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Una vez que se empezaron a constatar las consecuencias de los errores cometidos frutos de la conocida como “Ley del sí es sí”, ya ha producido más de 500 reducciones de condenas, la ministra Irene Montero quiso echar la culpa de lo que estaba sucediendo a los jueces.
El Gobierno y sus ministros parecían no saber, o no querer saber, que un juez en España es la “boca de la ley”, y que su margen de interpretación no puede corregir una norma. El Gobierno quiso que el Tribunal Supremo y los fiscales taponaran el hueco abierto en el ordenamiento, pero eso era imposible. En definitiva, la ley no debió aprobarse nunca tal como estaba redactada.
El pasado martes pudimos asistir durante el programa “El hormiguero” de Antena 3 a una experiencia sociológica bastante enriquecedora. En dicho espacio en algunas ocasiones se realizan experiencias con cámara oculta muy interesantes. Normalmente enfrentan a distintas generaciones, solicitándoles opiniones y reacciones ante un tema concreto.
Con pomposo titular casi con letra catástrofe el entonces magistrado Emiliano Rolón, al tiempo de la selección de terna para la Fiscalía General del Estado expresaba en ABC: "La personalidad de quien lidera es determinante". El magistral anuncio hacía presagiar la eventual elección de un ciudadano honorable, integro, fiero con el ilícito y dispuesto a enfrentar el aparato (la rosca para el vulgo tribunalicio).
Es real la identificación entre la filosofía y la religión. Si bien es indiscutible que las cuestiones que tratan ambos saberes son enfocadas de maneras diferentes, existen puntos en común, en relación con las conductas y las actitudes ante la vida y la realidad. La filosofía se fundamenta en la argumentación racional, la lógica y el análisis crítico, en cambio en la religión lo prioritario es la fe o la confianza en la divinidad.
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