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A lo largo de nuestra historia reciente, la lista de viajeros temporales ha ido incrementándose

San Ero: ¿era español el primer viajero del tiempo?

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Desde que el ser humano tomó conciencia de sí mismo y de cuanto lo rodeaba, junto con el arte, la tecnología, la religión, y las muchas cosas que lo hacen ser humano, ha imaginado viajes no sólo a través del espacio, sino del tiempo. En cualquier dirección. Unos han tratado de vislumbrar el futuro, mientras que otros han soñado con visitar épocas pasadas y tiempos mejores. Sin embargo, la ciencia no ha logrado aún llevar a ninguna criatura más allá del ahora, por lo que los viajes en el tiempo parecen ser completamente imposibles más allá, evidentemente, de las diferencias horarias y de los experimentos con partículas cuánticas.

No obstante, son muchos los informes, todos falsos, y documentos fotográficos e incluso cinematográficos que demuestran la posibilidad de viajar en el tiempo. A lo largo e nuestra historia reciente, la lista de viajeros temporales ha ido incrementándose y apareciendo sus historias en los periódicos e Internet, verdadera lanzadera de estas leyendas urbanas.

Entre las historias más conocidas e increíbles se encuentran el accidente Moberly-Jourdain, en el que Anne Moberly y Eleanor Jourdain aseguraron haber viajado atrás en el tiempo y haber visto los fantasmas de María Anotnieta y otros miembros de la corte francesa en un pequeño palacio de Versalles llamado Petit Trianon (de ahí que el incidente se conozca también como los fantasmas del Petit Trianon). El incidente, ocurrido en 1901, fue objeto de burlas y recogido por ambas mujeres en un libro titulado “An Adventure”.

Asimismo, por todos son conocidas las leyendas que implican a Estados Unidos en diferentes experimentos como el proyecto Montauk y el Filadelfia (1943), según el cual, el destructor USS Eldridge desapareció para volver durante unos segundos a la guerra. Muchos afirman que el buque apareció, de hecho, en otro puerto.

La de Rudolf Fentz es la primera gran historia de viajes en el tiempo. Tanto así que al protagonista se le ha concedido el título de primer viajero del tiempo. La historia, tan falsa como cualquiera, fue una leyenda urbana de 1970 ocurrida un par de décadas antes en la ciudad de Nueva York, donde Rudolf Fentz, un ciudadano de la América de 1876, resultó mortalmente atropellado tras un viaje de de más de setenta años y desató la investigación de un audaz periodista que publicó historia y hallazgo.

Mucho más cercanos en el tiempo son las historias de John Titor (2000), que llenó las bandejas de entrada de correos con predicciones sobre un futuro radicalmente diferente a partir del año 2004; Tim Jones (2001), que pidió a través de la red una pieza con la que reparar su máquina del tiempo; y Andrew Carlssin (2002), conocido como “el accionista del futuro”, que se hubiera hecho con una fortuna de más de 350 millones de dólares cuando fue detenido por la policía por prácticas fraudulentas, lo que lo llevó a confesar que se trataba de un viajero temporal que ya conocía los movimientos bursátiles, de no ser porque la historia fue un invento aparecido por primera vez en la revista satírica “Weekly World News”.

Ni siquiera los famosos se escapan: recientemente, los internautas han encontrado fotografías y cuadros en los que los protagonistas se parecen indiscutiblemente a artistas y personajes célebres conocidos por todos, como Nicolas Cage, John Travolta, Orlando Bloom, Mark Zuckerberg, y muchísimos otros.

Aunque existen muchas más historias de este tipo, pudiera ser que la primera vez que se habló de los viajes en el tiempo fuera en las “Cantigas de Santa María” Alfonso X el Sabio (siglo XIII), donde el rey castellano nos cuenta la historia de San Ero, el primer viajero en el tiempo.

De acuerdo con la cantiga CIII, Ero fue un noble pontevedrés cuyo matrimonio fue pobre en descendencia hasta el punto de tanto él como su esposa rezaba incansablemente pidiendo un hijo que jamás llegaba.

Cuenta la leyenda que la Virgen María se les apareció y les ordenó que levantaran el que hoy es el monasterio de Santa María de Armenteira, donde acudirían fieles de todo el mundo y donde la obra religiosa del noble pariría sus verdaderos frutos. Así lo hizo el matrimonio, y durante mucho tiempo gobernaron el monasterio que fue conocido y habitado por muchos monjes, tal como predijo la aparición mariana.

Ocurrió un día, no obstante, que Ero salió del monasterio a pasear mientras reflexionaba y rezaba a la Virgen. Entre sus peticiones estaba la de que se le permitiera ver el Paraíso antes de morir; y eso ocurrió. De acuerdo con la cantiga, un mirlo se le apareció y comenzó a cantar de un modo tan bello que el abad quedó extasiado durante unos minutos, tiempo en el que se le mostró el Paraíso. Cuando volvió en sí, tornó al monasterio, pero lo encontró algo diferente: los monjes habían cambiado, y ninguno conocía a los moradores de los que el santo hombre hablaba. Lo que habían sido unos minutos para Ero, resultaron ser nada más y nada menos que trescientos años para el resto del mundo. En cuanto lo supo, el abad cayó muerto a los pies de su monasterio.

San Ero: ¿era español el primer viajero del tiempo?

