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Vivir con sentido significa tener una meta última definitiva. Cualquier persona de fe tiene presente que lo decisivo es la eternidad. Sabe que esta vida es un camino para merecer el cielo, la felicidad para siempre. Entonces se vive de otra forma. Un cristiano sabe que lo esencial en su vida es el amor a Dios, que le lleva al amor a los demás. Lo decisivo es el Amor, que es lo contrario del egoísmo de quien busca su reconocimiento o su bienestar.
Y lo curioso es descubrir que ese empeño por vivir con sentido hace que nuestra vida sea mucho más completa. Santa Teresa decía que el camino del cielo es un cielo. “Vivir en el camino del cielo supone participar ya, de alguna forma, de la paz, de la alegría que tendremos allí. Aquí queremos estar ya unidos a Cristo, procurando sentirnos otros cristos y, por lo tanto, viviendo para los demás. El camino del amor. Entonces comprobamos que, efectivamente, el camino del cielo es un cielo. No porque sea camino de rosas, sino porque la entrega a los demás nos da mucha paz”.
Lo que da pena es encontrar a muchas personas que viven perdidas. Quizá en el fondo de su corazón sí existe una idea de cual es su fin último, pero la realidad es que no lo tiene presente en su actuar habitual. Viven sin sentido, aún cuando si lo pensaran un poco serían capaces de reconocer sin duda cual es su meta.
La sociedad occidental, materialista y hedonista por definición, no ayuda nada a que las personas tengan una consideración frecuente de para qué están viviendo. En los países más pobres o donde hay persecución o violencia, las personas con un poco de fe piensan mucho más en cual debe ser su camino, y saben cuáles son los medios más adecuados para conseguirlo. Y así nos encontramos con que hay mucha más práctica religiosa en muchos países sudamericanos, en África, en Asia incluso.
Merece la pena, por lo tanto, parar de vez en cuando a pensar: cual es el sentido de mi vida, cual es el camino para llegar a esa meta.
Tal y como vaticiné en mi columna del domingo pasado, la noche del 28M fue tan infartante para el partido socialista que ni en sus peores crisis se había producido tan espectacular desolación en su sede de la calle Ferraz. A partir de esa noche, todo hacía presagiar que mientras más de ocho millones de ciudadanos festejábamos el brillante éxito electoral del centro y la derecha, Pedro Sánchez debería estar rumiando su reacción desde la madriguera de su fortaleza monclovita.
El pasado viernes 2 de junio acudí a FNAC San Agustín de Valencia en cuál acogía en su Fórum de cultura la presentación de la novela "Mundo al revés: HISTORY" (Ediciones Hades, 2023), del poeta y novelista valenciano Ángel Padilla, quien ha publicado muchos libros en distintas editoriales, tanto de novela como de poesía, y ha ganado varios premios literarios, como el Ignotus o el de lecturas poéticas en Abastos organizado por el Ayuntamiento de Valencia.
EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, pero seguiría estigmatizada por su negativa a condenar el terrorismo de ETA, lo que le habría convertido a ojos del establishment navarrista UPN-PSN en un "paria político" al que hay que condenar al ostracismo y mediante pactos públicos o acuerdos tácitos impedir que acceda a ninguna instancia de poder en Navarra.
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