Tenía un amigo recién salidito del horno de la Facultad de Derecho, que se quería comer el mundo en cuatro días. Para conseguir sus fines se alistó en un partido político y empezó a asistir a todas las reuniones, manifestaciones domingueras, pegada de carteles por las calles, etc. que el partido proponía. Dentro del partido buscó apoyos para medrar, pero no encontró las amistades necesarias que lo auparan.
Cuando se percató de lo que tenía que sacrificar y el tiempo que tenía que invertir, lo dejó. La verdad es que este chico daba el perfil de político: ambicioso, sin escrúpulos, sin ideologías, sin principios, dispuesto a vender lo que hiciera falta, con carrera, con ímpetu.
En fin, toda una promesa para cualquier partido. De lo cual, si me permiten, sacaré algunas conclusiones: “Mucha de la gente que está dentro de los partidos políticos no es porque tenga ideologías de derechas o de izquierdas, se alista simplemente para medrar, para vivir del cuento sin currar mucho. Sin convicciones de ninguna clase, se aprenden de memoria la terminología, las máximas, los discursos, etc”. Esos que están ahí con el único objetivo de medrar, cuando ven que sus partidos pierden apoyos, suelen alistarse en cualquier otro bando, ¿Qué más da? A mi juicio, eso es lo que tenemos `porque no veo a ninguno que hable desde la pasión que da el convencimiento. Sus discursos no contagian porque no se los creen ni ellos.
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