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Opinión
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Autocracia y enfermedad del poder

​"La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano", (Voltaire)
Germán Gorráiz López
jueves, 9 de febrero de 2023, 12:16 h (CET)

La personalidad del autócrata encajaría plenamente en la descripción médica del trastorno conocido como psicosis paranoica. Su pensamiento suele ser rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y aunque esté aquejado de dicho trastorno delirante sería bastante funcional y no tiende a mostrar un comportamiento extraño excepto como resultado directo de la idea delirante. Así, el autocrata se alía con la incongruencia y consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional.


La paranoia del autocrata se agrava al verse afectado por el llamado “sindrome de hybris” citado por el médico y político inglés David Owen en su obra “The Hybris Syndrome: Busch, Blair ant the Intoxication of Power" término procede de la palabra griega "hybris” que significa desmesura y se conoce como "la enfermedad del Poder".


Asimismo, su falta de otredad deriva en paranoia megalómana, “entendida como delirio de grandeza que provoca que el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión".


Los que sufren dicho síndrome tienden a la transgresión de las normas generales admitidas pero el tener un ego enfermo de hibris conlleva un castigo o némesis que puede desembocar en una crisis personal en la que el enfermo corrige su conducta y adquiere el conocimiento de la otredad, aspecto altamente improbable entre los autócratas.


En consecuencia, sólo cabe esperar a que un determinado número de personas (Masa Crítica), alcance una conciencia más elevada, momento en que es capaz ya de realizar un salto evolutivo, lograr un cambio de mentalidad e imponer finalmente un ideario que liberará al autócrata de la enfermedad del Poder y le condenará al ostracismo político.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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