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Relato breve

El hombre de la dedicatoria

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EL HOMBRE DE LA DEDICATORIA - PARTE I


Siempre fui egocéntrica, y vanidosa. Odiaba tener que sacrificar horas de mi vida para oír a la gente. Me amparé en la excusa de que era tímida. Y me compraba libros porque en ese caso yo elegía que quería saber y por qué destino ir.

Un día me detuve en una tienda de libros usados y me compré uno. Llegué a casa, tomé una manzana y me fui al sillón con la intención de devorar aquel apetitoso ejemplar. Desde que lo compré me llamó la atención la dedicatoria especial que había en la primera página. Era de una mujer arrepentida de haber perdido al hombre perfecto. En la dedicatoria también decía que le obsequiaba su libro favorito. Tenía fecha de hace dos años y la dirección de la casa. Casualmente era en la ciudad donde yo estaba viviendo mientras estudiaba.

Seguí leyendo mientras saboreaba mi manzana. No quería dejar de leer el libro, había hecho la mejor elección al comprarlo. No dejaba de pensar en lo que decía la dedicatoria. Era el hombre perfecto y ese era su libro favorito.

¿Se parecerá al hombre que ando buscando?, me preguntaba mientras me reía irónica de mí misma por tener que tolerar mi mente hiperactiva. Seguramente este hombre gustaba de la buena lectura y además era fiel, en la dedicatoria dice que ella lo perdió.


Si lo encuentro podríamos ser amigos y ahora tendría con quién hablar sobre los libros que leía.
Tendría la excusa perfecta para ir de nuevo a la tienda de libros y podría mostrarle en qué lugar encontré el libro con dedicatoria de su ex. Podríamos hablar sobre su libro favorito y quizá encontrar otros que nos gusten a ambos.


Dos horas más tarde después de haberme cuestionado y haber imaginado a aquel hombre, quise quitarme la curiosidad. Tomé las llaves de mi auto y fui a la dirección que señalaba la dedicatoria.


Llegué y con todos los nervios toqué a la puerta. Salió una mujer radiante en pijama y me preguntó qué deseaba. En ese momento hice una pausa, no sabía qué responder. Y no se me ocurrió otra cosa que decir que trabajaba para una empresa telefónica y necesitaba cobrar sus pagos al señor Fidel Meedy que era el nombre que aparecía en la dedicatoria. Ella respondió que él no vivía ahí, pero que dejara mi número y ella le notificaría del suceso y le diría que me llamara.


Y dos horas más tarde recibí su llamada y fue como un impacto a mi ego aquella voz. Le pedí que llegara a mi casa para explicarle el lío completo pues de cierta forma sentía un impulso por confesarle el origen de la locura de ir a buscarlo. Y fui clara al decir, todo fue por curiosidad. Y no tardó mucho en llegar pues también se sintió atraído por el misterio. Su ex, que era la mujer que me recibió le dijo que la chica que lo buscaba tenía su libro favorito en sus manos.


EL HOMBRE DE LA DEDICATORIA PARTE II

Meddy tocó a la puerta, de inmediato fui a abrir. Ya me había puesto pijama, en fin, tal vez solo se trataba de un hombre ordinario que leía en las noches por que no tenía televisor. Todo esto solo era un afán mío a causa de la curiosidad e imaginación de que era un hombre perfecto como lo describía la dedicatoria del libro.


Desde que recuerdo he tenido una obsesión por la perfección. Siempre observaba las cosas que señalaba mi madre como perfectas y aun siendo ella la mujer en la cual yo más confiaba, no lograba encontrar esa perfección que ella les encontraba.

Mi hobby era observar a la gente en el tren, en los parques, en los bulevares buscando la perfección.
Finalmente me inventé una teoría. Cada cualidad de las personas es individual del resto de cualidades y defectos, incluso de su cuerpo. Pero si una de estas cualidades reúne dos ventajas o más es perfección. Mi cualidad perfecta por ejemplo es mi tiempo con la lectura, poder visitar otros espacios sin causar molestias a nadie. También está íntimamente ligada a nuestro estado anímico. Si veo una rosa cuando estoy ansiosa la rosa es la más imperfecta de todas, pues si no logra que la admire está lejos de la perfección. Si veo la misma rosa después de una excelente noticia es una rosa perfecta y todo lo que me rodea lo es mientras mi estado emocional esté equilibrado.

