No hace mucho, Ernesto y yo fuimos a Alcalá de Gurrea (Huesca) para llevar un par de colchones a una pareja de profesores. Al entrar en su domicilio, observé unos cuadros colgados en la pared hechos al oleo propios de alguien que está aprendiendo. Me percaté de que el artista, con el tiempo había mejorado su técnica, aunque era evidente que todavía le faltaba mucho.
Después de subir los colchones al dormitorio, nos invitaron a un café con leche y pastas. Allí, en el comedor de su casa, nos confesaron que eran voluntarios en una ONG que se llama “Sahara Libre” que se dedica a buscar familias a los refugiados de los campamentos Saharauis del Aaiún, Rabuni, Auserd, Bojador, Smara y Dajla. Nos comentaron que estaban muy satisfechos de la obra que realizaba esta ONG, dado que muchos de esos niños eran muy buenos estudiantes y que lo único que necesitaban era una oportunidad. Nos dijeron que ellos habían conseguido darles esa oportunidad a algunos de ellos y con el esfuerzo de los chavales, consiguieron terminar una carrera con muy buenas notas.
Mientras escuchaba el relato del profesor, yo miraba los cuadros colgados colgados en la pared y observaba la cara de mi interlocutor con admiración. Cuando terminó de contarnos la historia, yo le dije:” La más valiosa obra de arte es la ustedes hicieron con esos chicos”.
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