A lo largo de nuestra historia reciente, la lista de viajeros temporales ha ido incrementándose
Francisco Cano Carmona
lunes, 14 de marzo de 2016, 09:52 h (CET)
Desde que el ser humano tomó conciencia de sí mismo y de cuanto lo rodeaba, junto con el arte, la tecnología, la religión, y las muchas cosas que lo hacen ser humano, ha imaginado viajes no sólo a través del espacio, sino del tiempo. En cualquier dirección. Unos han tratado de vislumbrar el futuro, mientras que otros han soñado con visitar épocas pasadas y tiempos mejores. Sin embargo, la ciencia no ha logrado aún llevar a ninguna criatura más allá del ahora, por lo que los viajes en el tiempo parecen ser completamente imposibles más allá, evidentemente, de las diferencias horarias y de los experimentos con partículas cuánticas.

No obstante, son muchos los informes, todos falsos, y documentos fotográficos e incluso cinematográficos que demuestran la posibilidad de viajar en el tiempo. A lo largo e nuestra historia reciente, la lista de viajeros temporales ha ido incrementándose y apareciendo sus historias en los periódicos e Internet, verdadera lanzadera de estas leyendas urbanas.

Entre las historias más conocidas e increíbles se encuentran el accidente Moberly-Jourdain, en el que Anne Moberly y Eleanor Jourdain aseguraron haber viajado atrás en el tiempo y haber visto los fantasmas de María Anotnieta y otros miembros de la corte francesa en un pequeño palacio de Versalles llamado Petit Trianon (de ahí que el incidente se conozca también como los fantasmas del Petit Trianon). El incidente, ocurrido en 1901, fue objeto de burlas y recogido por ambas mujeres en un libro titulado “An Adventure”.

Asimismo, por todos son conocidas las leyendas que implican a Estados Unidos en diferentes experimentos como el proyecto Montauk y el Filadelfia (1943), según el cual, el destructor USS Eldridge desapareció para volver durante unos segundos a la guerra. Muchos afirman que el buque apareció, de hecho, en otro puerto.

La de Rudolf Fentz es la primera gran historia de viajes en el tiempo. Tanto así que al protagonista se le ha concedido el título de primer viajero del tiempo. La historia, tan falsa como cualquiera, fue una leyenda urbana de 1970 ocurrida un par de décadas antes en la ciudad de Nueva York, donde Rudolf Fentz, un ciudadano de la América de 1876, resultó mortalmente atropellado tras un viaje de de más de setenta años y desató la investigación de un audaz periodista que publicó historia y hallazgo.

Mucho más cercanos en el tiempo son las historias de John Titor (2000), que llenó las bandejas de entrada de correos con predicciones sobre un futuro radicalmente diferente a partir del año 2004; Tim Jones (2001), que pidió a través de la red una pieza con la que reparar su máquina del tiempo; y Andrew Carlssin (2002), conocido como “el accionista del futuro”, que se hubiera hecho con una fortuna de más de 350 millones de dólares cuando fue detenido por la policía por prácticas fraudulentas, lo que lo llevó a confesar que se trataba de un viajero temporal que ya conocía los movimientos bursátiles, de no ser porque la historia fue un invento aparecido por primera vez en la revista satírica “Weekly World News”.

Ni siquiera los famosos se escapan: recientemente, los internautas han encontrado fotografías y cuadros en los que los protagonistas se parecen indiscutiblemente a artistas y personajes célebres conocidos por todos, como Nicolas Cage, John Travolta, Orlando Bloom, Mark Zuckerberg, y muchísimos otros.

Aunque existen muchas más historias de este tipo, pudiera ser que la primera vez que se habló de los viajes en el tiempo fuera en las “Cantigas de Santa María” Alfonso X el Sabio (siglo XIII), donde el rey castellano nos cuenta la historia de San Ero, el primer viajero en el tiempo.

De acuerdo con la cantiga CIII, Ero fue un noble pontevedrés cuyo matrimonio fue pobre en descendencia hasta el punto de tanto él como su esposa rezaba incansablemente pidiendo un hijo que jamás llegaba.

Cuenta la leyenda que la Virgen María se les apareció y les ordenó que levantaran el que hoy es el monasterio de Santa María de Armenteira, donde acudirían fieles de todo el mundo y donde la obra religiosa del noble pariría sus verdaderos frutos. Así lo hizo el matrimonio, y durante mucho tiempo gobernaron el monasterio que fue conocido y habitado por muchos monjes, tal como predijo la aparición mariana.

Ocurrió un día, no obstante, que Ero salió del monasterio a pasear mientras reflexionaba y rezaba a la Virgen. Entre sus peticiones estaba la de que se le permitiera ver el Paraíso antes de morir; y eso ocurrió. De acuerdo con la cantiga, un mirlo se le apareció y comenzó a cantar de un modo tan bello que el abad quedó extasiado durante unos minutos, tiempo en el que se le mostró el Paraíso. Cuando volvió en sí, tornó al monasterio, pero lo encontró algo diferente: los monjes habían cambiado, y ninguno conocía a los moradores de los que el santo hombre hablaba. Lo que habían sido unos minutos para Ero, resultaron ser nada más y nada menos que trescientos años para el resto del mundo. En cuanto lo supo, el abad cayó muerto a los pies de su monasterio.

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