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Es fácil ser cómplices... y no reconocerlo

Culpables y cómplices

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¿Nos quedamos satisfechos observando los hechos? ¿Interpretamos con acierto su auténtica realidad? ¿Hasta qué punto les prestamos atención? Como es lógico, las respuestas se multiplican en la manera de ver las cosas, como también surgen muchas y variadas interrogantes. La CULMINACIÓN de un hecho provoca reverberaciones interminables; unas chispean desde los antecedentes y un sinfín de ellas a partir de lo acontecido. Centrados en las apreciaciones del momento, nos distanciamos a la hora de percibir los extremos, sea por desidia o por simple ignorancia, sin olvidar los intereses no declarados. Tanto los principios como las secuelas suelen mezclarse con una serie de conexiones complejas.


Del mismo querer decir a lo dicho en realidad se agrandan las distancias incluso con buenas intenciones. Si incluimos la percepción por los de fuera, la disposición de los escuchantes y la posterior asimilación de los mensajes; se yergue potente la figura de los MALENTENDIDOS, plagados además de fanatismos y errores. Es una dificultad inherente a cualquier intento de transmitirse las ideas; de donde se colige la minuciosa precisión requerida para los diferentes lenguajes. Sobre esto ya proliferan los obstáculos de manera intempestiva, entre la gente corriente, y lo que es peor entre los gestores encumbrados; el alarde es indiferente al cómo, qué y cuando, se configuran las formas de comunicarse.


Estoy persuadido de una contradicción reveladora, eficaz como el más sesudo de los estudios; cuanto más presume una persona de estar en posesión de la verdad, resulta menos fiable. Su misma obsesión le transforma en insensible para captar los matices de toda verdad. El conocimiento absoluto todavía está por llegar a este mundo; cualquier descubrimiento pone de relieve nuevas incógnitas relacionadas. Aunque nos intentemos rebelar, dicha INCOMPLETUD nos arrolla. En los proyectos emprendidos burbujean entresijos desconocidos. Las apariencias suelen reflejar lo contrario con frecuencia. La potencia de los alardes es pujante, pero se alejan de la realidad. El poder de convicción se acerca en paralelo a la credulidad sin fundamento.


Lejos de concentrarnos para amortiguar en lo posible los desvaríos, nos apuntamos a las tendencias insolventes con un desparpajo insólito. Con el deslucido progresivo de las ideas, estas se aproximan al electroencefalograma plano sin darnos cuenta, no se atisban profundidades reflexivas por ningún horizonte. La LIGEREZA se enseñorea de las iniciativas, los comportamientos no se corresponden con bases razonables. La indiferencia comodona permite esa soltura desarraigada, nadie rinde explicaciones. El solipsismo encierra a los sujetos bajo rudos caparazones. Tal panorama propicia la agudeza de los engaños con destreza mostrenca. Así desorientada la creatividad, el brote de las perversiones es de una lógica degradante.


No queda otro remedio, hemos de asumir las enormes dificultades para captar la multitud de conexiones implicadas en cuantas acciones llevamos a cabo diariamente, sean conscientes o automatizadas. De lo cual cabe deducir la escasa prestancia de una presencia individual concreta, somos una ínfima parte del grandioso conjunto. Sin embargo, con la misma franqueza elemental percibimos la influencia directa de esas decisiones particulares hacia determinadas REPERCUSIONES. Dicha relación pudiera ser intrascendente si no estuvieran involucradas las cualidades del sujeto actuante, sus intenciones y su voluntad; estas le confieren una entidad radicalmente distinta, con la carga de la responsabilidad insoslayable.


Cómo sería posible resolver el asunto de las versiones sinceras, pero contradictorias; estaríamos ante una especie de paraíso resolutivo. No obstante, este es nuestro campo de juego, lo sabemos con rotundidad, en él ruge la variedad, como las convicciones opuestas entre sí. Las conclusiones de tipo general nacen viciadas, son imposibles; como utopía soñadora pueden pasar, pero están fuera de la realidad; en todo caso funcionar como quimeras útiles. Somos POLIÉDRICOS por naturaleza y las caras se nos rompen en mil pedazos con una facilidad insolente. Con el tiempo, porque cambiamos en cada momento. Tan pronto atendemos a una orientación como a la opuesta. Desde fuera nos detectarán detalles nimios y confusos.


Por fas o por nefas, hemos implantado la planimetría de la CONFUSIÓN extendida por el conjunto de actividades y sentimientos cotidianos. Al estilo romano, no estamos exentos de fastos desmesurados y ajustados a caprichos insólitos, libertarios, sin fuste argumental. Abundamos también en días, intenciones, actitudes y comportamientos, nefastos; están expuestos con descaro. El tono general incide en el ámbito particular; se ha convertido en una normativa comunitaria preocupante. El corolario personal es manifiesto, la confusión se infiltra con facilidad en las valoraciones individuales hasta en las consideraciones íntimas; con el consiguiente desbarajuste decisorio y emocional. Son ventoleras de alcance intrigante.