¿Pero Meddy? Aquella mujer, la ex novia de él, ¿qué hombres habrá tenido antes? ¿Será que sus lecturas habían sido básicas o realmente me estaba ahorrando a mí ese trabajo de la búsqueda del hombre perfecto?

Meddy entró a mi sala. Era físicamente un hombre a la altura de aquella mujer que me recibió. Alto, corpulento, ojos achinados y traía un coqueteo permanente en el rostro. No lo invité a sentarse, pues estaba sometiendo a Meddy a asaltar situaciones. Él inmediatamente me vio y preguntó si podía sentarse, mostrando su ausencia de timidez.


—Si quieres salimos a tomar un café al aire libre y me cuentas por que estoy aquí—me dijo.
—No —respondí secamente.


Y comencé a contarle el suceso del libro comprado en aquella tienda y la curiosidad por saber por el dueño de la dedicatoria. Su forma de observarme era perfecta. Su forma de respirar, de reír, de mover su rostro en secuencia con sus palabras. Nunca había encontrado tanta perfección en alguien.

—Espera —le dije a Meddy–, ¿Puedes?

Me fui al cuarto y me vestí lo más rápido que pude, me puse mi vestido favorito, mis aretes favoritos y mis zapatos favoritos. Y de una vez aproveché para darle el libro a aquel chico que aguardaba en la sala de mi casa.

A Meddy le brillaban los ojos mientras me veía ir avanzando hacia él con un jugo de naranja que le ofrecí. Me pidió que leyéramos algo juntos, en cuanto nos trasladamos al sillón Meddy salió corriendo por que descubrió que alguien nos estaba grabando.

No supe más de él por dos meses hasta que llegó a reclamarme por que vio en la televisión la publicidad que hicimos con aquel jugo de naranja; me demandó.


Me procesaron por haber utilizado su imagen sin consentimiento para un anuncio donde me pagaron buen dinero.


Hoy me vino a ver a la cárcel, dice sentir curiosidad por saber quién soy en verdad pero no quiere creerme que todo lo hice para comprar libros.

El hombre de la dedicatoria

Relato breve
Albert Hernández
miércoles, 10 de mayo de 2023, 09:51 h (CET)

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EL HOMBRE DE LA DEDICATORIA - PARTE I


Siempre fui egocéntrica, y vanidosa. Odiaba tener que sacrificar horas de mi vida para oír a la gente. Me amparé en la excusa de que era tímida. Y me compraba libros porque en ese caso yo elegía que quería saber y por qué destino ir.

Un día me detuve en una tienda de libros usados y me compré uno. Llegué a casa, tomé una manzana y me fui al sillón con la intención de devorar aquel apetitoso ejemplar. Desde que lo compré me llamó la atención la dedicatoria especial que había en la primera página. Era de una mujer arrepentida de haber perdido al hombre perfecto. En la dedicatoria también decía que le obsequiaba su libro favorito. Tenía fecha de hace dos años y la dirección de la casa. Casualmente era en la ciudad donde yo estaba viviendo mientras estudiaba.

Seguí leyendo mientras saboreaba mi manzana. No quería dejar de leer el libro, había hecho la mejor elección al comprarlo. No dejaba de pensar en lo que decía la dedicatoria. Era el hombre perfecto y ese era su libro favorito.

¿Se parecerá al hombre que ando buscando?, me preguntaba mientras me reía irónica de mí misma por tener que tolerar mi mente hiperactiva. Seguramente este hombre gustaba de la buena lectura y además era fiel, en la dedicatoria dice que ella lo perdió.


Si lo encuentro podríamos ser amigos y ahora tendría con quién hablar sobre los libros que leía.
Tendría la excusa perfecta para ir de nuevo a la tienda de libros y podría mostrarle en qué lugar encontré el libro con dedicatoria de su ex. Podríamos hablar sobre su libro favorito y quizá encontrar otros que nos gusten a ambos.


Dos horas más tarde después de haberme cuestionado y haber imaginado a aquel hombre, quise quitarme la curiosidad. Tomé las llaves de mi auto y fui a la dirección que señalaba la dedicatoria.


