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Hay un momento en el que se confunden ambas. El paso de los años va disminuyendo tu círculo de amistades y lugares de esparcimiento. Sin apenas darte cuenta te encuentras totalmente solo. Para mi la soledad se produce cuando tan solo te quedas con lo cotidiano, la rutina, lo que se realiza así “desde siempre”.
España, en agosto, se viste de fiesta. Sumida en el calor de la canícula, el aire nos trae el olor a pólvora quemada, albahaca fresca, espetos asados o la inconfundible fragancia verde y jugosa de los tomates de Buñol. Es el olor de la fiesta; el olor de la vida que aflora y que, en este mes, se extiende de norte a sur, de este a oeste, en un mosaico vibrante de celebraciones patronales.
Ser educado no está de moda, ya que los “por favor” o “gracias” se han vuelto expresiones en un desuso tal, que es curioso cómo te miran cuando algunas de estas dos expresiones de cortesía salen de tu boca. Será que está sobrevalorado esto de los modales, que las prisas nos tienen tan absorbidos que cuesta sacar cinco segundos de nuestro maravilloso tiempo para mostrarse agradecido o pedir disculpas.
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