre tiene la cara en el as. Cuando Iglesias tiene que elegir a los ministros que le tocan en el Gobierno a Podemos , no lo duda y la nombra ministra de Trabajo, ocupando la cuota de las confluencias en el gabinete. Ya la tenemos en el núcleo del poder político y mediático nacional, ocupando altas responsabilidades y apoyada por Pablo Iglesias y Podemos. Cambia pronto y radicalmente su forma de vestir, desde ahora mucho más elegante. Del pelo moreno al rubio barbie, de la chupa de cuero rojo a los vestidos largos, blancos, pastel, chaquetas e incluso transparencias. Del aspecto rudo y tosco de aquella morena guerrera de su época gallega ya no queda ni rastro.
Lo que vino justo después ya es bien conocido. La pandemia catapulta a Yolanda a una popularidad nunca vista antes para una ministra de Trabajo. La crisis de empleo provocada por el Covid desata una catarata de medidas, acuerdos entre agentes sociales y de dinero público para paliar los efectos de la forzosa inactividad económica y los confinamientos. La fórmula de los ERTES, que ya existía desde 1980, es utilizada durante la pandemia de manera masiva, con ventajas para las empresas y los cerca de cuatro millones de trabajadores que se beneficiaron. Tras los sucesivos acuerdos a los que llegaron en esta etapa patronal sindicatos y Gobierno, en los que aparecía siempre como la cara visible de los mismos, Yolanda va ganando mucho peso en la opinión pública y fama de buena negociadora. Pronto empieza a destacar en la lista de políticos y ministros mas valorados.
Hay personas que tienen una habilidad especial para no sufrir los efectos de sus fracasos. Yolanda es una de ellas. En el verano de 2020 se convocan nuevas elecciones en Galicia y decide aprovechar la enorme popularidad que el Covid le otorga para apoyar de manera intensiva a sus compañeros del EU durante la campaña en esa comunidad. No hay cartel electoral que no lleve su rostro y aparece en multitud de mítines y medios de comunicación apoyando a los candidatos. Se volcó en la campaña. Los resultados fueron catastróficos: se pasa de catorce a cero diputados, y de 275.000 a 50.000 votos. El desastre no le salpica, nadie se lo echa en cara y no pierde un átomo de popularidad.
En 2021 Iglesias abandona el Gobierno para presentarse a las elecciones a la Comunidad de Madrid y salvar a Podemos de la quema y decide nombrar a Yolanda no ya solo su sustituta en el gabinete como vicepresidenta, sino también sucesora en el liderazgo en Podemos y el espacio político a la izquierda del Psoe. «Creo que digo algo que sienten millones de personas de izquierdas en España si digo que Yolanda puede ser la próxima presidenta de España», dijo el líder de Podemos al anunciar su salida. Puede que Iglesias tratase de colocar a Diaz a modo de títere, para controlarla y dirigirla en remoto. A fin de cuentas ella no contaba con el ropaje de una organización política, no tenía partido, no estaba afiliada a IU ni a Podemos, y además le debía un buen número de favores a su ex asesor, muñidor y conseguidor político. Pero, si esa fue la estrategia de Iglesias, le salió el tiro por la culata.
La batalla final
El ascenso imparable de Yolanda tiene quemada a la cúpula de Podemos. Irene Montero, Belarra, Echenique y los demás, no la aguantan y recelan. No pueden con su estilo, les diferencia el enfoque en temas clave como la ley del si es si, envidian su progresión, más aun por no pertenecer a Podemos ni poder controlarla como quizá Pablo les había prometido. La brecha se va abriendo más y más y con el paso del tiempo se convertirá en guerra. Diaz crea en 2022 Sumar, su plataforma para desvincularse de la imagen negativa que Podemos proyecta ya en buena parte de la sociedad y medios, aglutinar los partidos a la izquierda del Psoe y presentarse juntos en las siguientes elecciones generales. Esto supone aniquilar definitivamente la figura de Pablo Iglesias y todo lo que representa. Matar a Podemos, o rematarlo, según se mire. La oportunidad le llega cuando Sanchez convoca elecciones anticipadas tras el desastre de la izquierda en las recientes municipales y autonómicas. Yolanda saca de nuevo la desbrozadora y se pone manos a la obra, con precisión de cirujano y de nuevo sin perder de momento un átomo de popularidad. Sabe que tiene el favor de todos los medios de izquierdas, que le dan carta blanca. Fulmina a Irene Montero y Echenique, vetándolos en las listas de Sumar y reduce a Podemos a un papel menor. Vende la idea de que restan votos entre los suyos, movilizan al adversario y son los culpables de la debacle de la izquierda en las elecciones. Sentenciados y culpables del efecto negativo en la opinión pública que han causado la Ley trans, y la del «si es si» con la reducción de mas del mil condenas a delincuentes sexuales y violadores. Toda victoria debe tener una representación simbólica que refuerce en el imaginario colectivo quien ha vencido y degollado al rival. Yolanda aparecerá con su propio rostro en el encabezado de las papeletas con el que la extrema izquierda se presenta a las elecciones, sustituyendo al icónico símbolo con la cara de Iglesias que utilizó Podemos en las papeletas de las europeas de 2014.
Esto no ha acabado; es un tan solo un punto y seguido. Iremos conociendo los siguientes pasos de Yolanda. El objetivo lo tiene claro: ser la primera presidenta del Gobierno de España. Conseguirlo depende de muchos factores. Si se confirma el 23 de julio el cambio de ciclo electoral y gobierna la derecha, aún quedarían bastantes años para que se abriera una nueva ventana de oportunidad para ella. Ahora toca conseguir una decente representación en el Congreso para Sumar; esperar quizá una guerra civil o descomposición en el PSOE tras la época Sanchez,; que lleguen los recortes de Feijó y crezcan las opciones populistas y el apoyo en la calle. Esta película ya la hemos visto. ¿Quién sabe si el futuro las encuestas apunten que Yolanda tenga opciones reales de gobernar en una hipotética coalición de PSOE con Sumar? Ciencia ficción, sueño o película de terror. Elijan ustedes.
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