El peligro en el buen funcionamiento del estado de bienestar no es solo la inmigración, que, por otra parte, en los países desarrollados compensa la caída de la natalidad. Los cambios culturales en las últimas décadas han generado una creciente atomización social que a su vez propicia un clima de sospecha. De ahí que no baste, como acaba de hacer Alemania, con fomentar que se reciclen los parados de larga duración.
Hace falta además invertir en diálogo social. En diálogo entre diferentes, para aprender a valorar lo que también los otros aportan a la construcción de una sociedad mejor.
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