Felipe González, desde su olimpo de dios ateo, sentencia que los ciudadanos tienen ganas de que se les cuenten las cosas. Y lleva razón aunque más le valdría llevar sus diatribas más adelante, concretar y tratar de frenar el derrumbe que, de su antiguo partido, está llevando a cabo Sánchez.
Pero es cierto que en una democracia hay que informar. Por ejemplo de las cifras del paro, de los guarismos de los muertos por la epidemia, de los números de los Presupuestos Generales del Estado, de ciertos sueldos de la multitud de cargos creados, del PIB, de los fondos europeos, de las vallas de nuestras fronteras, de los enjuagues del CIS de Tezanos, de los por qués de ciertas leyes, de las negociaciones con chantajistas separatistas, de los problemas de la coalición que gobierna, de la situación del Poder Judicial o del Tribunal Constitucional, del intento de censura a los medios de comunicación…
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