Llegué y con todos los nervios toqué a la puerta. Salió una mujer radiante en pijama y me preguntó qué deseaba. En ese momento hice una pausa, no sabía qué responder. Y no se me ocurrió otra cosa que decir que trabajaba para una empresa telefónica y necesitaba cobrar sus pagos al señor Fidel Meedy que era el nombre que aparecía en la dedicatoria. Ella respondió que él no vivía ahí, pero que dejara mi número y ella le notificaría del suceso y le diría que me llamara.


Y dos horas más tarde recibí su llamada y fue como un impacto a mi ego aquella voz. Le pedí que llegara a mi casa para explicarle el lío completo pues de cierta forma sentía un impulso por confesarle el origen de la locura de ir a buscarlo. Y fui clara al decir, todo fue por curiosidad. Y no tardó mucho en llegar pues también se sintió atraído por el misterio. Su ex, que era la mujer que me recibió le dijo que la chica que lo buscaba tenía su libro favorito en sus manos.


EL HOMBRE DE LA DEDICATORIA PARTE II

Meddy tocó a la puerta, de inmediato fui a abrir. Ya me había puesto pijama, en fin, tal vez solo se trataba de un hombre ordinario que leía en las noches por que no tenía televisor. Todo esto solo era un afán mío a causa de la curiosidad e imaginación de que era un hombre perfecto como lo describía la dedicatoria del libro.


Desde que recuerdo he tenido una obsesión por la perfección. Siempre observaba las cosas que señalaba mi madre como perfectas y aun siendo ella la mujer en la cual yo más confiaba, no lograba encontrar esa perfección que ella les encontraba.

Mi hobby era observar a la gente en el tren, en los parques, en los bulevares buscando la perfección.
Finalmente me inventé una teoría. Cada cualidad de las personas es individual del resto de cualidades y defectos, incluso de su cuerpo. Pero si una de estas cualidades reúne dos ventajas o más es perfección. Mi cualidad perfecta por ejemplo es mi tiempo con la lectura, poder visitar otros espacios sin causar molestias a nadie. También está íntimamente ligada a nuestro estado anímico. Si veo una rosa cuando estoy ansiosa la rosa es la más imperfecta de todas, pues si no logra que la admire está lejos de la perfección. Si veo la misma rosa después de una excelente noticia es una rosa perfecta y todo lo que me rodea lo es mientras mi estado emocional esté equilibrado.

¿Pero Meddy? Aquella mujer, la ex novia de él, ¿qué hombres habrá tenido antes? ¿Será que sus lecturas habían sido básicas o realmente me estaba ahorrando a mí ese trabajo de la búsqueda del hombre perfecto?

Meddy entró a mi sala. Era físicamente un hombre a la altura de aquella mujer que me recibió. Alto, corpulento, ojos achinados y traía un coqueteo permanente en el rostro. No lo invité a sentarse, pues estaba sometiendo a Meddy a asaltar situaciones. Él inmediatamente me vio y preguntó si podía sentarse, mostrando su ausencia de timidez.


—Si quieres salimos a tomar un café al aire libre y me cuentas por que estoy aquí—me dijo.
—No —respondí secamente.


Y comencé a contarle el suceso del libro comprado en aquella tienda y la curiosidad por saber por el dueño de la dedicatoria. Su forma de observarme era perfecta. Su forma de respirar, de reír, de mover su rostro en secuencia con sus palabras. Nunca había encontrado tanta perfección en alguien.

—Espera —le dije a Meddy–, ¿Puedes?

Me fui al cuarto y me vestí lo más rápido que pude, me puse mi vestido favorito, mis aretes favoritos y mis zapatos favoritos. Y de una vez aproveché para darle el libro a aquel chico que aguardaba en la sala de mi casa.

A Meddy le brillaban los ojos mientras me veía ir avanzando hacia él con un jugo de naranja que le ofrecí. Me pidió que leyéramos algo juntos, en cuanto nos trasladamos al sillón Meddy salió corriendo por que descubrió que alguien nos estaba grabando.

No supe más de él por dos meses hasta que llegó a reclamarme por que vio en la televisión la publicidad que hicimos con aquel jugo de naranja; me demandó.


Me procesaron por haber utilizado su imagen sin consentimiento para un anuncio donde me pagaron buen dinero.


Hoy me vino a ver a la cárcel, dice sentir curiosidad por saber quién soy en verdad pero no quiere creerme que todo lo hice para comprar libros.

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