Incluso según los peculiares estándares de la propaganda del Kremlin, resulta irrisorio comparar la batalla de Stalingrado librada por Rusia contra el III Reich con la actual invasión de Ucrania. Los posibles paralelismos distan mucho de la versión que ofreció Putin en el 80 aniversario de este acontecimiento, la batalla de Stalingrado. Y es que, tal vez sí, Rusia se juegue hoy su supervivencia, pero la amenaza viene de su propio presidente, que la ha metido en una aventura suicida de la que, en el mejor de los casos, saldrá muy debilitada.
El espíritu de resistencia que derrotó al nazismo lo tenemos representado por la cumbre entre la UE y Ucrania que se celebraba esos mismo días en Kiev.
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