Solemos montarnos en el tren de los señuelos sin demasiados escrúpulos, como la única manera de alcanzar las metas soñadas. Entramos por el vagón de los chismorreos hasta alcanzar el llamativo vagón de las protestas; en ese recorrido atravesamos el de las declaraciones, afiliaciones, el vagón central de las alegres votaciones, el de las nulidades y frustraciones. Calificamos a dichas andanzas como POLÍTICAS o sociales, aunque sabemos que la política, la sociedad, la democracia, requieren de otra fortaleza en sus bases; La franqueza de una información veraz, la coherencia de los comportamientos, los razonamientos bien argumentados y el buen talante de las personas, como cimientos potentes.


Los desmanes de la corrupción nos arrasan desde el parlamento europeo, ERES andaluces, apropiaciones fraudulentas al pairo de etiquetas partidistas e intereses ocultos de diverso cuño. Tampoco hará falta insistir en la violencia social o familiar de expresiones dramáticas. Semejante DERRAMA de barbaridades se muestra pujante, no sólo se mantiene, la envergadura de las nuevas demostraciones deja empequeñecidos los despropósitos previos. El foco de atención es lógico al centrarse sobre la ejecución concreta de cada caso, pronto apagado por nuevas tragedias. Menos lógico es el olvido de los lenguajes ríspidos, desapegos, tratos displicentes y tremendos silencios involucrados en la derrama; son escandalosos.


Y como colofón, esa profusa FRAGMENTACIÓN impide la hilación de posibles actuaciones en común, dejando muy quebrantados la noción y el sentimiento comunitarios. La pretendida convivencia se transforma en un peligroso infierno, porque también la persona se siente troceada, en soledad, los apoyos destruidos, desconcertada en cuanto a conocimientos, y con sus diferentes circunstancias constitutivas acechando.


Los trucos son utilizados con profusión. Esconder la cabeza debajo de los más variados caparazones. Permanecer callados e impasibles, como si la cosa no incumbiera. Utilizar la táctica del ataque incesante como tapadera. En efecto, proliferan triquiñuelas inteligentes. Pese a esas mascaradas, subsisten las ENOJOSAS participaciones subyacentes, vergonzosas e imprescindibles, para dejar paso a los desmanes.

Culpables y cómplices

Es fácil ser cómplices... y no reconocerlo
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 20 de enero de 2023, 10:14 h (CET)

¿Nos quedamos satisfechos observando los hechos? ¿Interpretamos con acierto su auténtica realidad? ¿Hasta qué punto les prestamos atención? Como es lógico, las respuestas se multiplican en la manera de ver las cosas, como también surgen muchas y variadas interrogantes. La CULMINACIÓN de un hecho provoca reverberaciones interminables; unas chispean desde los antecedentes y un sinfín de ellas a partir de lo acontecido. Centrados en las apreciaciones del momento, nos distanciamos a la hora de percibir los extremos, sea por desidia o por simple ignorancia, sin olvidar los intereses no declarados. Tanto los principios como las secuelas suelen mezclarse con una serie de conexiones complejas.


Del mismo querer decir a lo dicho en realidad se agrandan las distancias incluso con buenas intenciones. Si incluimos la percepción por los de fuera, la disposición de los escuchantes y la posterior asimilación de los mensajes; se yergue potente la figura de los MALENTENDIDOS, plagados además de fanatismos y errores. Es una dificultad inherente a cualquier intento de transmitirse las ideas; de donde se colige la minuciosa precisión requerida para los diferentes lenguajes. Sobre esto ya proliferan los obstáculos de manera intempestiva, entre la gente corriente, y lo que es peor entre los gestores encumbrados; el alarde es indiferente al cómo, qué y cuando, se configuran las formas de comunicarse.


Estoy persuadido de una contradicción reveladora, eficaz como el más sesudo de los estudios; cuanto más presume una persona de estar en posesión de la verdad, resulta menos fiable. Su misma obsesión le transforma en insensible para captar los matices de toda verdad. El conocimiento absoluto todavía está por llegar a este mundo; cualquier descubrimiento pone de relieve nuevas incógnitas relacionadas. Aunque nos intentemos rebelar, dicha INCOMPLETUD nos arrolla. En los proyectos emprendidos burbujean entresijos desconocidos. Las apariencias suelen reflejar lo contrario con frecuencia. La potencia de los alardes es pujante, pero se alejan de la realidad. El poder de convicción se acerca en paralelo a la credulidad sin fundamento.


