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Bien sabemos que la historia de la humanidad está escrita con tinta de dolor, pero también con el borrador implacable de la indiferencia. Hay momentos en que el estruendo de la barbarie es tan abrumador que el silencio global que le sigue se vuelve un eco aún más ensordecedor, una complicidad tácita que corroe los cimientos de la ética y la justicia.
¿Nos quedamos satisfechos observando los hechos? ¿Interpretamos con acierto su auténtica realidad? ¿Hasta qué punto les prestamos atención? Como es lógico, las respuestas se multiplican en la manera de ver las cosas, como también surgen muchas y variadas interrogantes.
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