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Relato breve

El segundo viaje del payaso

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El amor de un payaso no es tan distinto. Me recuerdo a los 18 trabajando de mesera en un restaurante donde llegaba un payaso y no precisamente por la comida, su juego era distinto, eso sí, no daba una propina tradicional, sino una flor o un corazón de globo. A mí me gustaba imaginarme ser la esposa de un payaso.


Imaginaba las ropas coloridas en un closet poco ordinario... Obet se llamaba, tenía nombre de cerdito y era detallista en su traje y ordenaba los globos por figura y color en su portamateriales.

Llegó un día cualquiera y le asombró que lo atendiera como a un humano tradicional, algo común, ese era mi trabajo. Era un payaso triste y un poco cohibido, siempre pensé que debajo de esas tiras de colores había un ser tradicional, pero no fue así, había un ser extraordinario.


Me encariñé de él. Cuando iba a los eventos de la localidad ahí él, buscándome para sonreirme con su boca de payaso. Confieso que esa acción dislocaba mis pensamientos, pues no sabía si era la sonrisa de un hombre o de mi amigo el payaso.


Pasó el tiempo, y él por algún motivo dejó sus atuendos coloridos y consiguió un trabajo normal, a mí me hacía falta el payaso, aunque no haya dejado de pasarme los detalles de antes, el globo de corazón o de flor.


Confieso mi extraña costumbre de esperar en la villa el bus de las 7: 00 a.m., del cual caía como encomienda pirata un globo atado a un papel en el cual decía: Buenos días o te deseo bonito día, y ciertas veces un dibujo insertado en corazones.


Eso era todo, nunca pasó de eso. Era un juego infantil de la mesera de un restaurante y un payaso que había dejado su trabajo de payaso y había emigrado a otro quehacer por que siempre le hicieron sentir que su trabajo no tenía valor.


Un día de tantos no cayó mi acostumbrado y esperado globo, y de cierta forma entristecí, pero ocurrió algo inesperado en el bus de las ocho. Bajó no sólo el globo sino el ex payaso vestido como galán con un arreglo extraordinario y un cartel que decía: ¿Quieres ser mi novia? Yo, me quedé muda, sus ojos café claros brillaban, era Obet distinto y soñador. No pude ante tantos detalles y en su mismo cartel le escribí -Siiii. Y seguían cayendo los globos ahora especiales eran los globos de mi novio Obet.


Era el mes de mayo, los globos caían entre charcos y sueños. Estábamos planeando conocer a su familia, hasta que un accidente fatal acabó con él.


Obet murió. A partir de ese entonces ver pasar el bus de la siete y no ver caer mi globo fue mi muerte diaria.

El segundo viaje del payaso

Relato breve
Albert Hernández
miércoles, 26 de abril de 2023, 10:33 h (CET)

El amor de un payaso no es tan distinto. Me recuerdo a los 18 trabajando de mesera en un restaurante donde llegaba un payaso y no precisamente por la comida, su juego era distinto, eso sí, no daba una propina tradicional, sino una flor o un corazón de globo. A mí me gustaba imaginarme ser la esposa de un payaso.


Imaginaba las ropas coloridas en un closet poco ordinario... Obet se llamaba, tenía nombre de cerdito y era detallista en su traje y ordenaba los globos por figura y color en su portamateriales.

Llegó un día cualquiera y le asombró que lo atendiera como a un humano tradicional, algo común, ese era mi trabajo. Era un payaso triste y un poco cohibido, siempre pensé que debajo de esas tiras de colores había un ser tradicional, pero no fue así, había un ser extraordinario.


Me encariñé de él. Cuando iba a los eventos de la localidad ahí él, buscándome para sonreirme con su boca de payaso. Confieso que esa acción dislocaba mis pensamientos, pues no sabía si era la sonrisa de un hombre o de mi amigo el payaso.


Pasó el tiempo, y él por algún motivo dejó sus atuendos coloridos y consiguió un trabajo normal, a mí me hacía falta el payaso, aunque no haya dejado de pasarme los detalles de antes, el globo de corazón o de flor.


Confieso mi extraña costumbre de esperar en la villa el bus de las 7: 00 a.m., del cual caía como encomienda pirata un globo atado a un papel en el cual decía: Buenos días o te deseo bonito día, y ciertas veces un dibujo insertado en corazones.


Eso era todo, nunca pasó de eso. Era un juego infantil de la mesera de un restaurante y un payaso que había dejado su trabajo de payaso y había emigrado a otro quehacer por que siempre le hicieron sentir que su trabajo no tenía valor.


Un día de tantos no cayó mi acostumbrado y esperado globo, y de cierta forma entristecí, pero ocurrió algo inesperado en el bus de las ocho. Bajó no sólo el globo sino el ex payaso vestido como galán con un arreglo extraordinario y un cartel que decía: ¿Quieres ser mi novia? Yo, me quedé muda, sus ojos café claros brillaban, era Obet distinto y soñador. No pude ante tantos detalles y en su mismo cartel le escribí -Siiii. Y seguían cayendo los globos ahora especiales eran los globos de mi novio Obet.


Era el mes de mayo, los globos caían entre charcos y sueños. Estábamos planeando conocer a su familia, hasta que un accidente fatal acabó con él.


Obet murió. A partir de ese entonces ver pasar el bus de la siete y no ver caer mi globo fue mi muerte diaria.

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