Lejos de concentrarnos para amortiguar en lo posible los desvaríos, nos apuntamos a las tendencias insolventes con un desparpajo insólito. Con el deslucido progresivo de las ideas, estas se aproximan al electroencefalograma plano sin darnos cuenta, no se atisban profundidades reflexivas por ningún horizonte. La LIGEREZA se enseñorea de las iniciativas, los comportamientos no se corresponden con bases razonables. La indiferencia comodona permite esa soltura desarraigada, nadie rinde explicaciones. El solipsismo encierra a los sujetos bajo rudos caparazones. Tal panorama propicia la agudeza de los engaños con destreza mostrenca. Así desorientada la creatividad, el brote de las perversiones es de una lógica degradante.


No queda otro remedio, hemos de asumir las enormes dificultades para captar la multitud de conexiones implicadas en cuantas acciones llevamos a cabo diariamente, sean conscientes o automatizadas. De lo cual cabe deducir la escasa prestancia de una presencia individual concreta, somos una ínfima parte del grandioso conjunto. Sin embargo, con la misma franqueza elemental percibimos la influencia directa de esas decisiones particulares hacia determinadas REPERCUSIONES. Dicha relación pudiera ser intrascendente si no estuvieran involucradas las cualidades del sujeto actuante, sus intenciones y su voluntad; estas le confieren una entidad radicalmente distinta, con la carga de la responsabilidad insoslayable.


Cómo sería posible resolver el asunto de las versiones sinceras, pero contradictorias; estaríamos ante una especie de paraíso resolutivo. No obstante, este es nuestro campo de juego, lo sabemos con rotundidad, en él ruge la variedad, como las convicciones opuestas entre sí. Las conclusiones de tipo general nacen viciadas, son imposibles; como utopía soñadora pueden pasar, pero están fuera de la realidad; en todo caso funcionar como quimeras útiles. Somos POLIÉDRICOS por naturaleza y las caras se nos rompen en mil pedazos con una facilidad insolente. Con el tiempo, porque cambiamos en cada momento. Tan pronto atendemos a una orientación como a la opuesta. Desde fuera nos detectarán detalles nimios y confusos.


Por fas o por nefas, hemos implantado la planimetría de la CONFUSIÓN extendida por el conjunto de actividades y sentimientos cotidianos. Al estilo romano, no estamos exentos de fastos desmesurados y ajustados a caprichos insólitos, libertarios, sin fuste argumental. Abundamos también en días, intenciones, actitudes y comportamientos, nefastos; están expuestos con descaro. El tono general incide en el ámbito particular; se ha convertido en una normativa comunitaria preocupante. El corolario personal es manifiesto, la confusión se infiltra con facilidad en las valoraciones individuales hasta en las consideraciones íntimas; con el consiguiente desbarajuste decisorio y emocional. Son ventoleras de alcance intrigante.


Solemos montarnos en el tren de los señuelos sin demasiados escrúpulos, como la única manera de alcanzar las metas soñadas. Entramos por el vagón de los chismorreos hasta alcanzar el llamativo vagón de las protestas; en ese recorrido atravesamos el de las declaraciones, afiliaciones, el vagón central de las alegres votaciones, el de las nulidades y frustraciones. Calificamos a dichas andanzas como POLÍTICAS o sociales, aunque sabemos que la política, la sociedad, la democracia, requieren de otra fortaleza en sus bases; La franqueza de una información veraz, la coherencia de los comportamientos, los razonamientos bien argumentados y el buen talante de las personas, como cimientos potentes.


Los desmanes de la corrupción nos arrasan desde el parlamento europeo, ERES andaluces, apropiaciones fraudulentas al pairo de etiquetas partidistas e intereses ocultos de diverso cuño. Tampoco hará falta insistir en la violencia social o familiar de expresiones dramáticas. Semejante DERRAMA de barbaridades se muestra pujante, no sólo se mantiene, la envergadura de las nuevas demostraciones deja empequeñecidos los despropósitos previos. El foco de atención es lógico al centrarse sobre la ejecución concreta de cada caso, pronto apagado por nuevas tragedias. Menos lógico es el olvido de los lenguajes ríspidos, desapegos, tratos displicentes y tremendos silencios involucrados en la derrama; son escandalosos.


Y como colofón, esa profusa FRAGMENTACIÓN impide la hilación de posibles actuaciones en común, dejando muy quebrantados la noción y el sentimiento comunitarios. La pretendida convivencia se transforma en un peligroso infierno, porque también la persona se siente troceada, en soledad, los apoyos destruidos, desconcertada en cuanto a conocimientos, y con sus diferentes circunstancias constitutivas acechando.


Los trucos son utilizados con profusión. Esconder la cabeza debajo de los más variados caparazones. Permanecer callados e impasibles, como si la cosa no incumbiera. Utilizar la táctica del ataque incesante como tapadera. En efecto, proliferan triquiñuelas inteligentes. Pese a esas mascaradas, subsisten las ENOJOSAS participaciones subyacentes, vergonzosas e imprescindibles, para dejar paso a los desmanes.

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