Ser educado no está de moda, ya que los “por favor” o “gracias” se han vuelto expresiones en un desuso tal, que es curioso cómo te miran cuando algunas de estas dos expresiones de cortesía salen de tu boca. Será que está sobrevalorado esto de los modales, que las prisas nos tienen tan absorbidos que cuesta sacar cinco segundos de nuestro maravilloso tiempo para mostrarse agradecido o pedir disculpas. Pero pienso que hay entornos, como el laboral, en los que las formas no deberían perderse nunca: no es lo mismo que Fulanito te mande a hacer una cosa imperativamente a que lo haga revestido de pleitesía, con una sonrisa y, en definitiva, con buenos modales... Sí, igualmente el trabajo será tedioso, pero la actitud con la que se enfrenta la tarea es otra muy distinta, es decir, es cuestión de saber pedir las cosas y de ser inteligentes al hacerlo. Pasa igualmente con los saludos más utilizados como “buenos días”, “buenas tardes”, “hasta luego”..., ¿es que acaso nos cobran por pronunciar esas palabras? El otro día leí un artículo donde una mujer explicaba que por las mañanas, en su oficina, a veces duda entre si lo que tiene delante son personas o maniquíes que a duras penas pueden articular sonidos inteligibles, y eso el que al menos lo intenta. Otro sitio fundamental para mostrar civismo es la calle, que es el lugar por excelencia de todos, donde se pasea, se sube al autobús o al metro..., y todo ello se ha convertido en un ejercicio de supervivencia, ya que raro es respetar la cola de espera en la parada del bus, no entrar a empujones o ver ceder los asientos a los ancianos. ¡No cuesta tanto ser amable! He llegado a la conclusión de que los modales deben ser como las horquillas del pelo: deben estar en una dimensión paralela que nadie sabe dónde localizar, pero que debe existir, y lo mismo está pasando con los modales.
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